viernes, 28 de enero de 2011

Mi Platero y yo y yo VI

CAPÍTULO VI: AMISTAD

Mi Platero y yo y yo en la biblioteca. Pasadizos misteriosos nos conducen al país de los textos. Con el atlas de la confianza en San Libro avanzamos por el pasaje de las palabras. ¡Qué de partituras! Todas tienen algo, todas nos suenan a música edénica.

-¡Mira, Platerillo!, ¡otro Platero y yo!

El buen Dios de las letras sigue creando Platerillos, Platerete. Nunca se olvida de vosotros, para que a ningún hombre le puedan faltar tus sonidos.
Tú no lo puedes evitar, Platerillo, pero sin necesidad de adentrarse en ti se te oyen ladridos de perro, vuelos de pajarillos, se oye a un loro diciendo: ce n’est rien. Gallos, tortugas griegas, molinos de viento, torres, pinos, los murmullos de las fuentes, todo se te escapa de las páginas, Platerillo, todo.

¡Adorable bullicio de seres de papel!, ¡para regocijo nuestro, Platerete!

-¿A qué cobijo cobijamos, Platerón? A Rubaiyat no. Ya sé que os adoráis, pero hay que dejar que disfrute con otros y que por otros sea disfrutado, Platerillo. Tú ya lo comprendes.

-¡Mira, Platerillo, quién está aquí! ¡Eternidades! Uno de tus muchos hermanos, tu padre lo creó justo después que a ti. Es hora de vivir Eternidades, Platerete, tu amado hermano se viene con nosotros.

Tú te acuerdas de tu creador, ¿verdad, Platerón? Esa fuente que desbordaba divina locura inefable... tú te acuerdas, ¿verdad, Platerillo?

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