viernes, 28 de enero de 2011

Villa Lenguaje III

CAPÍTULO III: REFUGIO DICCIONARIO

Llegué a Villa Lenguaje no sé ni cómo, pues doña Metáfora parecía preferir los atajos y los recovecos para llegar a los sitios. Sólo sabría decir que se encuentra al otro lado de Realidad Diferente, de lo que fácilmente se podría colegir que no tengo ni la más pajolera idea de dónde se encuentra. He de decir que desde mi llegada estuve todo el tiempo sin poder salir de mi asombro.

En primer lugar, doña Metáfora me invitó al refugio de todas las palabras, un edificio con forma de D al que llaman Refugio Diccionario.

Es donde todas las palabras descansan de su exhausto trabajo -empezó a explicarme-. Cada palabra tiene derecho a sus momentos de reposo, pues ellas también se fatigan de tanto significar, como es lógico. Hay ciertas personas en Realidad Diferente que nunca se han parado a valorar el agotamiento que le produce a cualquier palabra estar siendo reclamada continuamente. Cuanto más se sirve uno de una palabra, más se desgasta ésta. Necesita una renovación para vivir su significado de forma plena y dichosa. Algunas personas parecen tener cierta adicción a una determinada palabra, figúrese los exabruptos que una servidora tiene que escuchar por parte de estos candorosos vocablos contra sus tiranos, cosa que me resulta muy razonable.

-¿Y si alguien quiere utilizar esa palabra, estando ella en su momento de relajación? -pregunté presa de la curiosidad.
-Esa pregunta es muy elemental, joven. Pero no se lo tendré en cuenta. Existen generaciones de una misma palabra. Pongamos por caso a Canalla, que asiste a una de mis clases. Pues bien, la familia Canalla consta de numerosos integrantes que conforman varias generaciones. Para que siempre haya alguna Canalla disponible van haciendo rotaciones de turnos entre ellos. Bien es verdad que existen otras palabras que necesitan aún más integrantes, debido al requerimiento de que sean pronunciadas con mucha más asiduidad. Como le decía, al ser varios individuos los que representan una misma palabra se pueden ir turnando para garantizar la supervivencia de su concepto. Sin embargo, hay ocasiones, pero son inusuales, gracias a Verbo, en las que toda una familia de palabras, por numerosa que ésta sea, se ve acuciada por innumerables contratiempos, de forma que no pueden hacer frente a sus responsabilidades. En esos infrecuentes casos se hace cargo don Sinónimo, que inmediatamente envía otra palabra, la que más se asemeje al concepto que urge expresar. El lenguaje es inmensamente rico. En lo que concierne a nosotros, nunca se podrá demostrar que no ponemos todo nuestro afán para que nada quede sin ser verbalizado, si así tiene que ser. Es para lo que fuimos concebidos, joven.
-Me resulta muy comprensible, doña Metáfora -aseguré.
-¿Verdad que sí, joven? Pues la mayoría no lo comprende. No, no lo comprenden para nada. Le sorprendería saber lo que es capaz de hacer cualquier palabra si no les permiten desvestirse de su signo, o si no se les proporciona un espacio para dormir, evadidas de sus conceptos. Sus explosiones de ira son bombas de relojería estallando.
-¿Qué son capaces de hacer? -pregunté embelesado por lo que me contaba doña Metáfora.
-Recuerdo cierta ocasión, juvenil habitante de Realidad Diferente. Creo recordar que le ocurrió a Mío. Se hartó de no poder hallar reposo durante muchísimo tiempo. Don Sinónimo siempre cumple con su trabajo, pero bien es verdad que en muchas ocasiones va un poco atrasado, y las pobres palabras pueden pasarse un buen rato percibiendo que las llaman, lo cual es muy molesto mientras intentas descansar un rato.

