viernes, 28 de enero de 2011

Mi Platero y yo y yo V

CAPÍTULO V: LIBERTAD SILENCIOSA

¡Qué bonito es mi Platero y yo! ¡Refugio para los sedientos de alborozado silencio!
Mi Platero y yo, tu voz... ¡qué bien deja hablar al silencio!, ¡qué locuacidad! Pobres, Platerucho, de los que aún no alcanzan al silencio. Pobres, también, de los que no te conocen. Aún no saben lo bien que se escucha uno el propio eco en tu colina de los pinos.

¿Y tus aromas, Platerillo? Sumergirse en tu mar de letras es ser invitado a la perenne verbena de las fragancias. Es como si se transitara por un paseo de regocijos, parece que un profundo río embriagador viene a inundarnos para barrer lo superfluo. Yo no he olido cosa igual en ningún otro mar de letras. Te lo juro, Platerete.

¿Y las cosas que dices con tu voz de gorrión?, ¡las cosas que dices con tu rumor alado!
Tu mundo, Platerillo, contiene el mundo entero, yo no sé cómo decirte... Sentir la brisa de tu primavera es como si se habitara en la embrujada isla del florecimiento. Al adentrarse en el abrazo de tu verano, uno tropieza con la antorcha que sólo alumbra aciertos. Y al llegar al aparente declive de tu otoño, cuando el viento con su ulular invoca a todas las hojas de tus árboles, se hace visible el cofre de los secretos, se proclama reina la maestría. El aura de un paisaje de arena se materializa para dar paso a tu invierno... tu invierno... aún no puedo hablar de tu invierno, Platerillo, un nudo en el entendimiento me enreda el habla, y hay vocablos que no puedo pronunciar sin atragantarme.

Platerillo, tú eres una flor, una flor de papel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario