viernes, 28 de enero de 2011

Mi Platero y yo y yo III

CAPÍTULO III: LA POLILLA

Al atardecer, estando mi Platero y yo y yo al abrigo del verano, rodeados del celestial griterío de altas personalidades aladas, y ajenos al aquelarre de codiciosos, me di cuenta, ¡ay!, de que un miserable bicho recorría el cuerpecillo de hojas de mi Platerillo.

Velozmente se lo he quitado. Para que no muerda a ningún libro más, sin remordimiento alguno me he deshecho de él.

Después, con la furia de un demonio, me he puesto a explorar a mi Platero y yo, por si el pobrecillo necesitaba más desparasitación.

Entonces he empezado a pensar en su singularidad, en las lunas y primaveras que ha visto, y que me cuenta sin palabras. He comprendido que algún día me desaparecerán los inimitables rebuznos de mi Platero y yo.

Aunque otro Platero y yo llegara a mi vida, Platerillo, tus peculiares olores y sonidos permanecerían en el cofre de los diamantes, perfectamente custodiados por la llama que emite la hoguera de la añoranza.

Sin embargo, un escalofrío me congela el alma cuando pienso en el invierno de tu vida, mi Platero y yo, el zumbido de un enjambre de carencias me corta el aliento si navego por tu muerte.

¡Desnaturalizada naturaleza!, ¡implacables agentes de destrucción! ¡Ay, Platerillo, qué inexorable camino recorremos todos, sin remedio, hacia el ceniciento nido de la ausencia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario