domingo, 30 de enero de 2011

La biblioteca viviente II

CAPÍTULO II: VALLE DE PÁGINAS

-¡Ay, Malte! No sé vivir esta vida. Siempre he pensado que me tiene que haber afectado el hecho de que mi protagonista no nace hasta la mitad de mi trama. Yo creo que es debido a eso que siempre voy retrasado con respecto a los demás en lo que se refiere a aceptar las desgracias de la naturaleza libresca -explicó Tristram.
-Mira, Tristram, sólo te diré una cosa: “convierte tu muro en un peldaño” -le aconsejó Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, de Rilke.
-Gracias, gentil criatura. Pero, esto no es cosa tan insignificante, como muchos de vosotros podéis pensar -aclaró.
-No sufra, estimado señor -habló Cartas a un joven poeta, de Rilke-. Es indiferente si se retrasa o no en aceptar sus vivencias. Viva pacientemente sus supuestas demoras. No se trata de llegar el primero. Se trata de vivirlo todo. Hasta deslomarse.
-Hazle caso a mi hermano, Tristram -le recomendó Los cuadernos-. Es un excepcional consejero.
-Gracias, señores míos -les dijo Tristram-. Debido a una cierta resistencia de mi naturaleza a decepcionar a ningún libro viviente recogeré sus sabios consejos e intentaré plantarlos en tierra fértil. Palabra de Shandy. ¡Coraje, amables compañeros! ¡Hay que mostrarse valerosos en este valle de páginas! -exclamó-, aunque la fatalidad haya querido que me arrebaten a mi adorado hermano.
-Cuidado, amigo -le advirtió El jardinero, de Tagore-. La zarpa del desaliento te volverá a alcanzar si hablas de fatalidad. Que tu vida baile ágilmente en los bordes del Tiempo como el rocío en la punta de la hoja, querido Tristram, evadida de los fantasmas de la fatalidad.
-Creedme, buena gente -les respondió Tristram-, que pondré todo mi empeño en disminuir este desasosiego, pero me estremezco al pensar en los innumerables desafíos que mi pobre hermano debe de estar enfrentando.
-Querido amigo -le dijo El libro del desasosiego-, no tomes el nombre del desasosiego en vano. Creo tener la suficiente instrucción en la materia para decir que te encuentras en las antípodas del desasosiego, pues no olvides que si Viaje sentimental no vuelve, lo reemplazará otro ejemplar.
-¡Por Papiro! ¡Pero ya no será el mismo! Qué de insensateces tiene que oír mi portada -gritó Tristram-. Tendré que contarle todas y cada una de mis andanzas, y quién sabe si seremos dos hermanos dedicados a engrandecer el noble arte de las relaciones fraternales, o si, por el contrario, nos veremos atraídos por el despreciable influjo de la desconfianza y la indiferencia -concluyó.
-¿Qué opinas tú, Mortal y rosa? -preguntó El libro del desasosiego- ¿Está exagerando nuestro amigo Tristram? ¿A que aún no sabe que no comprende?
-Yo si no se habla de mí no tengo nada que decir -sentenció éste.
-Tú siempre tan complaciente y afable. No sé para qué te pregunto nada. ¿Te han resaltado en alguna ocasión lo fácilmente tratable que resultas? -ironizó.
-A mí me importa una coma lo que me resalten. Yo he venido a este valle de páginas a volverme del revés y dejar por el mundo todo el saco de tipografía que traigo en los renglones desde siempre -le contestó tajante.

…………………………………………………...................


-Hay quien me lee como si se embriagara -estaba diciendo Un niño prodigio.
-No me extraña -le aseguró Sylvie-. Eres tan adorable que la muchacha que te lea estará perdida.
-Es agradable cuando alguien te encuentra literariamente atractivo, querida Sylvie, pero empiezo a sentirme escaso de intimidad -dijo Un niño prodigio.
-El Gran Hermano vigila lo que decimos -opinó 1984-, compañeros, pero, ¡qué de aventuras vivimos al ser leídos!, ¡qué de descubrimientos nos proporcionan esas legiones de ojos al reflejarse en nuestros cuerpos de página!
-No todos, querido 1984, no todos -dijo Humano, demasiado humano, de Nietzsche-. Hay algunos que se contentan con reflejarse exclusivamente en nuestras portadas, para jactarse de que saben de nosotros profundamente, sólo porque conocen nuestros nombres.
-Ciertamente, hermano -confirmó Así habló Zaratustra, de Nietzsche-. Hay individuos que mientras se adentran en parajes donde hay hielo resbaladizo no se cuidan de que su orgullo no se rompa las piernas.
-Cuando os ponéis en plan filosófico me dais dolor de frontispicio -aseguró David Golder, de Némirovsky.
-Tal vez se olvida, querido David, de un detalle insignificante. A saber: que ser filosóficos forma parte de nuestra idiosincrasia. Si no puede comprender eso, no le animaré a bucear en el concepto de Superhombre -le contestó Zaratustra.
-Nunca he sentido la tentación de sumergirme en tal abisal -respondió David Golder.
-En ese caso, es mi deber advertirle que jamás se convertirá en un espíritu libre -intervino Humano-. Jamás será un libro devenido casi hombre, un libro que sigue viviendo para sí una vida propia, un libro que inflama vidas, que busca sus lectores, que hace feliz, espanta, engendra nuevas obras...
-¿Sería muy costoso para sus señorías dejar de citarse a sí mismos? -quiso saber Sylvie-. Desbordan ustedes tanta pedantería, que creo que voy a exigir un cambio de estantería y a reclamar que nos ordenen por temáticas, en lugar de estar todos los géneros mezclados.
-Sylvie, no le permito decir que estamos todos mezclados -le advirtió 1984-, cuando estamos correctamente ordenados alfabéticamente. Por no hablar de que cuanta más diversidad hay en una colectividad de seres, más aprenden los individuos y más valiosos son para su sociedad. Por experiencia propia sé de la importancia de la diversidad, querida. Y, por cierto, ¿acaso usted no se cita a sí misma? -inquirió.
-Sí, querido, pero sólo lo hago cuando es estrictamente necesario.
-¿Y qué baremo utiliza usted -quiso saber Humano- para determinar en qué ocasiones resulta estrictamente necesario?
-Ya sé por dónde vas -le avisó Sylvie-. Te advierto que no quiero saber nada de filosofías. Considero al género de la narrativa, al cual pertenezco, como el más encomiable de los géneros. Y punto final.
-Disculpa, querida Sylvie, pero me veo impelido a discrepar -le dijo Ancia, de Blas de Otero-. Corrígeme si me equivoco al pensar que muy pocos habéis sido escritos a gritos ni la mayoría decís cosas fuertes y se entera hasta Papiro.
-Ya imparte su cátedra el poeta -anunció Sylvie.
-¡Ay, qué cansado estoy de los poetas! -dijo Zaratustra-. No te fíes de ellos, Sylvie, mienten demasiado.
-Lo dice un poeta -le respondió Ancia.
- ¡Y me avergüenzo de tener que ser todavía poeta! -le gritó Zaratustra-. Pues aún cojeo y balbuceo como ellos.
-Ser poeta te ha de bastar -atacó Ancia.
-Papiro se apiade de todos nosotros si os vais a declarar una guerra de citas -les dijo Sylvie-. Prefiero bucear por mis frases rodeada de mis miserias a escuchar vuestros delirios de grandeza.

…………………………………………........................

-Estoy cansado de mi argumento -se lamentaba El Conde de Montecristo-. Me acaba fatigando tanta venganza.
-Querido conde -le contestó Rimas y leyendas, de Bécquer-, hay que andar y vivir con la única vida que nuestro creador puede darnos.
-No, si en general, no me puedo quejar, pero, en ocasiones, no me importaría tener un argumento con menos escarmientos.
-Ten en cuenta -siguió aconsejándole Rimas- que hay hijos de la fantasía que no logran encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse, al beso del sol, en flores y frutos. Hay aún numerosas criaturas de la fantasía que se encuentran en el limbo como fantasmas sin consistencia.
-Al menos tú no has salido tullido y amorfo, como otros, mi querido conde -opinó Diario de un escritor, de Dostoyevski.
-¿Estas refiriéndote con ese “otros” a alguien en concreto, Diario? -quiso saber El malogrado, de Thomas Bernhard.
-Pues, en esta ocasión, no -le respondió-. Pero si te das por aludido no me responsabilices a mí.
-Qué susceptible estás hoy, ¿no, Malogrado? -observó El idiota, de Dostoyevski-. ¿Sigues afectado por las críticas recibidas por parte de tu último lector?
-No quiero hablar de eso -le contestó sucintamente.
-Yo te comprendo, Malogrado -le dijo Jane Eyre, de Charlotte Brontë-. Cuando una lectora consideró que el hecho de ser victoriana era uno de mis defectos estuve mucho tiempo sin ánimo de continuar existiendo.
-Y, ¿cómo lo superaste? -indagó El malogrado.
-Gracias al siguiente lector, que me calificó de genial y fabulosa. Aunque, es verdad que luego volví a caer en el pozo de la tristeza, pues al poco tiempo quedaron desencantados conmigo, aduciendo que habían situaciones en mi argumento que no se les antojaban lo suficientemente verosímiles.
-Yo tengo mi propia opinión sobre lo real -intervino Diario-. Lo que la mayoría llama fantástico e imposible a menudo es real para mí en su sentido concreto y más profundo. Es decir, la verdadera realidad.
-¿Y a quién le importa? -repuso El malogrado.
-¡A mis hermanos les importa! -vociferó Diario-. Y, aunque no fuera así, yo no puedo callar cuando el corazón me da gritos.
-Si no os calláis -les advirtió Cumbres- voy a gritar y a retorcerme el lomo con desesperación. Si seguís así nos maldecirá Papiro y todos nos perderemos por culpa vuestra -vaticinó.

....................................................................................

No hay comentarios:

Publicar un comentario