miércoles, 4 de septiembre de 2013

Poema vivo



El poema es el orbe y yo soy la rosa extrañando al Principito.

Lo encontré en el bosque de cerezos. Me lo trajo envuelto en lluvia el cerezal que nos consolaba los sueños rotos, que nos lamía las heridas producidas por la jaula y nos limpiaba de rastrojos. 
Era un poema. Y estaba vivo. Me miró fijamente a los ojos, yo le devolví la mirada hipnotizado. Tuve la valentía de ser un cobarde y le entregué mi vida a su raza.

Por eso, si me encuentras explorando un poema, abrazado a la sombra de un cerezo, no me despiertes.
Si, tras una lluvia de flores, ves cómo sus versos tejen en mis ojos una bruma soñadora, no me despiertes. Estoy soñando la vigilia muy consciente.

El cielo púrpura llora poemas en el bosque de cerezos.
Estoy encarnando el cuerpo de uno de ellos para anidar mi alma, arropándome con su vaivén de letras y respirando mi desaliento.
Apoyado en un poema solitario, anudándome a él, escucho la melodía ancestral de este cerezo. Sólo cuando me acompaña un árbol no temo nada.
Me gusta hundirme en sus raíces para alcanzar las soterradas semillas de esta atmósfera celeste.
Versos, raíces, hojas y ramas… Con los versos veo, con las ramas oigo, con las hojas hablo, con las raíces trepo.

¿Sueño que un poema me abraza o me está soñando su carne de versos? ¿Existe este estuche de huesos que está leyendo un poema, o soy una hoja de hierba chiquita en su paisaje de sentimientos, concentrada únicamente en reflejar su mirada?
Dentro de la vida, sólo habita el poema. Dentro del poema, muy adentro, se desata la poesía renaciendo, reviviéndose, borracha de tanta sed. La vida es Dios y el Poema su profeta.
Late trastornado mi corazón cuando camino de la mano de un poema. ¿Quién le transfiere el latido a quién? Él existe sin condenar su existencia. Yo escupo todo y sólo me saben bien sus palabras. ¿Quién es más real?

Junto al poema, cesa la vida muerta de tejer su burbuja de espanto, interrumpe el viento del vacío su soplido. Se volatilizan las afiladas nadas del camino superpoblado, vomitivamente angosto.
Algún día moraré a la sombra de este cerezo. Algún día me quedaré sorda del mundo y sólo entenderé el lenguaje mudo de un soneto.
Algún día seré el ramaje del poema y me crecerán versos que se extenderán hasta más allá de este entramado terrestre.

Si vuelves al cerezal y ves que de un cerezo brota una nube de palabras, semejante a un torbellino de humo, siéntate junto a él muy quedamente. La bruma de palabras te absorberá y sabrás lo que es ser un verso.
Por eso, si navego las venas del poema, si respiro su oxígeno, no me despiertes. No estoy durmiendo. Estoy más lúcido que nunca. Es sólo que me cegó la ceguera y ahora son mis ojos el poema.

El poema, desnudo, es la puerta sagrada. Sale de la nada y se dirige a la nada. Entre medias, va su incitador vendaval conquistando almas.