viernes, 28 de enero de 2011

Somos los libros

CARTA ABIERTA DE LA LIBRIDAD A LA HUMANIDAD*

Somos los libros. Yo soy un libro concreto, pero hablaré en representación de todos, seré portavoz de todos mis hermanos.
Pasado el tiempo en el que algunos de nosotros éramos quemados no tenemos miedo de afirmar nuestras pasiones, que son nuestro destino, ni de compartir nuestras incertidumbres.
Los libros siempre hemos sido ventanas que dan a los instantes, aunque muchos de vosotros nos habéis tomado como simples equilibristas de palabras (algunos lo somos, para qué vamos a engañarnos), pero la mayoría solemos tratar asuntos más sustanciales que muchos de vosotros.
Si nos dais una voz os entregamos nuestras miradas. Si abrís nuestro mundo salís de él diferentes, nosotros os reafirmamos, os desobstruimos, os trastornamos, os desasosegamos. Os alteramos. Porque sois criaturas que a veces tienden al estancamiento, a la insensibilidad, al entumecimiento. Nosotros os salvamos de todo eso.
Los libros sufrimos al ver que la mayoría de humanos no está contando su propia historia. Ni escuchan las historias de lo que fue, sienten predilección por la frivolidad del hoy. La mayoría de vosotros ocultáis vuestros verdaderos diálogos, os suprimís vuestra trama de las entrañas para alimentaros del ser uniforme. No neguéis que es así.
Nosotros los libros no tememos a nuestras propias palabras. No tememos a nuestra naturaleza. Si lo hiciéramos seriamos libros muertos, tal y como vosotros sois hombres muertos cuando no confiáis en lo que sois, hombres muertos.
Nosotros los libros no somos inmutables, buscamos nuestro propio acento, al igual que vosotros, en el fondo. Al fin y al cabo nos une un mismo anhelo por profundizar.
Estamos fusionados en un mismo lenguaje, el de definir para lo indefinible. Compartimos un mundo que da cobijo a innumerables mundos. Nosotros sólo os decimos lo que ya sabéis. Os recordamos lo que ya conocéis.

Nosotros no somos criaturas creadas íntegramente por vosotros, nos creó el Gran Ser Palabra, siendo vosotros su canal para concebirnos. Nosotros somos los hijos del gran ser de la palabra, aunque se nos hayan pegado algunos de vuestros hábitos, como que a veces aparentamos lo que no somos. Y como os pasa a vosotros, esto a veces es tesoro, y a veces desventura.

Algunos nos habláis. Dejad de hacerlo, por favor. Nos confundís. La mayoría nos decís cosas amorosas con vuestra mejor intención, pero tenéis que entender que el lenguaje hablado nos resulta extraño, ajeno, artificial. Preferimos que, si tenéis algo que decirnos, lo hagáis escribiéndolo en nuestras páginas. Al mismo tiempo os rogamos que solo lo hagáis cuando sea algo verdaderamente crucial para vosotros. Entended que apuntar en nosotros insignificancias perturba el reposo de nuestras páginas. Pero nos apasiona que nos tatuéis nuestros cuerpos con las sensaciones que os provocamos. También nos entusiasmamos cuando nos transcribís las frases que nuestro lenguaje o nuestro paisaje os inspiran.
Pero nosotros solo queríamos confesaros que os necesitamos. Al leernos nos infundís el oxígeno que nuestras hojas tanto necesitan, al leernos nos permitís emitir la fragancia que llevamos impregnada, compartir el cuento que tenemos sellado, expandir la vida que llevamos impresa, al fin y al cabo.

Nosotros somos expertos en descifrar miradas, sabemos cuando alguien nos está leyendo, sabemos si lo hace admirándonos o despreciándonos. Pero nunca juzgamos, pues nosotros celebramos cualquier tipo de mirada. También detectamos a los que son saltadores de páginas, o a aquellos que se deleitan simplemente con reposar en nosotros sus miradas. Porque a veces somos como cojín de miradas, somos hamaca que mece a vuestros ojos regalándoles el descanso que tanto necesitan para seguir soñando. Todos los viajeros de libros nos son bienvenidos.