(Esta confesión, amables lectores, lógicamente, no se la transmití a don Sinónimo. Nunca me ha complacido la provocación, amigos, sobre todo cuando ésta se efectúa contra quien parece que bien puede calcinarte el cerebro con un simple pensamiento. Llamadme espantadizo si os obsequia la gana).
-Pues bien -decía doña metáfora-, Mío explotó a causa de tanto requerimiento. Tomó una determinación desesperada. Decidió suicidarse tirándose desde la azotea de Refugio Diccionario. No fue ninguna broma, joven.
-Soy consciente de que tuvieron que sufrir mucho -lamenté.
-En efecto. Hubo que llamar a Optación, la figura literaria que se dedica a manifestar de una manera vehemente el deseo de lograr o de que suceda algo.
-¿Y qué aconteció? -inquirí sin poder ocultar mi fascinación.
-A Verbo gracias, Optación la convenció de que lo mejor que podía hacer era explicarle su situación a don Sinónimo y tratar de que éste intentara sacarla del atolladero.
-¿Cómo lo arregló?
-Curiosa criatura, ocurrió de la manera siguiente: don Sinónimo estuvo varias semanas centrando la mayor parte de su atención exclusivamente en mandar a una sinónima de Mío, cualquiera que estuviera a su alcance cuando la pobre extenuada era demandada. Y utilizaba siempre la misma sinónima, ya que los nativos de Realidad Diferente son seres proclives a los hábitos. De esta forma, Mío obtuvo algo de paz.
-Tuvieron que ser unas semanas de mucho ajetreo, pues esa palabra en concreto es utilizada continuamente -observé.
-Así fue, joven. Exactamente así fue. No se imagina usted las penurias por las que tuvo que atravesar nuestro adorado don Sinónimo. En esos momentos se le hubiera podido comparar con un basilisco sin faltar a la verdad, porque sus ojos emitían tamaña furia, que no eran ojos sino dagas de muerte súbita. Pero glorificado sea El Verbo porque todo volvió a la normalidad al poco tiempo.
-Venga por aquí, joven -me indicó doña Metáfora-. Le llevaré al Faro Vocabulario, donde todas las palabras que están disponibles esperan por si se requiere que sean pronunciadas. Acompáñeme, que tengo que dar una clase. Podrá ser espectador con la condición de que su presencia sea cual invisible fantasma.

Doña Metáfora me condujo al Faro Vocabulario, allí se impartían todas las clases. La seguí mientras se disponía a entrar en una de las aulas de la planta baja. La mitad de las palabras de Villa Lenguaje tenían clases por la mañana, y la otra mitad por la tarde.
Nada más introducirnos en el aula se acalló un murmullo ensordecedor. Doña Metáfora me indicó que me sentara en su asiento, pues ella siempre enseñaba de pie.
-Buenos días, mis pupilas -saludó doña Metáfora.
-Buenos días, doña Metáfora -corearon al unísono todas las palabras. No serían más de treinta. A bote pronto, pude ver que allí se encontraban: Pasos, Canalla, Silencio, Talismán y Para.
-Muy bien, señoritas. Retomaremos donde lo dejábamos ayer. Vamos a ver... ¿dónde lo dejamos ayer? -preguntó doña Metáfora. Parecía prisionera de la confusión.
-Celeridad y eficacia en el arte conceptual -respondieron varias palabras al mismo tiempo.
-Ah, sí. Gracias, queridas. Verbo os lo pague. A ver si al acabar la clase sus inteligencias siguen siendo inalcanzables cimas de montañas... ¡AGRUPACIÓN! -chilló de repente doña Metáfora con voz demoníaca. Al momento todas las palabras se levantaron de sus asientos. (Comprensivos lectores, todavía hoy me asombro de que a consecuencia de tal sobresalto, mi órgano cardíaco no sufriera perjuicios irreparables. Y diré más; si en este mismo momento, de la hoja de papel que soporta mis engendros de tinta surgiera una boca que intentara succionarme, la sorpresa no sería considerablemente mayor que la que les acabo de referir, amigos míos).
-Reproduzcan la siguiente frase: eran un hatajo de necias -continuó doña Metáfora. (Esta vez, para beneficio de mi salud, no utilizó su voz de Satanás).

Me maravillé al observar a un grupo de palabras que se apresuraban a llegar cuanto antes a la tarima donde se encontraba doña Metáfora como si les hubieran inoculado el virus de la velocidad, os lo aseguro. Inmediatamente después vi que doña Metáfora ponía cara de pocos amigos, temí que volviera su voz de Satanás. Me fijé en las palabras que se habían acercado. Allí estaban: eran atajo para necios. Doña Metáfora puso el grito en el cielo. (Esta vez tuve que darle la razón a la pobre mujer, pero tengo que decir que aunque apruebe el contenido, no significa que corrobore el continente).

