Mi Platero y yo y yo XIX

CAPÍTULO XIX: LA MELANCOLÍA Y YO

Era una mañana luminosa, andaba yo acompañada por mi soledad. Pétalos de melancolía llovían sobre mi alma. Al ver una flor violeta me preguntaba qué cosas le diría mi Platero y yo. Al ver un viejo árbol majestuoso me preguntaba cuánto tiempo querría mi Platerito estar a su sombra.

Porque hay veces que uno necesita hundirse en la melancolía, adentrarse en el abisal de las emociones, y aunque algunas son muy escurridizas hay que capturarlas y emerger con ellas a la superficie. A la luz del sol las cosas muestran distintos reflejos.

¿Qué estaría diciendo ahora mi Platerito? ¿Qué cosa le estaría provocando una de sus inolvidables carcajadas? ¿De qué flor estaría hoy enamorado? ¿Cuáles serían los pajarillos que ahora mismo le estarían cantando su belleza? No lo sé, mas otra bella alma a la que le gusten los Platerillos seguro lo sabrá.

Vuelvo a casa, pasear la melancolía es una pesada carga. Decido adentrarme por la calle del nido, para sentirnos mi Platero y yo y yo más cerca. ¿A que no adivináis a quién vi? Le reconocí la mirada, esa mirada era única. Pero había algo más, algo parecido a una sonrisa. Esa mirada... esa sonrisa...

Ahí estaba, junto a un hombre viejo vestido de negro. ¡Mi Platero y yo! Yo le sonreí, le sonreí tanto que no sabía si lo iba a poder resistir, sonreí porque todo retorna al origen. Y me acerqué para tocarlo...

Sí. Mi Platero y yo ahora es un burro. Un burro pequeño, peludo, suave...