A veces vosotros nos servís de espejos. Sí, a veces nos vemos reflejados en vuestros ojos, esto suele suceder cuando os sumergís totalmente en nuestra alma, en la sustancia con la que fuimos moldeados, sucede cuando verdaderamente penetráis por todos nuestros recovecos. En ese momento podemos vernos tal y como somos, en ese momento vislumbramos nuestra identidad, asomada en el balcón de vuestras pupilas. Estos momentos nos resultan muy satisfactorios, alcanzamos una plenitud difícilmente expresable. Hemos de decir que algunos nos lo notáis, cuando parece que no podéis retenernos en vuestras manos, cuando juraríais que no nos dejasteis en el lugar donde nos encontráis. Aunque no sabéis a qué se debe nos veis diferentes a cómo éramos antes de leernos, todo es porque al vernos reflejados en vuestra mirada podemos conocernos más a nosotros mismos, y paradójicamente, eso nos hace ser diferentes de cómo éramos.
Así que, gracias, gracias por ayudarnos a aprehender lo que somos. Nosotros intentamos hacer lo mismo por vosotros, y cuando se da el caso en el que por un momento, humano y libro a la vez, logran capturarse a sí mismos, algo mágico sucede, una mística sagrada llueve sobre vuestras cabezas y sobre nuestras portadas, misterios revelados que cuelgan de vuestra conciencia y de nuestro ingenio.

Tenemos que reconocer que algunos de nosotros sentimos aversión por la especie humana, comprended que en la memoria celular de los libros ha quedado un sedimento, una impronta que nos hace temeros. Pero irá desapareciendo conforme nuestras razas coexistan honrando todas las ideas. La memoria de la humanidad es corta y selectiva, suele enfocarse tan sólo donde las piezas le encajan. Nosotros los libros recordamos que todo lo que ha experimentado la humanidad desde que la conocemos ha surgido de una idea. Las ideas son las células de la realidad, en cada una de vuestras ideas reside vuestro adn, vuestra singular firma, única semilla que germina únicas ideas. Y con ellas creáis vuestra vida, con ellas construís vuestro mundo, con ellas bajáis a los más terribles infiernos y con ellas ascendéis a los más inefables cielos. A ellas os agarráis, en ellas os apoyáis y por ellas morís. Y nosotros os comprendemos, pero lo que aún no hemos podido comprender es que por ellas deis muerte. Esto nos cuesta comprenderlo, y eso que lo hemos intentado con todas nuestras fuerzas impresas. Os decimos estas cosas porque no podemos evitar amaros, pues juntos y de la mano viajamos en este túnel de soñadas realidades.

Nosotros los libros bromeamos a veces diciendo que toda la humanidad surgió de una sóla idea que pensó un creador, al igual que nosotros nos encarnamos gracias a una idea de algún humano creador. Pero vosotros habéis perdido la inquietud de la búsqueda del Gran Espíritu, eso os diferencia de nosotros, pues nosotros sabemos que venimos del Gran Ser Palabra, y recorremos el viaje de su búsqueda. Vosotros nos disteis forma, pero nosotros ya vivíamos detrás del velo de las palabras. Esto nos lleva a pensar que, como nuestros destinos se entrecruzan, vosotros no sois tan sólo la idea de un creador, sino que en vosotros, al igual que en nosotros, late la esencia de un ser que está conectado con todo y que todo lo conecta. Es al Gran Espíritu al que tenéis que buscar en todo.

Como os hemos dicho, nuestros destinos se entrecruzan, nuestras existencias van unidas, a la humanidad y a la libridad un mismo diseño las conduce. Y es verdad que no todo está en nosotros, sí, todo está en vosotros. Siempre ha estado en vosotros. Recordad que en nosotros podréis encontrar lo que ya sabéis, nosotros os recordamos lo que ya sabéis para que no se os olvide, si nos cuidáis os cuidaremos el recuerdo.
Pero para seguir descubriendo, para seguir creciendo y desarrollándoos tendréis que leeros vuestras palabras, tendréis que escribir vuestro propio libro de vidas e ideas. Es hora de que os traduzcáis a vosotros mismos vuestra jerga, es hora de que os transcribáis a vosotros mismos en la tablilla de la vida, que os imprimáis con todo lo soñado. Nosotros los libros no vemos otra salida.

Tened por seguro que no os juzgamos, pues desconocemos los designios del gran plan, y nuestra intención es avanzar más allá del bien y el mal, pero hay que reconocer que os habéis desconectado. Os habéis construido un mundo de obediencia de pautas y lleváis mucho tiempo simulando que se puede arrinconar la vida. Os repetimos que ha llegado el momento (nosotros los libros lo sabemos, lo sentimos, lo hemos leído en el gran libro de la existencia), ha llegado el momento de mirar dónde os llevan los ojos vueltos hacia dentro, de atreveros a ser vuestros propios guías, de conquistar vuestros propios puertos, de confiar en que disponéis de un ancla, un instrumento que es vuestra herencia y que os sujeta para que nunca naveguéis a la deriva, para que siempre reconozcáis la esencia de vuestros pasos y sepáis hacia dónde se dirigen, un instrumento que simplemente permite que reposéis en vuestras huellas, hacia el mañana.

