viernes, 20 de mayo de 2011

El laberinto y la luna

Parece no haber salida.
Está claro que me he perdido y que no veo nada claro.
No sé cómo llegué aquí, a estas extrañas tierras extranjeras.
Aún no me he aclimatado a esta vida perra, a este cúmulo de intrincados pasajes repletos de interrogaciones.
Aquí no se ve un carajo, sólo vislumbramos lo que nos permite el resplandor de la luna, nos tropezamos todos con todos, y para colmo de todos los males, continuamente veo sombras que me espantan y aterrorizan por completo, hasta el punto de casi defecarme en los pantalones.
Un caballero no diría esto último, pero como yo no soy un caballero puedo decirlo libremente.
Por lo visto, aún quedan hombres desalmados que no responden al estímulo de la moral establecida. Lo sé porque yo soy uno de ellos. He comprobado que no me gusta encajonarme en ética alguna.

Como iba diciendo, este sitio es una pura mierda. Nadie sabe un excremento de nada, pero, eso sí, actúan como si ya hubieran conocido y experimentado todo el cosmos al completo. De esto hablo con propiedad, y me creeréis si os digo que no tengo muchas oportunidades de hablar de tal manera, por lo que cuando me sucede, me doy cuenta enseguida. Pues bien, les pregunté, si todo lo conocían, sabrían cómo salir de este puñetero laberinto loco. La respuesta que obtuve hizo que mis ojos quisieran salirse de sus órbitas, juro que tuve que emplear una fuerza sobrehumana para retenerlos en sus respectivas cuencas. Su contestación fue: ¿Qué laberinto?
Nadie sabe de dónde viene ni hacia dónde va. Les guía la inercia.
El lugar en donde vivimos es un laberinto gigante, y a mi alrededor todos se han cansado de buscar la salida, han olvidado que viven en un laberinto. Todos creen que no existe abertura alguna y viven la apatía del nihilismo. Yo me niego a no encontrarle salida a este mundo-laberinto inmundo. Por eso, todas las noches salgo a recorrerlo. Así fue cómo, la otra noche, encontré a Diente de cachalote.

Diente de cachalote es un ser muy extraño. En una tormentosa noche de lluvia me choqué con él mientras caminaba por este dédalo demoníaco. Enseguida me di cuenta de que los dos buscábamos la salida fieramente y que nosotros nunca nos rendiríamos.
Nosotros no.
Diente de cachalote está enamorado de la luna. Busca salir del laberinto para llegar a ella, y está convencido de que lo conseguirá. Diente de cachalote no tiene vida, toda su energía la emplea para ser uno con su amada.
No sabe esa nocturna e hipnótica criatura las fatiguitas que pasa el pobre Diente de cachalote por ir a su encuentro, ni las veces que por ella suspira, mirándola profundamente absorto. Él quiere vivir en ella.
A lo mejor la luna es consciente de todo pero le importa un miserable pepino. No sé. Tampoco se puede saber a ciencia cierta, quizás fue la luna la que primero se enamoró de Diente de cachalote y lo llama con su misterioso influjo, por eso él siente lo que siente por ella.
Si fuera así, me parece deplorable esta actitud por parte de la luna, todo el que tiene dos palmos de frente sabe que Diente de cachalote nunca podrá llegar a ella. De todas formas, como la luna no posee rostro ni frente, no tiene por qué albergar palmo alguno, por lo que yo la disculpo. Quizás para la luna también el amor es ciego.

Me da pena Diente de cachalote. “¡Qué bien estaremos viviendo en la luna!”, me dice. No sabe que nunca podrá abrazar al ser que ama, que jamás podrá estar dentro de ella. Desconoce que su amor es imposible y que nunca podrá ser uno con su esencia. Y si lo sabe no parece importarle, él sólo habla de cómo los rayos de su luna le hacen sentir, él sólo conoce la belleza que emite con su luz. Se le escapa por los ojos el mismo infinito magnetismo electrizante que ella desprende, parece que Diente de cachalote no necesitara la piel para amar.

Estoy empezando a pensar que nada es lo que parece. No sé lo que me está pasando pero creo que me estoy empezando a enamorar de la luna. Yo también quiero renunciar a este laberinto y olvidar mi vida hasta llegar a ella.

Esta noche, Diente de cachalote y yo volveremos a buscar la salida. Y algo me dice que la encontraremos. Una intuición que habla de amor selenita me grita que mañana ya, por fin, dormiremos abrazados a la luna.