-¡Pedazo de bestias! -aulló doña Metáfora- Para empezar, ¿dónde se ha metido Un?
-Los artículos indeterminados tenían clase de sustantivos -respondió Galaxia.
-Se hallan en algún lugar sustantivamente indeterminado -oí musitar a Silencio. Estúpida, su compañera de pupitre, casi se lastima al desternillarse de risa.
-Gracias, Galaxia. Es verdad, no me acordaba. Ayer me lo dijeron -contestó doña Metáfora, haciendo memoria.
-Disculpe, doña Metáfora -dijo Para-, yo he salido porque me he cambiado el turno con De, ya que las preposiciones tenemos examen de locuciones. Como a ella le tocaba hacerlo esta mañana yo la sustituyo ahora, y ella a mí esta tarde.
-Bueno, bueno. En ese caso no pasa nada, Para. ¿Y tú por qué has salido? -preguntó doña Metáfora dirigiéndose a Atajo- Es evidente que el sentido de la frase exigía a Hatajo con h.
-Yo le he dicho que tenía que salir ella -se excusó Atajo-, pero ha insistido en que no.
-¡Hatajo! Sal inmediatamente a la tarima -vociferó doña Metáfora.

Hatajo se levantó sin mucho ímpetu y se dirigió a la tarima como si le fueran a enviar, sin conmiseración alguna, a la guillotina.

-Lo siento, doña Metáfora -se disculpó la penitente-. Todo se ha debido a una confusión. Como las palabras que empezamos con h somos poco solicitadas, prácticamente me he acostumbrado a que nunca me toque salir. Es evidente que he errado.
-Déjeme decirle, Hatajo, que su argumento es una auténtica borricada. Jamás había oído semejante patochada. Si ésa es la excusa que usted va a esgrimir para justificar su error, sepa usted que en ningún caso me voy a hacer cargo. Mi entendimiento no alcanzaría mayor longitud que la de la pata de una mosca, señorita, si yo le resistiera tamañas gansadas. Y si alberga algún género de queja en cuanto a su participación en Villa Lenguaje, éste no es el foro más oportuno. Puede vomitarle sus excentricidades al S.V.O. (Son las siglas del Sindicato de Vocablos Obreros. Sí, como lo leen. Experimenté lo mismo que ustedes cuando me enteré, estupefacción absoluta).
-No tengo más que decirle -concluyó doña Metáfora.
-No tengo ningún motivo de queja, doña Metáfora -dijo Hatajo, cabizbajo-. No volverá a pasar.
-En eso confío. Volved todas a vuestros asientos. Bueno -continuó doña Metáfora-, ya que hoy no están los artículos indeterminados dejaremos las agrupaciones y repasaremos el tema de los anagramas. Me ha comentado Talismán que algunas estáis un poquito verdes.

Al decir esto doña Metáfora, todas las palabras volvieron la vista de inmediato hacia Talismán. (Lo que pude leer en esas miradas, no seré yo quien lo reproduzca, pues me temo que me vería obligado a proferir algún que otro improperio).

-Te voy a introducir el punto de la i y la tilde donde te quepan, Talismán -oí que mascullaba Canalla. Lamentablemente para Canalla, a doña Metáfora le llegó también la amenaza.
-Le he oído, Canalla. Deje de increpar groserías a su compañera y métase usted en sus asuntos -le dijo doña Metáfora-. Y ahora díganme lo que sepan sobre los anagramas.
-Un anagrama es una palabra o frase que resulta de la transposición de letras de otra palabra o frase -repuso Pasos.
-Excelente, Pasos. A continuación les diré una frase, será muy corta para que no me protesten, y ustedes tendrán que crear otra frase con las mismas letras que conformen la mía. A ver si les queda claro porque no tenemos todo el tiempo verbal de Villa Lenguaje. En fin...Creen un anagrama con la frase... Pasos estudia.

Repentinamente vi cómo todas las palabras que había en el aula hacían un círculo entre ellas. Comenzaron a cuchichear, y miraban de hito en hito a sus compañeras Pasos y Estudia, que habían salido a la tarima cuando oyeron que eran pronunciadas.
Pasado un rato, parecía que estaban satisfechas con su deliberación.

-¿Tienen algo, señoritas? -preguntó doña Metáfora.
-Sí, señora -contestó Canalla con una sonrisa que se hubiera podido pensar que era descendiente directo del Gato de Cheshire.
-Pues adelante entonces. Salgan a la tarima.

Y en un santiamén, dos palabras se unían a sus compañeras. Al lado de Pasos y Estudia, claramente pude leer: Estúpida sosa.

-Muy graciosas, Estúpida y Sosa. ¿Tenéis ganas hoy de copiar todo el contenido del Gran Sumo Diccionario? Porque si la respuesta es afirmativa disponéis de un lapicero aquí mismo -amenazó doña Metáfora enarbolando el lápiz-, y allá tenéis una abertura -dijo, señalando la puerta- hecha en la pared, que si la traspasáis, y a continuación giráis vuestros cuerpecitos a la derecha, os conducirá a una sala acondicionada expresamente para transcribir el citado libro, ocupación que tan ansiosamente reclamáis. No digo más.
-Nos disculpamos, doña Metáfora, pero es que no se nos ocurría otra cosa -argumentó Sosa.
-Por eso estamos repasando, tontaina. Hay que darle más uso a eso del raciocinar. Todas a sus pupitres, por favor. Ahora vamos a hacer lo mismo pero con una sola palabra. Y espero que dejéis la guasa a un lado. No estoy dispuesta...

Doña Metáfora fue interrumpida al abrirse la puerta del aula.

-Creo que me buscaba antes, ¿me buscaba, doña Metáfora? -preguntó doña Epífora, como supe después.
-Sí, doña Epífora, así es.

Doña Metáfora me condujo fuera del aula mientras les decía a sus pupilas que fueran haciendo anagramas de Amar hasta que ella volviera.
Una vez estuvimos los tres fuera del aula, doña Metáfora me presentó a doña Epífora, la figura literaria encargada de vigilar que el funcionamiento del Faro Vocabulario fuera el correcto. Es decir, exigir a las palabritas la más encomiable de las actitudes.

-Buenos días, doña Epífora -saludó doña Metáfora.
-Buenos días, buenos días -respondió doña Epífora.
-Aquí le traigo a un amable caballero oriundo de Realidad Diferente. Ha mostrado un destacable interés por conocer nuestras instalaciones de Villa Lenguaje -informó doña Metáfora-. Si no se encuentra usted muy atareada le ruego que le explique la labor que tan admirablemente realizan en el Faro.
-Faltaría más, doña Metáfora, será un honor instruir a este caballero, un completo honor instruir a este caballero.
(Para los lectores con oídos exigentes: la reiteración no se debe a mi pluma).

Doña Metáfora me dirigió una de las miradas más luminosas que me han dedicado en toda mi vida.

-No se preocupe, joven. Percibo su confusión, querido. En sus ojipláticas cuencas oculares veo lo que se está preguntando -me dijo doña Metáfora con un gesto divertidísimo en el rostro-. El trabajo de doña Epífora no sólo consiste en dirigir Faro Vocabulario, sino que su labor también es enseñar a las palabras a repetirse al cierre de un párrafo, bien sea en solitario o en grupo. Y ahora me voy, joven. Es la hora de dar mi clase magistral.
-Muchas gracias, doña Metáfora, por su ensalzable amabilidad. Admiro colosalmente su eficacia en su tarea y su preocupación por todas las palabras. Pero no olvide descansar usted también.
-Verbo le oiga, atento caballero. Pero mucho me temo que mi presencia es un planeta que nunca ceja en su girar. Espero que volvamos a tener la ocasión de bucearnos las miradas, joven.
(Juro por mi honorabilidad que esto no lo dijo con intención extraña. Si pensáis lo contrario, permitidme deciros que, sin duda, estáis empachados de voluptuosidad, y ni la más pura de las expiaciones os podrá salvar).

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