domingo, 30 de enero de 2011

La biblioteca viviente I

CAPÍTULO I: VIDA DE PAPEL

-¿A quién se han llevado? -preguntó Un niño prodigio, de Irène Némirovsky.
-A El gatopardo -respondió El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers.
-Pobrecillo, ya le tocaba. Hace ya tiempo desde la última vez que alguien se interesó por él, ¿verdad, 1984?
-Efectivamente, querido Niño. Según mi registro, donde se ven reflejados todos los préstamos de lectura, la última vez que fue solicitado data de hace tres años -informó detalladamente 1984, de Orwell.
-No los llames préstamos de lectura, por favor -dijo Sylvie, de Gérard de Nerval -. Me repugna ese término, hace que me sienta como una prostituta.
-¿Y cómo quieres que los llame? -inquirió 1984.
-Llámalos por su nombre: aventuras de papel leídas -sentenció Sylvie.
-No veo la razón de sentirte como una prostituta -atacó Mi Tío Jules y otros relatos, de Maupassant-, si al menos cobraras por tus servicios…
-¡Oh!, cállate, por favor -imploró Sylvie-. No estoy para tonterías, Jules. No después de la última experiencia que me ha tocado vivir -finalizó.
-Como no vas a parar de incordiarnos hasta que la cuentes, nos resignaremos a escucharte -dijo Mi Tío Jules y otros relatos.
-Pues como veo que tu interés no es exorbitantemente extenso te dejaré con la incertidumbre.
-Eres un bicho pernicioso y dañino -definió Jules-. Nos deleitarás, al menos, con alguna de tus conclusiones.
-Si insistes -convino-. Prefiero a los lectores no fumadores, querido Jules. A punto ha estado de quemarme viva mi último lector.
-Algo harías -supuso El Anticristo, de Nietzsche.
-¿Tan poquito le gustaste que quiso quemarte? -conjeturó El Baile, de Némirovsky.
-Definitivamente, no os soporto. Yo intento olvidar a los libros impertinentes, pero Papiro es testigo de que no es una tarea sencilla -se quejó Sylvie.

.........................................................................

-Oye, ¿tú eres nuevo, no? -preguntó El guardián entre el centeno, de Salinger. No me suenas nada.
-Sí, me trajeron esta mañana -contestó Apología de Sócrates, de Platón-. Nunca había vivido en una biblioteca.
-¡Un biblioneófito! -chilló El guardián- ¿Dónde vivías?, ¿Quién te leía?, ¿Quién te trajo aquí? Cuéntanoslo todo -ordenó ansiosamente.
-¿Un biblioneófito? -repitió La tesis de Nancy, de Sender- ¡Oh, Papiro! ¡Qué encanto!
-Vivía en un pequeño rincón de una habitación -respondió-, nadie me leyó nunca, y me trajo mi dueño.
-¿¿Nadie te ha leído nunca?? Eso es siniestro. ¿Ni siquiera una vez? -interpeló La Reina Coax y otros cuentos, de George Sand.
-No, nunca. Supongo que yo le era más útil a mi dueño bajo una de las patas de la mesa de la cocina -dedujo.
-¿¡¡Qué!!? -exclamó Despierta y lee, de Fernando Savater-. Eso son malos tratos, querido Apología. Es absolutamente intolerable que en el siglo veintiuno, los derechos librescos sigan siendo atropellados impunemente -sentenció.
-Tú no te preocupes, querido -le tranquilizó La reina Coax-. Aquí nunca te volverá a vejar ningún desalmado. Gracias a Papiro que ese bárbaro te ha donado.
-Pues, yo, querida Reina, no me atrevería a asegurar tan alegremente que no va a ser victima de ningún ultraje -indicó La tesis.
-¡Cómo! ¿A ti te ha maltratado alguna vez algún lector? -indagó La reina.
-En cierta manera, sí -le respondió La tesis-. Estoy a punto de ratificarme a mí misma que pertenecer al género humorístico es un funesto handicap. La última persona que me leyó no me consideró digno de pertenecer al género que supuestamente pertenezco. Me dijo cosas terribles, que mi vocabulario no me permite reproducir. Me definió, poco más o menos, como un burdo engaño, compañera. Yo, a eso, querida amiga, lo denomino maltrato. ¡Qué de desprecios y menoscabos tiene que seguir sufriendo la raza de papel! -culminó.
-Esos improperios no van dirigidos a ti, Tesis -opinó El libro del desasosiego, de Pessoa-. Van dirigidos a quien te escribió. En todo caso se consideraría un maltrato hacia tu creador.
-¿Y qué diferencia hay? Si maltratan a mi creador, insultando su inteligencia y su sentido del humor, me maltratan también a mí -argumentó La tesis.
-Hay una diferencia notable, querido compañero de anaquel, por lo menos en mi caso supondría un asfixiante desasosiego identificarme con mi creador -le respondió.
-Ya salió el desasosiego. Naturá, cada libro con su tema -sentenció La tesis.

..................................................................................

-Compañeros -habló 1984-, quedan cinco minutos para que cierren la biblioteca, prepararos, que voy a pasar lista. Id comunicándolo a vuestros compañeros. Y, por favor, comprobad que se enteran todos los estantes. ¡Por el amor de Papiro! Que no pase como la última vez, compañeros, que en la última estantería, donde se encuentran nuestros compañeros del sector de las biografías, no se enteraron de nada. Voy con la lista -continuó-. Según mi registro de préstamos...perdón, Sylvie...según mis archivos de aventuras de papel, hoy se cumple el plazo de devolución para los siguientes libros que hasta ayer aún no habían sido retornados. Son ocho, y los voy a ir enumerando: El Conde de Montecristo, de Dumas.
-¡Presente!
-Mortal y rosa, de Umbral.
-¡Presente!
-Tiempos difíciles, de Dickens.
-¡Presente!
-Carta de una desconocida, de Zweig.
-¡Presente!
-Viaje sentimental, de Sterne… Viaje sentimental... Por favor, los de la estantería de en frente -gritó-, comprobad que se encuentra entre vosotros Viaje sentimental, de Sterne...
-¡Oh! ¡Papiro mío! -exclamó Vida y opiniones de Tristram Shandy- ¡No está! ¿Está usted seguro, 1984, que hoy era el último día para su reincorporación a la biblioteca? -inquirió, preocupado.
-Totalmente seguro -respondió 1984-. El departamento de registro es infalible, compañero. Si aún no ha vuelto, sólo nos queda rezar a Papiro para que no le haya pasado nada grave.
-¡Qué voy a hacer sin mi hermano! ¡No tengo otro! -vociferó Tristram- Nuestro creador nos escribió a nosotros dos, solamente.
-Si no aparece traerán otro ejemplar -informó 1984.
-No te preocupes por él, Tristram -dijo El jardinero, de Tagore-, como sabemos que su personalidad hace honor a su nombre, sea lo que sea lo que le esté pasando, lo vivirá, sin duda, como un auténtico viajero sentimental.
-Atención, compañeros -anuncio 1984-, hay que continuar con la lista. Tristram Shandy, luego hablaré contigo si necesitas apoyo. La muerte de Artemio Cruz, de Fuentes -continuó.
-¡Presente!
-Y, por último, El principito, de Saint-Exupéry.
-¡Presente!
-Bueno, por lo menos no hay que lamentar más pérdidas -concluyó 1984-. Tristram -continuó-, comprendo la angustia que estarás sufriendo, pero no te atormentes, es posible que se trate de un simple retraso en la devolución del préstamo.
-Y dale con el préstamo -se quejó Suite Francesa, de Némirovsky, solidarizándose con Sylvie-. ¡Que son aventuras de papel leídas! No le entra, oigan, que no le entra.
-Disculpe, su excelencia -le contestó 1984-. No volverá a pasar. Se lo aseguro.
-¿No podéis tener un poco de respeto por la aflicción que me oprime? -se lamentó Tristram- ¡Cuán amargo instrumento es la vida de papel! No puedo quitarme de la tinta la imagen de una muchedumbre ávida de sacrilegios, desencuadernándole salvajemente sus formidables páginas.
-¡Sólo nos queda la torre de marfil propia de los poetas, querido Tristram, a la que subiremos cada vez más alto para aislarnos de la muchedumbre! -exclamó, citándose, Sylvie.
-No albergo ningún empeño en abochornarte, querida -le respondió Tristram-, pero eso lo has recalcado en innumerables ocasiones.
-Perdóname el atrevimiento de reproducir mis renglones, pero, esta vez, la culpa ha sido tuya por utilizar la palabra muchedumbre. Tú mismo me has tirado del lomo, sabes que esa palabra forma parte de una de mis frases favoritas de todo mi ser.
-No quiero discutir, amiga. No tengo el metabolismo contento -sentenció Tristram tajantemente.

................................................................................

-Arca inmóvil, ¿has oído lo de Viaje sentimental? -preguntó Cumbres borrascosas, de Emily Brontë.
-Sí -respondió El arca inmóvil, de Gerald Durrell-, se habrá encariñado con su actual lector. Como es tan sentimental -bromeó.
-No bromees con esas cosas, Arca -le reprendió Horizontes perdidos, de James Hilton-. Nunca se sabe cómo puede acabar una aventura de papel leída.
-Sólo estaba aplicando lo que dice mi prefacio: “Uno necesita las luciérnagas del humor para alumbrarse el camino” -se disculpó El arca inmóvil.
-Estoy de acuerdo contigo, Arca -le dijo Cumbres-, si nos dejamos apresar por el desánimo nos convertimos en almas en pena. Estoy hastiada de congojas, desesperación y amargura. Hasta me da la impresión de que intoxico el ambiente donde me encuentro, pues en muchas de las aventuras que he vivido con mis lectores, éstos han terminado derramando lágrimas. Allá donde voy llevo páramos. Necesito risa. Además, Viaje sentimental está concebido para viajar, ¿no? -concluyó.
-Como no estoy dispuesto a formar parte del club del pitorreo -reveló Horizontes perdidos-, me voy a navegar por mis líneas. Los agradecimientos que figuran en mi epílogo me proporcionan más serenidad y desbordan más estilo.
-¡Que disfrutes del trayecto tan constantemente transitado! -le gritó El arca inmóvil.

.................................................................................

-¿Qué? ¿Cómo te ha ido? -preguntó La isla del tesoro, de Stevenson.
-¡Pufff! -respondió El principito de Saint-Exupéry- Esta vez no han podido conectar conmigo. Según mi último lector soy absurdo, sin sentido y ñoño. No ha visto nada en mí.
-Bueno, no te apenes por eso, Principito -respondió La isla-. Mi último lector me obsequió con una retahíla de reproches porque le decepcionó mi final. Me entristecí por un momento, pero en cuanto entoné mi vieja canción, mi corazón volvió a estar lleno de alegría. ¡Quince hombres en el cofre del muerto! -comenzó a cantar-, ¡Ja!, ¡ja!, ¡ja!; Y una botella de ron. El ron y Satanás se llevaron al resto. ¡Ja!, ¡ja!, ¡ja!; Y una botella de ron...Tú siempre dices -continuó- que lo esencial es invisible a los ojos. No cabe duda, pues, de que ese humano sólo supo mirarte con los ojos. Te halló simple, y, por tanto, se perdió lo esencial.
-Por un sólo lector que quede que te sostenga en sus manos o en su alma, tendrás el mundo en tus páginas, querido Principito, inclinado contra tu pecho -le consoló Vuelo nocturno, de Saint-Exupéry.
-Gracias, hermanos -les respondió El principito-. Vosotros sí que veis con el corazón.

...................................................................................

No hay comentarios:

Publicar un comentario