Somos los libros. A muchos nos encanta estar en vuestra compañía, nos encanta enredarnos en vuestras emociones, en vuestra imaginación. Algunos de vosotros nos adoráis, y en ocasiones nos gusta llamaros “los que por nosotros se encuentran perdidos”. Os lo decimos con el más intenso de los cariños. La mayoría nos sentimos muy satisfechos cuando podemos mantener con vosotros una relación en la que nos fusionamos y ambos resurgimos transformados, humanos y libros siendo como magos alquimistas. Nosotros los libros vemos todo vuestro potencial como humanidad, y en parte, el hecho de que nosotros podamos alcanzar todo el potencial de nuestra libridad depende de vosotros, de que podáis alcanzar el vuestro como humanidad. Ya os hemos recordado que nuestros destinos están hermanados. Como les vaya a los hombres, así les irá a los libros.

La humanidad y los libros han vivido y pasado juntos muchas cosas. Sería lamentablemente triste que no cejarais en vuestra destrucción. Tenemos que decir que algunos de nosotros opinan que estáis abocados a la autodestrucción, y están muy asustados porque piensan que antes de que os exterminéis nos aniquilareis a todos. También hay que decir que los que son de esta opinión suelen ser libros que no han tenido buenas experiencias con humanos. La mayoría somos más optimistas, pues somos conocedores de vuestra humanidad, (nunca mejor escrito), hemos compartido con vosotros certezas y dudas, signos y brumas, amores y ardores. La mayoría de nosotros os hemos encontrado joyas, y vuestro resplandor nos seduce y nos maravilla. Sois tesoros por descubrir, ocultos tesoros que aguardan a sus antiguos buscadores. Pero muchos seguís sin daros cuenta, os mantenéis ignorantes de que vosotros sois el tesoro y el buscador a la vez. Os gusta ignorar que sois más grandes de lo que pensáis, así podéis continuar en vuestras viejas y seguras cajas, pues eso es en lo que se han convertido muchas de vuestras vidas. Nosotros los libros os recomendamos que vayáis en busca de vosotros, ¡id en busca del tesoro!, dejad de perseguir metas prestadas. Sabed que sabéis más de lo que creéis saber.

Cuando soñáis con nosotros nos llamáis con vuestra mente, vuestra mente alada, sois mente que vuela por abismos y cumbres, sois gente que flota sobre hazañas y sombras. Igual que nosotros. Recordad, vuestras leyendas las llevamos impresas en nuestros cuerpos. Vuestras más inverosímiles proezas y vuestros más viles actos los tenemos grabados en nuestra memoria de páginas. Aunque, por otro lado, os insistimos en que todo no está en nosotros. Para conformar vuestro propio puzzle deberéis encontrar vuestras propias piezas.

Nosotros los libros somos una raza de criaturas que con sus cuerpos dan morada a las palabras. Vosotros sois, en esencia, lo mismo. Somos la colectividad de la palabra, al igual que vosotros. La criatura está hecha a imagen y semejanza de su creador, lo creado responde a la misma búsqueda de quien lo creó. Nos gusta discutir entre nosotros todas vuestras tramas. Os sorprenderían las conclusiones a las que llegamos tomando como tema central vuestras vivencias y serencias. Disculpad nuestros neologismos pero deberíais daros cuenta de que desconocéis la existencia de muchas palabras, hay más vida fuera del universo de vuestro diccionario. Atreveos a viajar más allá de los confines de las filologías establecidas.

Las palabras de esta carta no están retenidas contra su voluntad, no están conformadas en base a lo que nosotros llamamos concesiones lingüísticas, que es lo que hacéis vosotros cuando no pensáis por decir, y claro, así nunca diréis lo que pensáis. Nosotros hemos aprendido a vivir cada palabra que llevamos inscrita, ¿por qué no habéis aprendido vosotros? Cada uno de vosotros sois un único lenguaje, un único cuento, una singular historia. Pero huís de leeros, escapáis de vuestro texto porque os asusta averiguar si hay eternidad entre vuestro principio y fin. Os alentamos a que os leáis, os descifréis, os interpretéis. Os exhortamos a decidiros por zambulliros en vuestras páginas. Si no os traducís, ¿cómo vais a encontraros sentido? Si no os descodificáis, ¿cómo vais a entenderos? ¿Cómo puede la especie humana comprenderse si no se conoce? Son preguntas que nos hacemos, y a veces, rezamos al Gran Ser Palabra para que nos conceda las respuestas. Sois un enigma para nosotros, pero a diferencia de vosotros, que os suelen ahuyentar los enigmas, nosotros sentimos un mayor interés, si cabe, por lo que transpira incógnitas.

Nosotros los libros seguiremos soñando la vida entera, la vida intacta, la vida plena, a la espera de que la inventéis. Continuaremos en esta encrucijada de destinos hasta la mañana o hasta que nos estrellemos contra el final de las estrellas. Para encontrar una vía que abra todas las vías andaremos esta noche cerrada, hacia el amanecer de antes del tiempo o a empotrarnos contra el muro de las vergüenzas. Ésas son, al fin y al cabo, las únicas estadías al alcance. Hemos soñado un mundo nuevo, quién sabe a cuál le daréis forma, si al de pluma o al de plomo. Pero nos elevaremos, hacia el definitivo salto o a alzarnos profundo en la caída. De cualquier forma, sea cual sea el renglón en el que estemos proyectando la atención, avanzamos humanidad y libridad hacia el fin del tiempo conocido. De cualquier forma, transitamos un puente, un puente que une a la búsqueda con el descubrimiento, recorreremos este puente destapándose cada uno lo que anhela descubrir. De eso no hay ninguna duda.


No importa mucho la página en donde nos encontremos, no importa demasiado la trama que estemos desenvolviendo, siempre y cuando hable cada uno con sus palabras. No importa si os habéis descubierto un manantial o una sóla gota de vuestras palabras, siempre y cuando tengáis en cuenta que más vale una palabra que os da en la diana, una palabra reflejando una idea concebida que os concibe a su vez, una idea no prestada, que mil palabras no sabiendo hacer otra cosa que dar rodeos. No os quedéis haciendo círculos alrededor de vosotros mismos.
No temáis al garabato. Encontrad vuestras palabras o al final os quedaréis mudos. Tomaros la paciencia de crear vuestro diccionario. Muchos no os estáis entendiendo lo que decís, muchos no investigáis lo que vuestras palabras os quieren significar. Esto es solo una observación que nos inquieta y asombra, no es juicio ni crítica. Confiamos en vosotros, creadores. Nutrid de vida y significado a vuestras palabras, encontrareis las cerraduras que abren vuestras llaves. Es la única manera de liberar vuestro verdadero contenido. La única manera para conoceros vuestro argumento. Surcad, pues, humanos, toda vuestra grafía.
Que vuestros propios símbolos os ilustren. Que escojáis vosotros el título de vuestras vidas, que no os dejéis poner ajena definición. Escuchad las pisadas que os habéis dejado por el camino, os guiarán. Acercad el oído a las caracolas que os encontráis. Sabed que el recorrido afecta al destino, que el trayecto define la meta. Viajad por vosotros, humanos, ése es vuestro destino. Alcanzad a vuestros ancestros, ¿les señalaréis el camino a los que os precedieron?

Está llegando la hora de retirarnos. Queremos finalizar nuestra carta reiterándonos en nuestro amor por vosotros y en que siempre mantengáis vuestra propia búsqueda. Por último nos gustaría recordaros que nosotros los libros venimos de los árboles, nuestros sabios antepasados. Honradlos, los árboles son portadores de una sabiduría ancestral que lo conecta todo. Todos nosotros, humanos y libros, somos los herederos de esa sabiduría milenaria. Buscadla, honradla, protegedla, amadla. No la malgastéis. Es de todos y para todos. Recordad, pues, que la literatura está hecha de vida, como nos gusta decir. ¿Nos veréis la vida?

Somos los libros. Guías y faros, miradas y espejos. Damos gracias al Gran Ser Palabra por cada línea escrita, por cada palabra escrita. Os esperamos, humanos, al otro lado de las miradas y los espejos. No olvidéis que sólo sumergiéndoos en el río de vuestra búsqueda desembocareis en el mar de vuestro encuentro, sólo si tratáis de buscaros se hace posible el encuentro. Bailad hasta el amanecer. Que el sol os encuentre disfrutando de vosotros. Bendecimos las páginas que cuentan todo lo que sois.

Os ha hablado Si esto es un hombre, en nombre de todos los libros.

P.D. Somos más que simple decoración. Somos más que nuestra apariencia. Estaría bien que de vez en cuando mirarais en nuestro interior. Con amor, los libros.


*Transmitido a través de un asiduo lector de Primo Levi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario