viernes, 11 de febrero de 2011

Antharus, el dragón azul

Hace cien mil años, el dragón azul Antharus, habitante de Lemuria, abandonó Gaia.

Antharus fue un dragón maestro. Su símbolo eran dos triángulos unidos, uno de ellos era blanco con el vértice superior hacia arriba, y el otro, negro, con forma invertida.
Estando de pie medía nueve metros, y de ala a ala, completamente extendidas, alcanzaba unos veintidós.
Antharus nos enseñó acerca del efímero sueño durante milenios, antes de la existencia del miedo, y entre sus alas recorrimos toda la madre tierra.

Pero, hace cien mil años, en una noche que jamás olvidaremos, nos habló sobre cómo recrear el cielo en la tierra, porque se acercaba la hora de jugar el juego de la dualidad.
Esa última noche en la que lo vimos, antes de que regresara a su lugar de nacimiento, nos contó un cuento, un cuento que no sólo perduraría en nuestro recuerdo, sino que sería un cuento que se nos quedaría grabado también en nuestra memoria álmica, aprehendido, custodiado en una cristalina cueva sumergida en el océano de nuestro siempre.
Alrededor de una hoguera azul-violeta escuchamos sus sabias palabras, sabiendo que sería la última vez que, con aquellos trajes de piel lemurianos y atlantes, le veríamos, con su amorosa y alada mirada-sonrisa.

Esto fue lo que nos narró, aquella noche luminosamente oscura:
Había una vez un grupo de ángeles deseosos de danzar en un baile de máscaras, que decidieron jugar al juego de la vida. Para ello, planearon aparentar ser otra cosa distinta de lo que eran. Sería muy divertido fingir ser humanos, pensaron.
E idearon el juego, lo planificaron concienzudamente, de forma que lo dejaron sin destino. Cada ángel fingiendo ser humano tendría la capacidad de jugar y mover sus piezas a su antojo. Ninguna divinidad marcaría su sino. Todo humano sería capaz de ser creador de realidades, todo individuo sería amo de su camino.
Y así lo hicieron, pues así lo imaginaron. Sin embargo, pasado el tiempo, después de tantos trajes de piel, los ángeles olvidaron su divinidad, olvidaron que eran espíritu, y creyeron que eran sólo impotentes humanos. Y maldijeron su infortunio, su pena, su aislamiento, su dualidad, sus obstáculos.
Entonces, los ángeles que pretendían ser humanos, pensaron: “nos hemos perdido, no sabemos quiénes diablos somos. Nada nos podrá salvar nunca.”
Así sienten los humanos que fingen ser almas oscuras. Mas las almas son todas eternamente divinas, pero, para jugar al juego de la dualidad en el juego de la vida, aparentan que están perdidas. En realidad, no hay ángel caído, ni alma solitaria, ni divinidad vengativa, sólo existen los ángeles divinos jugando el juego de la vida.

Antharus nos contó esta historia hace cien mil años, a los lemurianos y lemurianas, atlantes y atlantianas que allí nos encontrábamos.
Aquella centelleante noche aprendimos con Antharus que no existe la negrura y que aquellos que trabajan para la oscuridad, también son, o en su momento serán, guerreros de la luz sin ataduras.

Y he aquí que el juego de la dualidad comenzó. Los ángeles que fingían ser humanos malvados comenzaron a perseguir a todos los dragones, pues anhelaban su sangre, que creían mágica. Muchos dragones fueron masacrados, y partieron al otro lado, sin rabia ni rencor.

Pero, Antharus escapó.

Hermanos y hermanas, amantes de los dragones, recordad esta estampa:
Antharus volando, en un cielo inmenso, de vuelta a casa.

Antes de irse, dedicándonos su última mirada-sonrisa, Antharus prometió que volvería.
Cuando retorne la magia, cuando recordéis que todos somos uno, dragones y ángeles simulando ser individuos, volveréis a ver mis alas extendidas.


Dedicado, con especial cariño, a Shirabonita.

martes, 8 de febrero de 2011

El Hogar

Estamos aquí. Somos El Hogar.
¿Sabes que hay un lugar en donde, gracias a tu sueños, se vive celebrando y agradeciendo?
¿Sabes que tus huellas, hechas palabras, son el rastro, el reguero que siguen para recordar El Hogar las almas que se creen perdidas?
¿Sabes que nosotros, la Familia, lloramos de felicidad y os honramos profundamente por haber contenido tanta luz en un receptáculo tan limitado, denso y lóbrego?
Y es que no te imaginas. Daríamos enteras nuestras vidas por mostrarte, por insuflarte una ínfima muestra de lo que te decimos. Mas el momento llegará, como llegó aquel momento en el que te vimos entrar, por primera vez, en el mundo verdiazul, y con lágrimas en nuestros ojos te dijimos adiós, te susurramos con el corazón roto, hasta pronto. Porque tú quisiste sondear lo insondable, porque tú ansiaste conocer lo incognoscible. Todo en beneficio del planeta Gaia. Los guardianes de sueños sois así.

Nunca se está muy lejos del Hogar, a tiro de un pensamiento está siempre la Morada.
Los guardianes de sueños vinieron a soñar la fantasía para recrear El Hogar, vinieron a recordar su origen, vinieron a mostrar cómo cada uno es guardián de su propia senda. Y para hacer todo eso los guardianes de sueños no pueden evitar añorar la Familia, añorar su senda.

¿Recordarás que no se deja de habitar El Hogar?, ¿que El Hogar no es un lugar concreto, sino una vibración en la que resuenan todas las almas? ¿Recordarás que nunca se acalla?, ¿que puede ser invocada, sentida, cantada?
La vibración del Hogar se lleva en la garganta, en la creatividad, en la música del alma.
El Hogar no pierde a sus habitantes de vista. Os llevamos y nos lleváis siempre, continuamente, en la mirada. Es un brillo singular, una chispa burlona que desprenden los ojos que nos buscamos con la añoranza.

Los guardianes de sueños se adentran por parajes tenebrosos, se pierden en innumerables laberintos mágicos y no se extravían nunca. ¡Son tan bellos los guardianes que sueñan los sueños que guardan! ¡Son tan eficaces y certeros haciendo realidad lo inimaginable!

Mira, ¿los ves? Son astros que una vez se perdieron por un laberinto espacial inmenso y dejaron de brillar. Pero ahora resplandecen, ¿sabes por qué? Es porque tú y millones como tú acordaron adentrarse por ese laberinto para sembrar caminos, para labrar sendas que sirvan de salida, de desembocadura a otras sendas. Esos astros que ahora vislumbras radiantes relucen gracias a tu desinteresada zambullida en el confuso y narcotizante laberinto, maraña de marañas, avispero caótico, maleza entre maleza.

Porque tú eres un guardián de sueños, un centinela de maravillas, faro entre la niebla. Tú eres un inspirador de inspiraciones, una vela que nunca se apaga, encendida siempre por el fuego de la Unidad. Eres un soñador de realidades que nunca se cansa de presagiar.
El trazo que trazas, que pintas y que tú vives torcido, tortuoso, escabroso, es el lienzo que utilizan otros para descubrirse, para contemplarse, para sentirse.

Tú eres un guardián de sueños, ¿sabrás susurrárselo a tu miedo?

Poema invisible

¡ !








¿ ?

Poema tímido

No me mires.
No me mires.
Estoy desnudo.
¡Sé que estás mirándome!
Por favor,
soy muy pudoroso
y casto.
¡Deja de mirarme!
Despreciable,
indecente,
obsceno.
Mal rayo te parta.

Poema resacoso

Pufff, pufff, pufff...
Te odio a muerte, lector.
Eres mi peor enemigo.
Juro que he de acabar contigo.
Con todas mis fuerzas lo persigo.
Y te prometo que si no lo consigo,
lo hará otro ofendido poema asesino.
Por todos los versos ultrajados, lector,
reclamo venganza, vil enjuiciador.
Pufff, pufff, pufff...

Poema borracho

Glup, glup, glup...
Te quiero mucho, lector.
Eres mi mejor amigo.
Juro que no voy bebido.
Con el corazón sobrio te lo digo.
Y te prometo que si luego vomito
no se me olvidará lo que recito.
Por nuestra eterna amistad, lector,
brindemos con este exquisito licor.
Glup, glup, glup...

Poema agonizante

Me han dado en la herida.
Me quieren quitar las palabras.
Orad por mi alma casi ya deshecha.

Me desletreo.
Ya desaparezco.
Me mue.....

Poema cojo

Fui poema cojo en la antología completa de minusválidos versos.
Me faltaba una de las extremidades para caminar cómodamente.
Lisiado, mutilado, adefesio.
A nadie le gusto.
Pero aún así existo.
Carezco de armónica forma, pero permanezco.
Aunque sólo sea en un folio maltrecho.
Necesito ojos para ver cómo me encuentro.

Travesía

Me sumí en una inmensidad de vacíos.
Estuve ausente del planeta que me vio perecer.
Yo amaba a este globo verde y azul.
Mas me llenó de huellas y cicatrices.
Pensé que la muerte todo lo extinguiría.
Y que el amor era dolor sin medida.
Pero me equivocaba.
Este mundo no es inmundo, ni en él hay inmundicias.
Porque es un círculo de únicas travesías.

Revelación

Una noche, en un murmullo de viento, atisbé el misterio.
Penetré lo impenetrable.
Di nombre al anónimo escondido. Se llama olvido.

Misiva introvertida

Me escribió una carta que no se dejaba leer.
Sus caracteres estaban impresos con tinta tímida.
Estaba claro que las palabras no querían ser vistas.
Era una intromisión a sus conceptos.
Pero no la respeté. ¡Ay de mí!
¿Qué hago yo ahora con este castigo?
Me han jurado venganza por su involuntario desnudo.
¿Qué culpa tengo yo si hay vocablos retraídos?

Secretos

No os lo he contado.
Lo llevo atragantado en los huesos.
Soy coleccionista de nuncas y atesoro noes.
Persigo los jamás.
Soy alpinista de ideales cuando me da por escalar o cuando huyo de escapar.
Se me ve lo improbable por probar.
Sirvo a lo irrealizable e ignoro lo real.
Aún estoy por crear.
Soy la realidad.

Oleaje

Fue mi amigo el mar quien me lo trajo.
Ocurrió el día de los amaneceres. Lo recuerdo muy bien.
En su interior llevaba todas las palabras que una vez pronunció mi enmudecimiento.
Era un frasco-recuerdo.
Contenía también las piedras preciosas de nuestras vivencias.
Cuando lo abrí, se convirtieron en mariposas.
Tú cabalgando las olas de la desolación, y yo en la isla de la pena.
Pero no morirá, hermana, el océano que nos vela.

Irreversibilidad reversible

Y se murió, enajenado con sus absurdos.
Enfermó de utopía.
Se dolía por su necedad.
Vivía encadenado a la libertad.
Deshallado, deshabitado, descolocado.
Rebuscaba por los cajones de los encuentros.
Y por doquier le nacían los tormentos.
Llegó ya magullado al mundo.

Arrinconamiento

Me arrincono en el destierro de desiertas playas y estrechas cuevas ancestrales.
En el escondrijo de un olvido recuerdo mi morada.
A través de mi ventana de saudades contemplo un firmamento de esqueletos, confirmando que postergué el sendero.
Mi único deseo es morir en esta madriguera de imposibles.
Tengo miedo de contagiar el virus de mis grilletes.
Temo liberar los fantasmas de mi entierro.

Soledades y lamentos

Antes que nada, puede ser que todo fuera fruto de mi errática imaginación.
Juro por mi honor que, en la mayoría de las ocasiones, mi mente no puede diferenciar la realidad de la ficción.
Me topé con una muchedumbre de desfiguradas soledades y encorvados lamentos, séquito de presencias que me seguían allá donde fuera.
Al principio me asusté, después les grité, les exhorté a que me dejaran en paz valiéndome de los más hirientes exabruptos, para luego acabar suplicándoles. Pero todo fue inútil. Me siguieron durante eones, y me acostumbré a ellos.
Con el paso del tiempo y del cohabitar, caí prendado de sus encantos, embelesado con sus fascinantes embrujos les consentía todos sus caprichos. Comencé a vivir por y para ellos. Las soledades me parecían bellísimas, y los lamentos, antes encorvados, ahora los veía como los seres más apuestos que existían.
Todos juntos compartimos las penas y las alegrías que nosotros nos enviábamos a nosotros. Supimos de una ascendente amistad, pero ésta amaneció un día para hacerse anochecer infinito.
Porque soledades y lamentos se fueron como vinieron, de un día para otro. Los busqué por todas partes. Oré para que regresaran, los invoqué, los maldije, escupí sobre su recuerdo, para terminar pataleando y llorando desconsoladamente. Pero todo fue inútil.
Se esfumaron para siempre.
Y ahora me arrastro por el suelo.
Porque he olvidado cómo se camina sin soledades ni lamentos.

Vagabundo gemebundo

Recorría paisajes de noches oscuras con el alma fragmentada, pero nadaba todos los mares de la desazón a puñaladas.
Era frecuente habitante de negros tártaros, y el afán se le caía hecho pedazos. Aun así, nunca lo vimos abrasado por el fuego de la aflicción.
Tenía mirada de halcón y corazón de marinero. Nunca nos dijo su nombre. Era individuo de nadas y nadies.
Alguien lo encontró una noche, borracho de ausencias, abrazado a un vomitado recuerdo.
Al cabo de un tiempo nos enteramos de que vagaba como ser doliente, perturbado, ausente.
Había perdido la razón, pero había ganado la serenidad.

Nunca más supimos de él.
Le perdimos el rastro al amor.

Lo que haga falta

Lo que haga falta, hermanas.
Entregadas a la voz del gran Espíritu, dispuestas a cualquier cosa planeada por todo lo que es, preparadas para celebrar, para la noche, para el abismo, para la reunión entre el cielo y la tierra.
Lo que haga falta.
Mientras el mar nos siga llamando con el rumor de su ancestral oleaje... lo que haga falta, hermanas.
Mientras la noche nos siga cantando sus misteriosas aventuras... lo que haga falta.
Mientras las estrellas continúen irradiando sobre nuestras cabezas el resplandor que alumbra los negros pozos... lo que haga falta.
Mientras el cielo se mantenga en su lienzo, deleitándonos con sus insondables paisajes... lo que haga falta, compañeras.
Mientras la luna y el sol sigan bailando, buscando abrazos con sus rayos dorados y plateados... lo que haga falta.
Mientras quede una montaña, escalera majestuosa que nos conduzca al cielo... lo que haga falta.
Mientras las flores se alcen al son de los instantes derramando perfumes que nos curen el alma... lo que haga falta.
Mientras vivan las piedras, rocas para nunca soltarse, cuevas para refugiarse... lo que haga falta.
Mientras haya un árbol donde reposar la angustia de la existencia, un árbol donde descansar de las sombras a su sombra... lo que haga falta.

Lo que haga falta, hermanas. Todo por la magia.
Ya llega la hora, la hora de la cosecha.
Un tramo más del camino y hallaremos la salida al laberinto, que es la entrada para culminar tantos eones estando dormidas.
Lo que haga falta, hermanas. Lo que haga falta, amigas.
Para eso nos dimos estas vidas.

Mientras uno sólo de nuestros sueños flote en el lago de la imaginación, no morirá nuestra visión, mientras uno sólo de nuestros sueños siga sonando al son de nuestra canción, habrá valido la pena la pena.
Mientras uno sólo de nuestros vuelos navegue por el océano de lo ignoto, no se extinguirá nuestro batir de alas, mientras uno sólo de nuestros vuelos no renuncie a su bucear, nuestra soledad no nadará nunca sola. Nunca.
Mientras una sóla nota de música surque la gozosa partitura del ser, tendremos armonía.
Mientras quede un sólo barco de lo eterno que nos lleve a destino, habrá guía para esta gélida y cegadora tormenta.
Mientras una imaginada puerta a la luz se nos aparezca para reconocer momentáneamente a la fiera oscuridad, sostendremos la antorcha del origen, sólo con nuestra presencia.
Mientras una sola de las velas que encendimos para recordarnos, continúe encendida, hallaremos cobijo. Mientras uno sólo de nosotros, los soñadores despiertos, mantenga su atención enfocada en lo imperecedero, no pereceremos.
Hermanas, lo que haga falta.
Lo que haga falta...

Vendarte

Vendarte. Sólo quieren vendarte, esquivarte.
Porque así es más fácil venderte, comprarte, en este mercadeo del arte.
Sólo quieren crearte tu arte con sus imágenes y semejanzas, de eso se alimenta este sucio negocio de las ideas, de eso vive esta prostitución de la creatividad.
El arte es avance, movimiento, progreso. No debiera estar en venta el progreso, no debería ponérsele una venda al avance.
Se sabe de un círculo formado por aquellos que definen qué es arte, un círculo rebosante de putrefacción y blasfemias con un único propósito: macular las creaciones artísticas que no les satisfacen. No viven el arte, sino que lo llenan con sus críticas y calificaciones. Son elitistas del arte, marchantes de sentimientos.


Arte es impronta, revelación, testimonio, muecas que nos hace el alma y que hay que plasmarlas si no queremos estar sordos de nuestros sonidos.
Arte es balancearte en la hamaca de tus alados sentidos, extasiarte en la síntesis de tus descubrimientos. Arte es augurios, presagios de tristezas venideras.
Es adelantarte a ti mismo, observarte, atraparte, obsequiarte, amarte.
Arte es amarrarte a tus cimas, alcanzarte en tus amerizajes, arrojarte por precipicios escarpados, derramarte en cascadas de lágrimas.
Es estirarte hasta la eternidad, curarte tus heridas, abrazarte tus miedos.
Arte es recordarte. Anhelarte.
Arte. Para inhalarte, para insuflarte, para exhalarte.
Para vomitarte.

Soy, luego soy

Mientras el método discursa...

Al liberarse de todo se está más enraizado que nunca. Liberarse es abarcar. Si se liberan todos los planes incluyes todos los planes. Todo plan se ha realizado ya, nada es creado, sino recreado, en este recreo. Ni me creo ni me destruyo, luego me transformo.
En el juego de este sueño, si sólo te entretienes, pierdes, aunque salgas vencedor. Si lo disfrutas hasta el punto de convertirte en afirmación andante, estás a salvo.
En el juego de este sueño, se sueña para jugar, y se juega para soñar. Si jugamos, gocemos el sueño. Si soñamos, extasiémonos jugando.
En el juego de este sueño, sólo hay un requisito: que no haya un sólo requisito para jugar o soñar.
Liberarse en el juego de este sueño significa que nada puede atarte, por lo que puede uno hartarse de atarse cuanto quiera.
Para jugar, sólo tiene uno que divertirse. Para soñar, sólo ha de estarse uno despierto. Nada tiene importancia en el juego de este sueño porque todo interesa. Se puede volar estando una bajo tierra. Crecer jugando mientras se sueña, sin otra preferencia que la de regocijarse, sin más ambición que la de deleitarse en el deleite.
Cuando sorprenderse es la única cosa que no nos sorprende, cuando todo es sin nada que alcanzar, cuando toda música procede de la misma nota, se puede ser mientras se es.
En el juego de este sueño, todo lo que pueda ser soñado está permitido y es festejado, es un poder que posee hasta el más cuerdo.
Se disfruta mientras se recrea. Hay júbilo en este baile de juego soñado.

En este teatro de lo absurdo, todo es mentira menos las emociones que los personajes provocan en los actores.
En este globo hinchado de muñecos, soy guiada por mí misma. En caso contrario, ¿dónde iría a parar mi recreación? Degeneraría en paso uniforme, en camino a ritmo de limitada partitura, en olvido del regocijo.
En este simulacro de realidad que estamos soñando por puro gozo, es la magia del alquimista la que lo hace genuinamente real. Hablo del arte de transformar, del cincelar lo inmortal con la herramienta de lo superfluo.
Esta esfera me resulta tan familiarmente extraña, tan firme en lo mudable.

Soy, luego soy. Más lejos no atisbo la mirada.
Estoy allá donde me lleva mi barca.
No codicio destino ni propósito, vivo en el ancho mar.
Soy, luego soy. Más cerca no hay nada.
Me dirijo al lugar que nunca he abandonado.
No albergo aspiraciones, moro en mi morada.

De creación en creación, respirando la compañía del sol, aun en plena noche, aun en plena lluvia. Allá donde me hallo me encuentro. Descarto todo descarte, no sé de tácticas ni disciplinas, ni de estilos o fórmulas. Me recreo en mi cosmos.

¡Si estamos flotando, si hacemos pie! ¡Si respiramos! ¿Para qué tanto sofoco por acumular salvavidas?
¡Que discurse el método!
Yo soy.

Talismán

Invocar Talismán.

Guardar Talismán que robo a mi imaginación.
No por avaricia, rapacidad o superstición.
Sino por respeto al corazón.
Guardar Talismán para detener la hemorragia.
Para hacer magia con la magia.
Para alterar diagnósticos, para calmar esta taquicardia de rabia.
Eso es magia.
Eso es acrobacia.

Proteger Talismán.

Cuidar Talismán porque es sagrado gozar de esparcimiento.
No por evasión o frustración, ni siquiera para huir del amodorramiento.
Tan sólo para ser el ser del momento.
Cuidar Talismán para expandir el alma.
Para ampliar la vista en esta noche tapiada.
Eso es magia.
Eso es nigromancia.

Recordar Talismán.

Aunque Talismán no se pueda perder, se puede olvidar.
Y olvidar Talismán es creerse otro, es sufrir el ansia de disfrazar.
Es ser asaltado para robarte tu caminar.
Talismán impulsa para no caer en el engaño de la pérdida.
Para que no te conjuren con escasez o cualquier otra técnica.
Eso es magia.
Eso es la verdadera ataraxia.

Vivir Talismán.

A Talismán hay que infundirle aliento sobre aliento.
Es vital vivir, soñar conociendo su conocimiento.
Hacia dentro.
Peregrinar con Talismán te llevará siempre al no-tiempo.
Donde nunca ha existido condicionamiento.
Eso es magia.
Eso es pura matemática.

No infravalorar la magia.
Todo está hecho de su sustancia.

Lo recito al cielo

Vengo de la negra ausencia, partí de la aurora, huyendo del maleficio de la amnesia...
Caí en la red heredada donde disparan doctrinas, se arrancan las raíces y no hay otro alimento...
Vengo de una paradisíaca esfera convertida en fábrica de huesos, todos llevan su antifaz para encadenarse la visión, pues con los ojos cerrados descansan los muertos...
Lo que ve mi ojo lo recito al cielo...
Se lo recito al cielo...

Lo cercaron todo, todo lo dividieron. Dijeron que la vida se puede mantener fuera de la vida. Y todos les creyeron. Es verdad que impera la mentira, que allí sólo creen lo que ve la ceguera...
Vengo de la negra ausencia, donde nadie está del lado de nadie, donde todos se evitan, se alejan, se estiran, sólo para no tocarse...
Lo que mi ojo ve lo recito al cielo...
Se lo recito al cielo...

Esta negra ausencia, ¿qué quieres que te diga, hermana?, es un galimatías, pero se mantiene como ciencia perfecta. En la negra ausencia todo es apología de la muerte, atrofia y parálisis de la creatividad. Un único cuento se cuenta ininterrumpidamente: que no contamos, que somos víctimas... A través de la infinita noche, el creador es víctima de la criatura...
Lo que mi ojo ve lo recito al cielo...
Se lo recito al cielo...

Venimos de la negra ausencia, presentes todos, los dioses que fuimos siervos, ¿qué quieres que te diga, hermano?, la negra ausencia nos llueve a todos, somos la noche.
En honor a la verdad, se impone la adoración a la mentira. En la negra ausencia se anda oculto, envuelto en celofán. Y no hay esperanza de desenvolverse. Venimos de la negra ausencia, nosotros, que vinimos del clan de los colores...

Lo que mi ojo ve lo recito al cielo...
Se lo recito al cielo...

Es la negra ausencia, amigo, la que aísla y encierra, la que maniata los pensamientos, la clausura de las ideas. Y las voces están roncas de alzar la voz en silencio, y las palabras están mudas, mudas de tanto gritar el secreto. Es la negra ausencia, amiga, una negra ausencia clara y transparente, dispuesta a salvarte de tus rarezas. Toda singularidad y cada peculiaridad es engullida porque lo extraño amenaza con desestabilizar lo monótono.

Vengo de la negra ausencia, caí en la red heredada, yo, que venía del clan de los colores. Vengo de que me abatan, de vagabundear por el desaliento. Vengo del doblegar hasta el agotamiento. Soy noche.
Lo que mi ojo ve lo recito al cielo... Lo recito al cielo...
Y el cielo lo llueve a la tierra...

Angostura

Algo grave está pasando. ¿¡Qué es esta incomodidad?! Se esfuma toda armonía, y se lleva toda esa calidez tan familiar. No sé lo que es, pero se percibe por doquier. Estrechez, aprisionamiento, agobio, apretura.
Algo malo tiene que haber ocurrido, algo no va bien. Todo a mi alrededor me provoca sensación de exilio, aquí no hay más que ahogo, atmósfera asfixiante. Caos por todos lados. El hogar se desmorona. Soy atraído por una fuerza desconocida que me empuja al abismo. Resistencia, mucha resistencia. Desasosiego, incertidumbre. Angustia. No hay salida. Se me impone salir de mi burbuja, todo va muy deprisa.

Siento que recorre todo mi cuerpo. ¡Algo muy grave está pasando! Pánico, espantoso pavor a la aniquilación. A merced de esta fuerza magnética que me absorbe enérgicamente estoy.
¿¡Qué tira de mí, ejerciendo esta poderosa atracción!? Cada vez es peor, más intenso se vuelve el dolor. Este malestar es serio. ¿Por qué esta cárcel de sentidos, esta prisión?

No hay salida. Nada igual he sentido nunca. Me resisto, resisto y resisto. Me asusta este abismo desconocido. Añoro aquella calidez tan familiar. ¿Por qué se destruye mi cáscara? Pánico, espantoso pavor a la aniquilación. Estrechez, aprisionamiento, agobio, apretura. No hay salida. Directo al vacío...

Me quedan pocas fuerzas, sé que mucho más no podré resistir...
Me rindo. Me dejo llevar hacia el epicentro de lo que gravita. Voy a morir, voy a morir, ¿voy a morir? Una luz cegadora lo invade todo...Un frío horrible se me abalanza. Respiro.
La vida me invade...

Soy un nuevo nacimiento humano.

Carne de vocablo

He sido palabra. Muchas palabras. Vidas y vidas como individuo de la especie dialéctica. He encarnado en todas las palabras que creé. Pero es en las primeras que viví de las que guardo un recuerdo especial, por su inocencia y curiosidad. Son ésas las que me voy a recordar.

Primero fui Lago. ¿Cómo olvidar mi primer ser verbal? En encantadora criatura encarné. El Lago que fui era ser sereno, una placidez misteriosa que resplandecía se respiraba a través de Lago. Una bendita compañía solitaria. No sé durante cuánto tiempo fui esa palabra. Debió de ser mucho, porque me pareció poco. Lago, Lago, Lago... Pero tuve que dejar de ser Lago, otro ser me reclamaba la palabra. No se puede ignorar a quien te pide la palabra. Con pesar abandoné mi primera vida como vocablo. Lago, Lago, Lago... susurraba mientras hacia otro ser del gran Léxico viajaba...

Lo que fui fue Música. En la señorita Música me asenté. Pasé de lo sereno a lo sonoro. Experimenté la vibración, la convulsión, la sacudida. Música, Música, Música... ¡Qué fascinante estremecimiento de notas!, ¡qué delicia fue latir como Música! Los recuerdos de Música suenan y resuenan en mi mente, ¡qué vida de palabra fue aquélla! Cuando fui Música todo era canto continuo, la vida era saltarina armonía, ordenado caos de polifónicas partículas.
Música, Música, Música...

Después de Música me deparaba Existencia. ¿Qué decir de Existencia? Pude adentrar en ella porque estaba vacía, nadie la habitaba. Existencia, Existencia, Existencia...
Llamo a mi memoria cuando recuerdo esa palabra. En las entrañas de la bendita Existencia moré satisfecha. De una sustancia de profundidades estuve hecha. Colectivo de presencias fui en Existencia. Todo género de géneros anidaban en mí cuando fui aquella palabra. Os lo juro. Palabra de la que es y fue palabra.
Existencia, Existencia, Existencia...

Más tarde me convertí en Trepadora. En Trepadora fui un ser escalera. Escalera de términos y voces. ¡Qué altura alcancé en ese ser! ¡Qué de colinas, crestas y montañas! Trepadora, Trepadora, Trepadora... Pináculo con cultivables estrellas. Mezcla de barro con firmamento. Ascensión y gateo fue aquella vida. Un arrastrarse hacia arriba. En Trepadora fui más que carne de palabra. Fui parte y esencia del gran Léxico, ánima que pertenecía al creador. Creyente de su religión, el lenguaje. Aún no he sido palabra más escaladora.
Trepadora, Trepadora, Trepadora...

De ánima Trepadora pasé a Maraña. Aquí fui salto y brinco, mayúsculo enredo. Reconozco que minimicé las posibles consecuencias de encarnar en tan confusa palabra. Maraña, Maraña, Maraña... Creí que disfrutaría al experimentar ser ovillo de confusiones, pero no fue así, me confundí, y en Maraña fui confundida. En Maraña me enredé. Embrollo tras embrollo, otro ser tan ávido de confusión como yo, me pidió que me desenredara de Maraña.
Desde la distancia ya no encuentro tan confuso su abigarramiento.
Maraña, Maraña, Maraña...

Después quise ser Cuentista. Pero me confundí de cuerpo, aún era neófita en esto de las encarnaciones en cuerpos verbales, y aterricé en Cubista. Me desconcerté al sentir todo ese diluvio de formas geométricas. Pero no lamento mi error. Cubista, Cubista, Cubista... En Cubista todo era demasiado exacto para mí, confieso que, al principio, me laceraba tanta simetría. Mas en su precisión encontré belleza, y en sus vértices y ángulos aprendí mucho. Fue en Cubista donde comprendí la matemática de las figuras, fue en Cubista cuando asimilé cómo depende del contorno el estudio de la ciencia de las imágenes. Me ejercité en el arte del equilibrio, y así cultivé significados.
Cubista, Cubista, Cubista...

Y, por último, no me olvido de Palabra, mi querida y añorada Palabra, ¡qué palabra, gran Léxico, qué palabra era Palabra! En ella fui astro, supe lo que es ser archivador de signos. Palabra. Palabra, Palabra, Palabra... No miento si digo que vislumbré el ojo de la sabiduría, y no yerro si asevero que no atisbé en su mirada otra cosa que no fuera infinita ternura, palabra de la que fue Palabra.
En Palabra habité en el centro del universo del lenguaje. Fui libre zumbido en imparable expansión para abarcar lo inabarcable. No ha habido ni habrá otra vida como la que viví en Palabra, en Palabra conocí la lágrima, sentí la hermandad de todo signo, valoré cada gota del mar de la simbología. Cuando me fui de Palabra estuve mucho tiempo sin encarnar vocablo alguno. La vida como Palabra me dejó marcada.
Palabra, Palabra, Palabra...

Ahora espero, deseo volver a encarnar. Tengo otra vida de carne de vocablo apalabrada. Seré Acuarelista.

Los guardianes de sueños

Yo sé que no. Que no, que no.
Que nosotros no matamos al sueño. Nosotros no. A los sueños no vamos a matar.
Las relucientes tumbas que construís para los sueños, una a una las vamos a quemar. Una tumba siempre será una tumba. Una a una las vamos a quemar.
Al fuego del Espíritu no se lo puede extinguir. Que no, que no. Al fuego del Espíritu no se lo podrá apagar. Yo sé que no.

Sería hilarante, si no fuera lamentable, vuestro frenético hábito de construirles sarcófagos a los sueños. El sueño es inmortal. No por mucho tiempo más vais a engañar, a embaucar, a manipular, ni a tergiversar. Al sueño no se lo podrá apresar por toda la eternidad. Yo sé que no. Que no, que no...
A nuestra maestría no se la podrá silenciar más. Bendita maestría, nos viene de tanto soñar.
Mantendremos los sueños con vida, no a esta pesadilla adormecida. Yo sé que sí.
Todos somos semillas de sueños, en nuestro interior dejaremos crecer al soñado jardín soñador. Que sí, que sí. Todos somos semillas andantes de sueños voladores. Y sí, nosotros lo sabemos.
Todo es sueño del ser. A los sueños no se les puede exterminar. Matas uno y salen cien.

Hemos venido. Estamos ya aquí. Os vais a cansar de oírnos. Somos los guardianes de sueños, somos sus protectores. Los soñadores venimos a advertir a los sepultureros de sueños que no vamos a continuar vuestra repugnante depredación. Podréis matar un sueño, pero os saldrán un millón.
Los sueños vivientes vendrán a nosotros, a los que somos sus guardianes. Y los cuidaremos para que crezcan más y más y más...
Llegará un día en que el bosque de sueños será tan enormemente colosal que invadirá vuestras cuevas, y ya no seréis taladores de sueños nunca más.

Queridos sueños: vuestro leal ejército de protectores está despertando. Ya estamos aquí. Traemos las antorchas con el fuego del Espíritu, y al fuego del Espíritu no se lo podrá apagar. Que no, que no. Yo sé que no. Porque hay que parar todo este genocidio de sueños, este linchamiento castrante. Los guardianes de sueños no somos morbosos con la catástrofe.
Poco a poco, nuestro grito se os hará más estridente, porque el grito de los guardianes de sueños resuena con la fuerza silenciosa, y el grito de los soñadores se expandirá más y más y más. Yo sé que sí. Que sí, que sí.

Lo habéis oído. No hemos venido a matar sueños, venimos a protegerlos. Porque somos los guardianes de sueños.
Y el fuego del Espíritu nos ilumina...

A la orilla del eclipse

Todo está en todo, compañero marinero, susurraban los otoños, ¿puedes estar en paz con eso? Todo está en todo.
Sé de un oasis, aseguraba el desierto, ¿podrías tú correr la voz? Que no se olvide mi oasis, por favor.
No sé transcribir lo que decían las mariposas, porque sus palabras eran muy resbaladizas, pero el mensaje seguía siendo el mismo: todo está en todo.
A la orilla del eclipse. Todo sucedió a la orilla de un eclipse, cuando toda lejanía se percibe cercana. Es la misma historia que cuentan y cantan las flores, cuando no están dormidas. (No despiertes a las flores dormidas, mantén siempre su cuento encendido hasta que despierten).
A la orilla del eclipse, es fácil que lo hayas visto o sentido. No es fácil vestirlo con palabras, tampoco es fácil dejar de intentarlo, transcribir el recuerdo es una manera de memorizarlo, para no olvidar lo que se sabe. Es paradoja y no es paradoja. Es así.
No hay, por ahora, otra forma de vislumbrar el camino, compañero caminante. La voz de esta orilla se habla a sí misma, se da pistas y se deja las huellas por este camino mágico y tortuoso. Pues tú sabes tan bien como yo, caminante compañero, que lejos de la orilla es fácil perderse. Parece que no sabemos lo que hay de sino y lo que hay de destino. Eso dicen, aventurero amigo.
A la orilla del eclipse todos saben que todo está en todo. ¿Puedes tú correr la voz?
Aunque no importa, eso lo sabes. Porque todo está ya hecho, todo es sólo baile, a la orilla de un eclipse. Eso ya lo sabes, compañero marinero.
Surcar, atravesar, navegar, volar, amigo tripulante. Oceánicos cielos nos esperan, para seguir trazando el mapa de la galaxia onírica mientras paseamos a la orilla de un eclipse.
En un cuento nos encontramos, compañero caminante, y en un cuento nos reencontraremos. Todo está en todo, alado viajero. Nada importa, porque ya todo sucedió. Es solo baile, a la orilla del eclipse, eso atisban los navegantes de bóvedas celestes.
¿Qué contaremos, apreciado amigo, cuando hayamos cruzado la orilla?
¿En qué horizonte descansará la mirada? ¿En qué mar nos dejaremos mecer por lo soñado, alquimista de misterios? Aquí en la orilla podemos dejar de aparentar que no sabemos. Es solo baile, en medio de una lluvia de teclas musicales. Contaremos, cantaremos, apreciado amigo. Algo se cuenta o se canta siempre. Afinemos los oídos.
Todo está en todo. ¿Escuchas la sintonía de la sincronía? ¿Oyes ese algo que siempre canta?
¿No te encanta navegar hacia el amanecer? Compañero, yo encuentro reposo en tu mirada. ¿Qué contaremos, apreciado amigo?
A la orilla del eclipse, amigo viajero, se atisba en la mirada lo venidero. Junto a esta hoguera disfrutaremos del manto estrellado, ninguna noche es igual a otra. Lo podemos apreciar. Es solo baile, en medio de una lluvia de teclas musicales. ¿Las oyes? ¡Empápate!
Ven, amigo, bailemos sobre las olas de este nuevo eclipse conocido, hablemos sobre los creadores desconocidos...
Surcar, atravesar, navegar, volar, amigo tripulante. A la orilla de este eclipse es solo baile. Es retorno.
Todo está en todo, navegante amigo, todo está en todo.

Mi amigo Verso

Hoy es preciso que os hable de un peculiar amigo. Se llama Verso. Todos lo conocemos de hace mucho tiempo, aunque también hace otro tanto que no le vemos. Nuestro común amigo solía permanecer callado, por eso, cuando su voz cantaba la palabra, era imposible no escucharle con atención. Pero debo decir que no era una atención consciente o voluntaria, no, era como un sobresalto, más bien un estremecimiento, era temblor. Sus palabras no las podíamos comprender fácilmente, pues hablaba en un idioma que nos resultaba extraño. También influye, la verdad, ¿para qué ocultarlo?, el hecho de que no nos gustan mucho los poetas.
Últimamente, Verso estaba penetrando cada vez más en su enmudecimiento. He de reconocer que todos nosotros somos unos charlatanes, y cuando nuestro amigo Verso hablaba, una sola frase bastaba para espantarnos la cháchara.

Nuestro amigo Verso, antes de su enmudecimiento, dijo: “prefiero morir bailando”.
Y nos sonó familiar, pero nosotros no preferimos morir, se produzca de la forma que se produzca.
Nuestro amigo Verso, al poco tiempo, sonorizó: “sólo uno mismo puede salvarse a sí mismo de sí mismo”. Y reconocimos algunos sonidos, pero nosotros entendemos mejor las cosas cuando hablamos de otros. Para nosotros “uno mismo” significa vacío, inexistente, en nuestro idioma. Y, la verdad, ¿para qué engañarnos?, también influye el hecho de que nos suelen molestar bastante los poetas.
Nuestro amigo Verso llegó a nosotros un día, antes de que nosotros llegáramos a nosotros, ésa fue otra de las cosas que nos dijo, pero nosotros no ambicionamos llegar a nosotros, he de decir que nuestras metas son mucho más palpables.
La última frase que pronunció nuestro amigo Verso fue una pregunta: ¿hasta cuándo os esconderéis para seguir evitándoos?
Y se produjo el silencio. Verso se marchó y aún no ha vuelto, ahora nos preguntamos dónde se habrá metido.


Tengo un amigo, tú lo conoces. Se hace llamar Verso.
Verso me hace de paraguas o de abrigo, Verso es mi espada y mi escudo, Verso me hace de esqueleto, indispensable para seguir andando. Verso es amanecer perpetuo, es mi vela para que no me duerma. Tú lo conoces.
La mirada de mi amigo es como una ventana de futuros, es vehículo que transporta aciertos. Verso es un escalador de presentes, tú lo has visto. Verso es puente, escalera o puerta que me lleva hacia lo incognoscible. Verso es así. Tú lo conoces.
Verso viene del rayo. Verso es caminante de señales que viene de la noche, aventurero de vestigios, un fascinante contador de sueños. No hay otro igual.
Me pregunta si lo conozco. ¡Qué gracioso y adorable es mi amigo Verso! Claro que lo conozco. ¿De dónde sacará Verso esos graciosos absurdos en forma de preguntas? Tú también lo conoces, ¿verdad?

¿Tú lo conoces?

Tengo un verdadero amigo, al cual amo hasta el punto de seguirle allá donde va. Se hace llamar Verso. ¿De qué otra cosa podría yo hablar? Ni tú ni yo, amigo, sabemos de qué otra cosa se puede hablar.

¿Tú lo conoces, no? Entonces, si es así, entonces es verdad que tú y yo nos conocemos. Me lo ha dicho nuestro querido amigo Verso. “Todos los que me conocen, se conocen”, eso fue exactamente lo que dijo. ¿Quién puede ignorar a Verso? Nosotros no.

Ese amor presente

Tú sabes de ese amor. ¡Qué lindo es ese amor cuando se envía o se recibe!
Muchos mensajeros tiene Gaia para enviar ese amor como presente.
La amada Gaia envía ese amor con el hermano viento, que éste entrega con su abrazo.
La venerable Gaia transmite ese amor a través de los árboles. ¿Escuchas a los árboles?
Gaia susurra ese amor gracias a las conchas marinas. ¿Transcribes los cuentos de las conchas marinas? ¡Transcríbelos!
Muchos mensajeros tiene Gaia para enviar ese amor como presente.
¿Te has fijado en cómo Gaia baila para ti? ¿No observas las danzas de la brisa con las hojas?
Ese amor presente es el que siempre permanece, y de muchos mensajeros Gaia no adolece. Es ese amor presente...
Sobre firmamentos sigue buceando ese amor presente, ¿acaso no te bañas en las estrellas? ¡Báñate! Es ese amor presente...
Existen mares de éter esperando para recibirse en un encuentro de ese amor presente, ¿es verdad lo que me han contado?, ¿que ya no vuelas por mar alguno?
Hay más, mucho mar más. Muchos embajadores atesora Gaia para surcar las profundidades. ¿No has sido nunca fotógrafo del cielo? Gaia es exquisita pintora. Es ese amor presente su mejor lienzo.
Buscador de piedras, exploradora de gotas de lluvia, muchos mensajeros encuentra Gaia.
Toda nota encuentra su canción. Todo es curioso para el observador. Para el oyente todo tiene su son, nada carece de armonía. Es ese amor presente la eterna partitura.
Emisarios de Gaia, rastreadoras de resplandores, ellos saben que existe en todo un cúmulo de arco iris. Ese amor presente lo conserva. Porque hay más, siempre hay más.
Desde los abruptos despeñaderos sigue resonando el eco. Es la voz de ese amor presente.
No hay temor a caer cuando se salta con la plenitud del vacío. Es ese amor presente la tela de araña más resistente.
Navegando con todo lo que en Gaia navega está ese amor presente. Marineros de simas no temen a nada, porque siempre hay más montañas que surcar. Siempre hay más.
Muchos viajeros envía Gaia para contemplarse a sí misma, con ese amor presente como guía. Hay muchos pioneros alfombrando de pétalos el sendero, se sabe de muchas aventureras que inspeccionan lo inescrutable. Es ese amor presente. Muchos son descubridores de nuevos rumbos, aunque hacen tan bien su trabajo que nunca se los ve.
Los hay también excursionistas, investigadores de lo minúsculo, que se cruzan con los caminantes de sueños por el pasadizo pasajero. Ese amor presente es el que recorre todos los vericuetos.
Turistas todos de Gaia. Los trotamundos no pueden dejar de trotar mundos, Gaia siempre necesitará a sus vagabundas de la corriente, a las del fluir de su movimiento.
De muchos peregrinos disfruta Gaia, no es casualidad encontrarse con los transeúntes de símbolos, con los paseantes de sonidos, o con el misterioso andarín que esté de turno. ¡No hagamos como si no los viéramos! ¡Nos cansa ya este continuo coser de ojos!
Muchos mensajeros tiene Gaia... es ese amor presente. ¿Quién no querría ser nómada de noches para ese amor presente?, ¿quién renunciaría a ser errante habitante de curativos destinos para Gaia?
Muchos mensajeros tiene Gaia para enviar ese amor como presente.
¿Cuál de todos eres?

¿Os acordáis de cuando...?

Esta reunión acontece en lo que ha acontecido y en lo que seguirá aconteciendo, sumergida en un único presente. ¿Para qué decir más? Transcurre siempre así:

Un hermano dice:
¿Os acordáis de cuando se sospechaba el futuro, ya desde el pasado? Ésa es una de las cosas que más me gusta recordar. Me encanta recordar cómo, a veces, parecía que simplemente estaba fluyendo por una corriente cualquiera, sin propósito alguno, para luego darme cuenta de que lo vivido era un mensaje para mi yo futuro, un mensaje sagrado, un mensaje sin tiempo, un mensaje que me enviaba de mí para mí desde el pasado al futuro. También me cautiva recordar cómo los mensajes del presente no sólo eran para el presente sino que, además, portaban respuestas que sólo podían ser advertidas por mi yo futuro. ¿No es increíble como el yo futuro podía preguntar, y encontrar que la respuesta descansaba apacible y pacientemente entre restos de pasado? ¿¡No es increíble?!
Y todos los demás asienten risueños, conocen perfectamente bien de lo que este hermano habla.

Una hermana cuenta:
¿Y os acordáis de cuánto nos gustaba resistir a la comprensión? Me gusta recordar cómo, por un lado, intuía que era un hilo que formaba parte de un único tejido; y cómo, por otro lado, disfrutaba de la duda y de la confusión. Si no me hubiera puesto pistas, si no me hubiera enviado mensajes para y por el camino, os digo, amigos, que aún estaría dando vueltas en círculos. ¿No es increíble el encantamiento de la separación, que ejercemos todos juntos en el círculo verdiazul?
Y todos los demás le dan la razón a esta hermana, casi muertos de risa.

Otra hermana opina:
¿Y recordáis cuando pensábamos que todo se acababa, que todo tenía un principio y un final? A mí, lo que me entusiasma recordar es cuando olvidaba que todo lo que vivía lo estaba guardando en mi cofre de los recuerdos. Me apasiona recordar lo bien que escondí mi cofre, sólo para sentir la plenitud de volver a encontrarlo. ¿No os parece curioso que se lograra velar nuestra esencia, aunque fuera necesario cubrirla con numerosas capas?
Y al resto de hermanos también les parece curioso lo que cuenta esta hermana, pues todos ellos ya lo vivieron más de una vez.
Ahora se abrazan todos mientras se felicitan unos a otros entre múltiples bromas, vibrantes aplausos y cálidos abrazos.

Uno de los hermanos propone:
¡Vayamos a susurrar a algún hermano o hermana del círculo verdiazul! Puede que se estén preguntando: ¿por qué tanto olvido en el círculo verdiazul? Vayamos a recordarles la respuesta: ¡porque nos divierte y fascina recordar!
Y todos los demás aceptan entusiasmados, se marchan todos juntos, bailando entre carcajadas y cómplices sonrisas.

La danza del sí

No hace mucho tiempo, mientras estaba despierta, preparada ya para mi primer largo sueño, mi familia me dijo lo siguiente: como has de dormir durante mucho tiempo, es posible que necesites una alarma potente, de otra manera podrías ignorarla y continuar durmiendo. Tiene que ser una sirena mayúsculamente estridente, porque conocemos los sueños de larga duración, querida, puede que no sea fácil que te despiertes a tiempo.
Recuerdo que me reí a carcajadas. No debe de ser tan difícil, les dije. Oiré la alarma.
A continuación, mi familia me explicó que, mientras soñamos, es posible integrar cualquier sonido en lo que estás soñando. Puede que no te des cuenta, querida, y no recuerdes siquiera que tú pusiste esa alarma antes de irte a dormir. Hay muchas cosas que ser, es vital despertar a tiempo. Por eso, te aconsejamos que utilices cualquier pesadilla que se pueda presentar mientras sueñas.
Recuerdo que les conté que yo nunca había tenido ninguna pesadilla. Las tendrás, me contestaron, seguro alguna habrá. Me explicaron que no había cosa mejor para despertarse que soñar con una pesadilla. Me enseñaron todo tipo de cosas que necesitaría saber una vez estuviera dormida. Cuando hube comprendido la gravedad de la labor, me prometí utilizar cualquier pesadilla.
Lo último que recuerdo antes de mi primer largo sueño fue sentirme optimista y segura de mí misma, pues no me cabía duda de que, con la ayuda de las pesadillas y el mantenerme alerta para escuchar la alarma, me despertaría rápidamente.
Pero no contaba con el embrujo de la somnolencia. Subestimé la realidad de los bellos sueños. En ese momento no imaginaba cuán real podría llegar a ser la belleza, ni tampoco sospechaba de su hechizo laberíntico.

Cuando me quedé dormida olvidé todo lo que me había enseñado mi familia y todo lo que me había prometido a mí misma, como es lógico. Y soñé, soñé, soñé, soñé con paisajes maravillosos, soñé que tenía alas de estrellas azules y que charlaba con ancianos árboles que me enseñaban todo acerca de las semillas. Volé sobre frondosos bosques. Anduve bajo el agua, siguiendo las estelas que se formaban en el fondo del mar. Jugué con un montón de animales diferentes, vivía con elefantes, pájaros, caballos, perros, ballenas, lagartos... Soñé que sentía que nunca había sido tan feliz. También soñé que encontraba baúles mágicos, en los que hallaba maravillas que no tenían fin. Soñé, soñé, soñé, soñé estos sueños en el sueño largo...

Luego soñé que me encontraba perdida en una multitud, y soñé que necesitaba. Soñé que necesitábamos construir grandes edificios, que era vital construir algún refugio, pero una vez construidos, la marea subía y todo se lo llevaba, sin que nadie supiera adónde. Nada se podía construir. Hasta donde alcanzaba la vista, todo era playa y arena.

De pronto, soñé que de uno de los baúles mágicos salía una turba de relojes que me perseguía. Y salí volando...Soñé que llegaba a una cueva repleta de oscuridad, dentro de una de mis ballenas. Soñé que no podía ver nada y que la cueva no tenía salida. Soñé que no tenía escapatoria. Soñé que la oscuridad me aterrorizaba y que oía silbidos y soplidos que me aterraban aún más.

Mas de pronto, soñé que los soplidos y los silbidos se detenían. Pero quedé consternada, pues los silbidos dejaban paso a la turba de relojes que, rápidamente, me alcanzaban. Soñé que me recorrían todo el cuerpo. Que, de repente, todos empezaban a sonar al unísono, como una sirena que me destrozaba los oídos. Soñé que intentaba tapármelos para no oír ese sonido infernal, pero era inútil, aún así continuaba oyéndolo. Soñé que creía que me iba a explotar la cabeza. Soñé que empezaba a desesperarme, sintiendo un caos absoluto. Soñé que intentaba apagar todos los relojes, lo intentaba y lo intentaba, pero cuando conseguía apagar el séptimo, volvía a sonar el primero que había apagado. No era posible... Oscuridad y caos de nuevo.

Después de mucho tiempo igual, soñé que ya no intentaba nada, que no me importaba ya nada de lo que pasara. En ese momento, me dejaba llevar por el sonido de la sirena, no intentaba alejarlo de mí. Soñé que imaginaba que disfrutaba. Soñé que imaginaba que recordaba que bailaba para el despertar. Y, mientras bailaba y bailaba y bailaba, una parte de mí abandonaba la cueva, una parte de mí conseguía salir de la ballena. Pero soñé que me cansaba de imaginar y que sentía que ya llevaba mucho tiempo en la maldita cueva.
Aún así soñé que no me rendiría, y volví a soñar que imaginaba que bailaba. Y bailé, bailé, bailé, bailé hasta soñar que mi danza se convertía en una espiral que dibujaba un sí. Y así continué soñando hasta olvidar que me encontraba atrapada en una cueva...

Lo último que recuerdo es que soñé que despertaba, soñé que ya no me encontraba aprisionada. Soñé que deseaba continuar adelante, soñé que también amaba la caótica y oscura cueva, que no importaba nada. Soñé que no me importaba la imagen que se materializara, soñé que recordaba que sabía que todas las imágenes son olas que provienen de una sola marea. Soñé que sonreía, sonreía, sonreía. Sí. Soñé que recordaba que estaba soñando, que EN REALIDAD disfrutaba soñando, al ritmo de la danza del sí.

Cristal maestro

Hubo una vez un cristal, un cristal que me contó lo que una vez memorizó. Cristal cápsula de memoria.
Reconozco el cristal. Se llama Mina.
No hace muchas lunas, en el cómputo de este amado cuarzo quedó grabada una aventura con forma de cuento.
Me dispuse a la lectura-extracción cuidadosamente. A continuación, comencé a transcribir lo que se me contaba.

Es una mujer, una mujer que camina con un cántaro. Se dirige hacia la fuente crística. Una vez en la fuente crística llena su cántaro hasta reventar. Pero, para Mina no es un cántaro común, no es sólo una copa. A decir verdad, Mina lo percibe como una huella, para el cristal maestro es una impronta energética, algo parecido a una identidad, una identidad imposible de deshacer, un origen verdaderamente inolvidable e imborrable. La mujer camina y camina por senderos, ella no conoce el rumbo, pero entiende la dirección...

De pronto, una tortura aparece desgarrando todo lo que encuentra a su paso. Mina lo registró como herida, aún se puede apreciar la cicatriz en su cuerpo de cristal. Luego de la tortura viene registrada la muerte. Y después de la muerte... vino la promesa... Mina lo percibe como una alianza, como un pacto solemne entre risas y agradecimientos.
La promesa fue la siguiente: Regaremos, lo que aquí fue plantado, con amor y consciencia, pues ha llegado la hora y el fruto pide su semilla. Cuando el fruto madure, nos reuniremos de nuevo para celebrar la esperada cosecha. Y así es.

Así fue dicho, así quedó grabado en el cristal maestro Mina. Ahora Mina ha vuelto, lo que significa que quedan pocas lunas para que disfrutemos de la cosecha, la cosecha de la energía crística.

Esta energía crística que leí en Mina... ¿cómo describirla? Es más que un “hombre”, tampoco es sólo “Dios”. ¿Cómo describirla? Es, sencillamente, una energía amorosamente universal. Una energía que no pregunta, ni anhela convencerte. Una energía que cristaliza con fuego cuando es invitada y que se conserva intacta a través del infinito.

Lo último que quedó registrado en Mina fue la última mirada de esa mujer. Al mirar la mirada quedé reflejada yo en esos ojos. Al poco tiempo, Mina cambió, distintos reflejos emitía. Ahora lo comprendo todo. Mi mirada se llevó la mirada que leí. Ahora las dos volvemos a ser una sola mirada del gran ojo invisible que todo lo acepta.

Sí, así fue.

En el bosque púrpura

A través del velo, a lo largo de los siglos en el bosque púrpura...
Recuerdo a un duende con un círculo rosa, pero hace eones ya que no he vuelto a encontrarme con él, aunque en esto no estoy segura, no sabría deciros, quizás lo olvidé de tal manera que podría estar continuamente cruzándome con él sin advertirlo ni reconocerlo. Quizás. En esto no estoy segura...


Había también una dama, si mal no recuerdo, en este bosque púrpura...
La dama del triángulo blanco... ¿quién era la dama del triángulo blanco? En esto apenas recuerdo. ¿Cómo era? Es inútil, en esto apenas recuerdo. Quizás es posible que hasta fuera yo, vestida de otro momento. Quizás. En esto no estoy muy segura...

A través del velo, a lo largo de los siglos en el bosque púrpura...
Tampoco sé del caballero de la espiral azul, me suena que nunca volvió. Dicen que, en ocasiones, toca su espiral violeta para que, al oír la melodía, sepamos que nunca se fue. Mas eso puede ser una simple leyenda, una falsa realidad. Yo no recuerdo haberlo oído. Quizás lo haya olvidado. Quizás. Pero en esto tampoco puedo estar segura...


¿Y qué fue del mago con el aro del infinito violeta? Algunos dicen que jamás existió, otros, que jamás volverá, pero yo lo recuerdo nítidamente. Eso es algo de lo que puedo estar segura, aquí, en el arcano bosque púrpura...
Ese mago existe, pues recuerdo que una vez existió, aquí mismo, en esta misteriosa selva púrpura.

Pero todo aquello ya pasó, pasó hace mucho tiempo...

Además, ¿para qué engañarme? Realmente no vivo en el bosque púrpura. SUEÑO EL BOSQUE PÚRPURA. Aparentemente, estoy. Verdaderamente, soy soñando.
¡Bah! ¿Qué más da? Me lo voy a decir: YO HE CREADO EL BOSQUE PÚRPURA.
A través del velo, a lo largo de los siglos he ido creando el bosque púrpura.

¿Cansado/a? Pasemos de pantalla. Sube de nivel. ¿Lo ves? El bosque púrpura se desvanece, pero no desaparece. Puedes volver a materializarlo tal como estaba si lo deseas. ¡Mira qué tenemos aquí! Un jardín esmeralda, un jardín malaquita. ¿Juegas?

¿Extenuada ya del bosque púrpura? Sellada la firma, jardín malaquita se irá vislumbrando... sobre un fondo bosque púrpura...
¿Era así? Sí, era así. ¡Pintar, pintar, pintar! Pintar jardín esmeralda malaquita sobre un fondo bosque púrpura.
¿No me gusta? No importa, en el lienzo del ser puedes cambiar a tu gusto. ¡Borra, borra, borra! No importa, estamos soñando que jugamos.

Jardín malaquita sobre un fondo bosque púrpura. Jardín esmeralda sobre un fondo bosque púrpura. Sellada la firma recordarás el lugar en donde se encuentra el aro del infinito violeta de tu mago. ¡Pintar, pintar, pintar! Pintar jardín malaquita sobre un fondo bosque púrpura.

Más tarde...
¡Oye, tú, mago! ¿Un flujo constante? ¿Se marcha y retorna? ¿Continuamente?
No importa. Ya sé, en un sueño, ¿no es mejor reírse y disfrutarlo que intentar analizarlo? Honestamente, vestida con este momento, no sé cómo terminará este sueño. Es más, no puedo entretenerme. Acabo de recordar, de repente, que tengo que pintar un jardín malaquita dentro de mi bosque púrpura. Será fácil. Si he sido capaz de pintar este bosque púrpura... ¿por qué habría de estar lejos de un jardín esmeralda malaquita?...

Es verdad, ya me acuerdo, ya he pintado otras veces jardines malaquitas. Será fácil.

La Diosa de la vida y el Gran espíritu

La diosa de la vida y el gran espíritu me han pedido que hable para mis herman@s.
Me han pedido que os diga que aquel que no sacrifica el amor por el gran espíritu, aquel que no renuncia al amor por la diosa de la vida encontrará la puerta. Esta puerta permite el acceso a la eternidad olvidada.

Mi entidad física no os conoce, herman@s míos, pero mi ser os recuerda perfectamente. Por eso, valiéndome de nuestra íntima amistad fraternal, me atrevo a deciros:
Si habéis regalado a otros seres, o a cualquier elemento, vuestro amor por el gran espíritu, vuestro amor por la diosa de la existencia, ¡RECUPERADLO! Quien necesita de vuestra adoración, quien necesita de vuestro apego, sea éste del tipo que sea, y se lo entregáis, os estáis dejando engañar, al mismo tiempo que se está dejando engañar a sí mismo.

De un sólo origen surgieron todos los destinos, en un sólo origen todos los destinos desembocarán. El destino no es distinto del origen. El destino es ser uno con el gran espíritu, el destino es ser uno con la diosa de la existencia. No entreguéis vuestros destinos y hallaréis el origen. La separación o dualidad es no haber redescubierto aún la unidad con el Uno.

Si lloráis, sabed que el espíritu y la diosa lloran con vosotros. He ahí lo inmutable. Si sentís alegría, acordaros que la diosa y el espíritu se regocijan con vosotros. He ahí lo inmutable. Si os tropezáis sabed que el espíritu y la diosa se tropiezan junto a vosotros. He ahí lo inmutable. La comitiva de la diosa y del gran espíritu es lo único que no está sujeto al cambio.

Si en vuestro interior estáis batallando, aceptad la batalla, tal y como aceptáis la paz cuando en vuestro interior reina la armonía. El gran espíritu y la diosa os aseguran que los desafíos de la batalla os conducirán a comprender vuestra propia oscuridad, oscuridad que vosotros mismos escondisteis, porque aún no estabais preparados para reuniros con ella. Si hay batalla en vuestro interior, hay disposición para la victoria. La victoria no es otra cosa que la unión de todo lo que sois. Pues, ¿acaso es el día superior a la noche?, ¿acaso es el sol superior a la luna? Aceptad los desafíos tal y como aceptáis la llegada de la noche con su luna. Sabed que, cuanta más oscuridad sintáis, más cerca estáis del amanecer. Observad los ciclos de la Naturaleza, son los mismos ciclos de vuestra naturaleza interior. Cierto es que nunca hay nada nuevo bajo el sol, cierto es que nunca hay nada nuevo en vuestro interior.

La diosa de la vida y el gran espíritu me pidieron que os hablara. Pero, ciertamente, no soy yo quien os ha hablado, ha sido la voz del gran espíritu y la voz de la diosa que todos lleváis en vuestro interior quien os ha hablado. ¿Creareis el espacio en vuestros corazones para no volver a silenciarla? Cierto es que todos tenéis el poder para lograrlo. ¿Reclamareis vuestra herencia para no volver a extraviarla?

Sabed que se os ama abundantemente.

La ofrenda de las luciérnagas

Convertimos nuestra vida en ofrenda dedicada al Gran espíritu.
Transmutamos nuestro presente en ofrenda para compartir con el Gran espíritu.
Adornamos nuestras vidas con bellas creaciones para ofrendárselas al Gran espíritu.
Como nada estaba separado dejamos todo en manos del espíritu.
Impregnamos de belleza todo lo que vimos o percibimos, pues todo era para ser visto con los ojos del espíritu.
Y todo lo sostuvimos con amor, o, si no, no lo sosteníamos. Sencillo todo era. El amor era el compás. La unidad era la melodía.
Todo era ofrenda para el espíritu. Sólo se esperaba la luz de nuestra consciencia.

Andábamos como luciérnagas apagadas…
-Una luciérnaga no debe brillar… -muchos decían- pues así su energía gastará.
Pero… ¿por qué pueden emitir luz, entonces? Le trasladamos la pregunta al hombre arco iris.
-Para poder emitir luz -fue lo que nos respondió.
-¿Y cuando se gaste la luz? -adujimos nosotras. Mas se cortaron las comunicaciones con el hombre arco iris, pues el hombre blanco y negro nos ensordecía los oídos del alma con sus ruidosas distracciones.
Fue entonces cuando decidimos que la respuesta era ya nuestra porque el fuego de la pregunta ya quemaba nuestros corazones.
Las luciérnagas se podían recargar… conectándose a la red del Gran espíritu…
¡Las luciérnagas han de brillar! ¡Las luciérnagas han de brillar! -exclamábamos entusiasmadas.
Y la fiesta comenzó. Las luciérnagas comenzamos las ofrendas en respuesta a la gratitud que surgía de nuestros corazones.
El hombre blanco y negro no sabía qué hacer. Comenzamos a envolverlo con nuestro manto púrpura del amor transformador. Emprendimos, ¡por fin!, nuestro viaje prometido. Recuperamos, ¡al fin!, nuestra inmortal herencia.
Ahora mismo no podríamos determinar el orden ni el momento en el que el vacío se inundó de plenitud. En estos momentos aún estamos, incluso, sorprendidas de haber podido encontrar por nosotras mismas nuestra ansiada respuesta.
Pero una cosa sí que sabemos con toda seguridad: la respuesta se hallaba desde un principio, sólo que, como siempre la buscábamos delante o detrás de nosotras, no nos dábamos cuenta de que la llevábamos cosida a nuestra propia piel interior, como una sombra de nuestro cuerpo interno, una sombra que estaba muy escondida porque se encontraba muy cerca, como una sombra que define nuestro perfil interno, el verdadero rostro.
Ofrendamos nuestra presencia con nuestro presente…
Al espíritu retornamos nuestro presente…
Lo que el Gran espíritu nos da lo devolvemos perfumado con la fragancia más embriagadora que hayamos encontrado hasta el momento, ya que recorriendo la vida informamos al Gran espíritu de todas las bellezas que nos vamos encontrando mientras recorremos su mundo de los espejos.
Todo se halla mezclado, en un recipiente que todo lo contiene.
¡Las luciérnagas han de brillar! ¡Las luciérnagas han de brillar!
Y las luciérnagas brillaron.
Ya nada ni nadie las podría apagar.
Porque las luciérnagas aparecen cuando son necesarias. Y si son necesarias… ¡brillarán! Porque ya aprendieron cómo no apagarse nunca más. ¡NUNCA!
Ahora bien, la luciérnaga puede brillar con diferentes intensidades o frecuencias de luz. Las luciérnagas no carecen de modulaciones. Cada luciérnaga sabe modular su propia frecuencia dependiendo de la intensidad de la oscuridad que pretenda iluminar.
Una luciérnaga no malgasta luz. Si hay mucha oscuridad, una luciérnaga sabe ver en la oscuridad. Ajusta su frecuencia y espera el momento adecuado para reflejar toda su luz, el momento en el que su luz permita ver lo que antes cubría la oscuridad.
Una luciérnaga no es enemiga de la oscuridad. Es su traductora. La luciérnaga es el instrumento que permite a la oscuridad hablar y contemplarse a sí misma. Todo con su vibración apropiada. Pero siempre… ¡las luciérnagas han de brillar! ¡Las luciérnagas nunca del todo se podrán apagar!

La intención del Gran espíritu

Amados herman@s, esta es la historia de cómo lo claro llegó a convertirse en oculto.
Esta historia se desarrolla en un sólo aliento de la galaxia. Es la historia de un juego tremendamente ingenioso.

Todos sufríamos, nos lamentábamos por ello y nos caíamos continuamente. Me preguntáis qué era caer, herman@s míos:

Caer era no adivinar al Gran Espíritu en cada piedra del camino.

Nos llevó casi una eternidad entender que, para poder disfrutar completamente del juego, todo consistía en entonar junto al Gran Espíritu la armonía que siempre está, en atisbar al Gran Espíritu en la oscuridad, entrever en la noche su amorosa mirada contemplándonos...siempre observándonos... con infinito amor. Las caídas eran sólo eso, sentirse lejos del amor del Gran Espíritu, pero, por aquel entonces, el dolor ocultaba su presencia y las heridas cicatrizaban muy lentamente.

Desde nuestro ahora nos es imposible no sentir al Gran Espíritu, mas, por aquel entonces, querid@s herman@s, sentirle era lo más difícil del mundo. Por aquel entonces costaba mucho asimilar que todo consistía en intuir detrás de todos los espejos a la fuerza, a la vida, al empuje de Su aliento...Costaba mucho descifrar que la vida se basaba en fijarse que en toda respiración respira el hálito del Gran Espíritu...

Nosotros ahora decimos: que se satisfaga la intención del Gran Espíritu, que se cumpla Su proyecto y se realice Su ideal, pero, por aquel entonces, todo nos parecía ajeno a nosotros, por aquel entonces todo era una madeja, un lío, un embrollo muy difícil de desenredar. Los reflejos en los espejos los percibíamos como separados de nosotros. Muchos huíamos de los reflejos. Lo llamábamos “lo negativo”. Ahora sabemos que esos reflejos eran lo no resuelto, que representaban aquello que aún quedaba por ser unido, lo que nos quedaba por incorporar.

Ahora estamos aquí y confiamos en la confianza del Espíritu, trayendo la intención del Espíritu. Sabemos que nada es accidental o aleatorio para el Espíritu. Sabemos que en todo lo que se percibe palpita el más alto bien, el regalo idóneo, que cuanto más estirada está la percepción más adecuado y oportuno es lo percibido, y que cuanto más alto se curiosea, más conveniente es lo que se muestra.

Ahora no tenemos nada previsto, tan sólo que siempre estaremos junto al Gran Espíritu. Ahora no sentimos nada cargando en nuestras memorias, tan sólo que siempre estuvimos junto al Gran Espíritu...Sin embargo, por aquel entonces, cuando estábamos recorriendo la noche más oscura que podáis imaginar, no nos dábamos cuenta de que siempre nos seguía Su invisible compañía, el aliado eterno, el cosmos de Luna-Sol. Y aunque apenas podáis imaginar lo que es caer, caímos...

Caímos al intentar retener, porque no incluíamos en el juego la pieza constante.



A lo largo de los tiempos olvidamos que nada importa, olvidamos que, pasara lo que nos pasara, siempre estaríamos en manos del Gran Espíritu. Por ese entonces ignorábamos que todo es interminable... A lo largo de los tiempos estuvimos soñando un sueño finito dentro de un sueño interminable... Y vosotros preguntáis: ¿qué es un sueño finito?

Un sueño finito es soñar que se habita en un único paisaje, es creer que el sueño termina cuando el paisaje se desvanece.

Soñamos con un mágico paisaje, mas se volvió pesadilla porque acabamos por no soñar paisajes nuevos. Soñar, soñar, soñar. Soñar paisajes nuevos...

A lo largo de los tiempos supimos del miedo y del rechazo, creímos en los errores, conocimos la duda, sufrimos enfermedades. Nos encontrábamos con fracasos porque, por aquel entonces, no los relacionábamos con futuros éxitos. Nuestra vida era ceguera. Percibíamos un gran vacío, y éste aparecía en forma de ausencias, soledad y melancolía. Disponíamos de una amplia gama de tristezas.

A lo largo de los tiempos, a causa de la ceguera, la ayuda se convirtió en trabajo, el trabajo trajo el esfuerzo, y con el esfuerzo llegó la muerte que ocultó la vida de todas nuestras creaciones.
Fue entonces cuando la única verdad se ocultó al final de todos los caminos. Y sólo llegando al final de nuestro propio camino pudimos alcanzarlos todos...

Os preguntáis qué son todos estos elementos...Todos son creaciones surgidas a raíz de desconectarnos del Gran Espíritu. Ahora nos reímos al recordar la ira que sentíamos, ahora en el ahora podemos ver que no podíamos desviarnos, porque el Gran Espíritu siempre nos guiaba... Pero, por aquel entonces, no era fácil advertirlo, por aquel entonces se desconocía que la victoria ya había sido alcanzada.

Ahora estamos aquí... simplemente celebrando el gran triunfo... Lo claro se revela a sí mismo en lo oculto...

La intención del Gran Espíritu siempre fue: confía y verás.

La madre patria

La madre patria. Con amor en nuestros corazones hacia Gaia.

Hay un amor que no conoce del tiempo y que la mente lógica no puede comprender ni explicar...

Hay un amor que habita escondido... y a veces, sentimos sus latidos... quizás cuando escuchamos a nuestros hermanos los cristales, tal vez cuando nos encontramos con nuestras hermanas las plantas...

Hay un amor del que la mente lógica no sabe decirnos su procedencia, hay un amor que se percibe viejo y nuevo al mismo tiempo. Un amor que es buscado sin ser conscientes de ello, un amor que cuando se vislumbra parece que estuviera allí desde siempre, sólo que disfrazado de imposible. Como si se nos hubiera olvidado que estábamos buscando a un amigo queridísimo, un amigo que habíamos olvidado y que luego recordamos, olvidamos y recordamos, olvidamos y recordamos...

La madre patria. Con amor en nuestros corazones hacia Gaia.

Un amor que se puede olvidar porque no hay peligro de que pueda ser olvidado. Un amor que se mantiene a pesar de ser ignorado, un amor que puede ser negado porque está repleto de eternidad. Un amor invisible que va tejiendo la vida, esa vida que parece un laberinto... Como el laberinto, las líneas de la espiral se asemejan idénticas, como una rueda recorriendo el mismo sendero interminablemente... mas esas líneas idénticas de la espiral no son el propósito, son el vehículo para alcanzarlo. El propósito es alcanzar al infinito.

La madre patria. Con amor en nuestros corazones hacia Gaia.

Hay un amor con una red de vínculos y conexiones entre todo lo que existe, una alianza etérea que sabe de todo, y en ese todo cabe ser con una apariencia de no saber nada...
Hay un amor... hay un amor... Hay un amor que susurra los tonos de los ancestros...
Un amor por un planeta mitad verde mitad azul, un planeta mosaico que alberga y acoge y guarece y hospeda a la variedad... variedad proveniente de la unidad. Un amor...

Un amor en donde el pasado se traslada al futuro para convertirse en ahora, un amor que trae canciones del pasado para ser cantadas en el presente que contiene todos los futuros. Un amor... un amor observando un cuento infinito, un cuento creador de cuentos, un cuento que desencadena una narración en espiral...

La madre patria. Con amor en nuestros corazones hacia Gaia.

Todo es lo mismo repetido para verlo distinto, lo igual se repite para poder verlo desde otro prisma. Hay un amor... hay un amor...Un amor inseparable de todo... aguardando para ser sentido... un amor que es un ancla con el que nunca vamos a la deriva... ningún marinero navega un barco que pueda naufragar...La llama de este amor jamás se extinguirá...

La madre patria. Con amor en nuestros corazones hacia Gaia.


Se sabe de un barco oculto, un barco que se adentró por una travesía marina desconocida, un barco que simuló naufragar para recorrer otras sendas marinas. Ese barco está recorriendo las profundidades de aquella travesía, pero ha perdido interés en su rumbo, porque ya se ha vuelto demasiado intenso el anhelo, demasiado acuciante el afán por compartir con otros barcos esa travesía marina inédita. Ahora el barco desea retornar a la superficie, el barco surgirá para relatar los ocultos cuentos...

La madre patria. Con amor en nuestros corazones hacia Gaia.

Hay un amor...Un amor que espera y acoge, acoge y espera... un amor que todo lo disfruta, sea lo que sea... hay un amor que contempla, cumple, obedece y ordena...Hay un amor que surge de la madre patria, surge en nuestros corazones hacia Gaia.

domingo, 6 de febrero de 2011

Negra vida

Le creé la vida.
Pero, llegado un momento, no fue suficiente.
Él anhelaba más, más de lo que yo le podía dar.
Lo vi languidecer, marchitarse, desvanecerse.
Lo sentí desprenderse, evadirse, temerse.
Se le envejecieron las alas de la imaginación y se esfumó, doblando la esquina de una página.
Lo último que dijo a través de mí fue: “Recuerda tu muerte”, “no dilapides tu vida”.

Él era un personaje que no supe cuidar. Él fue un amigo al que no alcancé todavía.
Él dormía su sueño de negra tinta esperándome, esperando que le diera otra vida.
Descansando en el confuso mundo del desasosiego,
se fatigó de tanto desconcertante reposo.
Él creyó que le haría una cuna de letras,
y acabé sepultándolo en una tumba de ausencias.

Una mañana muy noctívaga hice una promesa,
la escribí usando el lenguaje del silencioso viento y la envié por correo abisal.
Era una promesa que honraba la memoria de los personajes frustrados.
Era una promesa lacrada con el sello de la eternidad,
y estaba grabada en la piedra sagrada del monte Perenne.
Esa promesa susurraba cuentos de consciente y cierta ficción,
ofrenda que entregué al creador de creadores,
y éste, con su omnisciencia de la fantasía,
la depositó en el arcón de los pactos entintados,
donde ya duerme el sueño perpetuo.

Desde entonces les guardo un respeto inmenso y tierno.
Ya no los acumulo, ya no los colecciono,
ya no les ruego por mi identidad.
No están hechos a mi imagen y semejanza,
no están imaginados sólo por mi ingenio,
y no responden a mi firma.
No tengo firma, no tengo nada.
Soy lo que vivo.
Les libero de mis yacimientos, de mi vigilancia.
Les dejo volar sus propios vuelos.
Ellos aún no han olvidado cómo se planea,
ellos aún recuerdan la verdadera realidad.
No seré su custodia;
les daré mi aliento, les cederé mi pluma,
mas ellos vuelan su propia travesía,
y sólo ellos saben de sus acrobacias y sus caídas.

Ya no creo personajes porque sí,
sólo doy existencia a los que deseo y amo con locura.
Porque existen, es verdad que existen, que sienten,
que albergan, que les duele una vida.
Es cierto que respiran nuestras inspiraciones,
que sufren nuestras torturas,
que padecen nuestros trastornos.
Ellos son como otros nosotros.
Son seres de fantasía de verdad,
no son mera ilusión ni puro inventiva.
No son de mentira.

Yo iba peregrinando por los caminos de arcanos lenguajes,
vagando por las espesas selvas de olvidadas islas,
atravesando los pasajes de arrecifes en blanco y negro,
cuando, repentinamente,
a través de una página extraviada en el manglar de mi antología,
oí una voz que decía:
“Recuerda tu muerte, no dilapides tu vida.”

jueves, 3 de febrero de 2011

La guardiana entre el presente no

Me está acechando desde el principio de los tiempos.
Jamás, en toda la historia de mi humanidad, albergué tanta rabia, tanta negación. Yo quise que me contara sus secretos, la exhorté a revelarme origen y destino. Pero se rebeló.
Al principio me ignoraba. No contestaba mis llamadas ni mis preguntas y evitaba la confrontación.
Luego, cambió a peor. Era muy agresiva, y le cogí miedo.
Reconozco que intenté huir de ella, me aterraba el poder tan inmenso que tenía y sigue teniendo sobre mí. Confieso que yo se lo di.
Mas no pude escapar de ella. Cuando ya creía que nos habíamos olvidado mutuamente, me la encontraba, de repente, responsable de un motín, de un fuego, o de un altercado cualquiera.
Yo siempre hacía todo lo que podía por ella. Porque, en el fondo, ella es como otra parte de mí y yo soy como otra parte de ella.
Y he aquí que ahora hemos llegado a un callejón sin salida. Es ella o yo. Me debato entre la muerte y la muerte. Si me mata, muero. Si la mato, muero. Muerte o muerte, ésa es la disyuntiva.
Yo no la puedo matar. Es amiga de mi alma, su esencia forma parte de mi esencia, ¿cómo dañarla sin dañarme yo? Ella me hace sufrir, me atormenta. Una sola confidencia suya bastaría para aliviarme este ya intolerable dolor. Pero sé que no lo hará, seguirá ocultándome nuestra patria, nuestras raíces, nuestro hogar.
Me rindo, que haga conmigo lo que quiera. Yo la amo aunque me sangren sus silencios.
Yo la amo aunque se me infecte la razón con tanto de su virus amnésico.
Ella es mucho más fuerte que yo, ella tiene la serenidad y la paciencia de toda la eternidad. Me conoce la debilidad, sé que me derrotará. Pero no me importa, porque en esta lucha muerte a muerte, la que es derrotada es la que menos pierde.

La herida estará, por siempre, abierta. No sé de cicatriz para esta pena. No hay ventana, no existe puerta. Cercada, aislada, acorralada. Estoy contra las corduras. Recluida en el sentimiento de un significado, condenada al exilio del alfabeto, empañada de cienos ajenos.

Todos los soles y todas las lunas que he llevado durante eones y eones en el regazo, ahora se me apagan para dejar paso a la nocturna guerra de las guerras, la batalla final comienza. Lo he perdido todo en esta travesía inmensa para poder tenerlo todo por ganar, todo por recuperar.

Ella y yo nos hemos navegado las miradas desde que caímos al otro lado del espejo, desde que nos vemos rodeadas por este muro de fuego. Nos conocimos mucho antes de encontrarnos. Y ahora nos encontramos de nuevo, sin habernos conocido. Enfrentadas nuestras vidas, nos reconciliará la muerte.

Desde siempre he sabido que lleva acechándome desde el principio de los tiempos:
Me encañona una palabra.
Me apunta con el rifle del olvido.
Y me tiene a tiro.
Volver, volver, volver...

La biblioteca viviente VI

CAPÍTULO VI: EL LOCO GUARDIÁN DE LOS LIBROS

-Buenas tardes, compañero -me saludó mi compañero de trabajo-. Algunos pacientes están realmente mal. Mira qué nota tan curiosa me he encontrado en el tablón de anuncios -dijo mientras me la entregaba.
-Personajes nonatos buscan mecenas que pueda subvencionarles el nacimiento a la vida escrita. Contacto: don Nemo/Habitación 18 -leí.
-¿Qué te pasa? -preguntó, viendo que no me reía- ¿Un mal día?
-Catastrófico -contesté-. El peor de todos los que llevo trabajando en el psiquiátrico.
-¡No fastidies! ¿Qué ha pasado?
-¿Recuerdas al paciente de la 32?
-¿Alonso? -supuso mi compañero- ¿El que se pasa todo el día vagando por las estanterías de la biblioteca?
-El mismo -confirmé-. Ha muerto. Han sucedido un cúmulo de despropósitos -le informé, lastimosamente.
-¡Oh, Dios mío! -exclamó impactado- ¿Qué le ha ocurrido?
-La mañana transcurría sin incidentes -comencé a contarle-, Alonso me había pedido permiso para abrir una de las ventanas. Sabes que le encantaba sentarse a leer al lado de la ventana mientras sentía cómo le acariciaban los rayos del sol...
-Sí, sí -ratificó mi compañero.
-Al poco rato, el paciente que de vez en cuando nos da tantos problemas, ha entrado a la biblioteca...
-¿Virgilio? -preguntó mi compañero.
-Sí, Virgilio. De repente ha sufrido uno de sus ataques, se ha puesto como loco cogiendo libros de las estanterías, rompiéndolos y tirándolos al suelo. Alonso, al verlo, se le han puesto los ojos de forma que por poco no se le salen de las órbitas. Entretanto, varios enfermeros han conseguido reducir a Virgilio, y justo en ese momento, Alonso le ha dado una bofetada...
-¡Oh, no! -lamentó mi compañero- ¡Virgilio pierde el juicio si le pegan!
-Ya, pero el pobre Alonso no lo sabía y Virgilio ha perdido los pocos nervios que le quedaban. Pudiéndose desasir de los enfermeros le ha propinado un gran empujón a Alonso y ha vuelto a tirar los libros al suelo con más violencia, con la mala fortuna que uno de los libros que ha tirado ha salido “volando” por la ventana. Y eso ha supuesto el fin para el pobre Alonso...
-¿Le ha dado un ataque al corazón al ver a uno de sus adorados libros caer por la ventana? -conjeturó mi compañero.
-No -contesté-. En un acto reflejo se ha tirado detrás de él...
-¿¿¿Cómo??? -gritó mi compañero, horrorizado- Pero, ¡Dios mío!, ¿cómo se ha tirado detrás de él? -preguntó retóricamente.
-Supongo que pensó que al encontrarse cerca de la ventana podría agarrar el libro para evitar que se cayera, pero no lo consiguió y su cuerpo cayó al vacío. Pobre Alonso, ¡qué horrible desgracia! -exclamé, conteniéndome las lágrimas-. Tú sabes lo unido que estaba a todos esos libros. Le he visto recorrerse los pasillos durante horas y horas. A veces me parecía como si estuviera escuchando a los libros, de tanto que acercaba la oreja a los estantes.
-Sí, es verdad -reconoció mi compañero-. Yo le vi hacer eso muy a menudo. Recuerdo con qué cariño trataba al ejemplar que escogía cada noche para llevarse a su habitación. Estoy tan conmocionado que aún no me lo creo -aseguró.
-Si no le hubiera dejado abrir la ventana, no hubiera pasado nada grave -dije, sintiéndome culpable.
-No te martirices -me aconsejó-. No sé cómo te va a sonar esto, pero tengo la intuición de que si Alonso hubiera podido elegir su muerte, no me cabe ninguna duda de que habría elegido la que ha tenido. Piénsalo bien -insistió-, donde quiera que esté, se sabrá un héroe que murió intentando “salvar” a una de esas criaturas indefensas a las que tanto amaba. Que Dios tenga en su gloria al loco guardián de los libros -deseó mi compañero.
-Y que lo tenga rodeado de ellos -añadí-. Yo, de entrada, voy a pedir que lo entierren con el libro al que intentó auxiliar.
-¿Qué libro es?
-Viaje sentimental, de Laurence Sterne.

martes, 1 de febrero de 2011

La biblioteca viviente V

CAPÍTULO V: CLUB SENTIMENTAL

-¡Alabado sea Papiro, Viaje mío! -chillaba Tristram-. Jamás pensé que se desharía semejante entuerto. Pero, ¿se puede saber dónde estabas, criatura encuadernada?
-No os vais a creer ni la mitad de mi aventura, sobre todo tú, mi buen hermano Tristram -advirtió Viaje sentimental.
-Ya creíamos que te habían secuestrado, querido -dijo La tesis de Nancy-. Te tengo dicho que eres demasiado bonito, provocas a la gente con tu belleza y luego pasa lo que pasa.
-Escuchad, amigos. Todo comenzó -empezó a relatar Viaje sentimental- cuando mi lector me introdujo en un lugar oscuro, en el cual iba dando tumbos de un lado para otro...
-Te introdujeron, sin duda, en una bolsa de viaje -afirmó Réquiem, de Rilke.
-El caso es que -continuó Viaje- cuando me sacaron, mi sorpresa fue mayúscula al observar a varios humanos a mi alrededor sujetando cada uno en sus manos algo que jamás adivinaríais...
-No nos digas más -le interrumpió Seis personajes en busca de autor-. Sostenían todo tipo de utensilios para utilizarte como sacrificio en un ritual satánico, pero tú te alzaste con la victoria.
-¿Cómo hablar de victorias? -preguntó Réquiem- Salir airosamente sería todo.
-¡Calla, Seis, maligno! Deja que continúe -le reprendió El libro del desasosiego-. ¿Qué sujetaban, Viaje?
-¡Criaturas idénticas a mi! -vociferó éste-. Bien es verdad que alguno tenía la portada distinta a la mía y a varios nos habían encuadernado en diferentes años, sólo uno de ellos tenía la misma edad que yo; pero, amigos, ¡en su interior eran clavados a mí!
-Ya ves tú qué cosa -dijo Mortal y rosa-, ya sabíamos que los humanos nos clonan. No veo la sorpresa por lugar alguno.
-Claro que sabíamos que existían más como nosotros, pero, nunca, que yo sepa, ninguno de nosotros ha tenido la oportunidad de confraternizar con ellos -le recordó Viaje sentimental.
-¿Y por qué necesitaban esos humanos a tantos de vosotros? -quiso saber Rojo y negro.
-Ahí está lo interesante, queridos. Según me explicó uno de mis hermanos gemelos, algunos humanos deciden leer un mismo libro al mismo tiempo y cuando lo terminan se reúnen para compartir la aventura de lo que han leído -contó Viaje sentimental.
-¡Qué curioso! ¡Comparten vidas leídas! -exclamó El libro del desasosiego.
-Así es, amigo -confirmó Viaje sentimental-. No os hacéis una idea de la emoción que me embargó cuando comenzaron a hablar de nosotros en términos que indicaban que nos tenían, a mis hermanos gemelos y a mí, en la más alta de las consideraciones. Dijeron cosas de nosotros que hasta nosotros mismos desconocíamos.
-Yo no me lo creo -dijo Mortal y rosa-. No creo ni una palabra.
-¿Por qué no te lo crees? -le preguntó Viaje sentimental.
-Porque es un misántropo -afirmó El libro del desasosiego- y no soporta oír hablar de los humanos positivamente.
-No es eso, listillo. Son ese tipo de opiniones las que hacen que me plantee si no te hubiera ido mejor siendo el libro del desacierto -le respondió Mortal y rosa-. En fin, no me lo creo por una simplísima razón: porque no hay un sólo ser humano sobre la faz de la tierra que se atreva a reconocer en público que lee a Viaje sentimental, y menos aún que tenga la valentía de alabarlo abiertamente.
-Mortalillo, ¿cómo te atreves a hablar así de uno de los libros más tiernos que existen? -le recriminó Cartas a un joven poeta.
-No sé exactamente cómo lo hago. Debe ser un don con el que nací, el caso es que concibo una idea y, voilà!, he ahí que tengo la capacidad para transmitirla.
-Eres un cínico inmundo -observó Cartas a un joven poeta.
-Amigos -les interrumpió El principito-, creo que hablo por todos si digo que en este momento nos interesa incalculablemente más que Viaje termine de contar su historia a que continuéis vuestra egotista representación.
-Gracias, Principito -dijo Viaje sentimental-. Como iba diciendo, comenzaron a hablar de mis gemelos y yo. Uno de los humanos dijo que al leer su Viaje sentimental había comprendido su razón existencial...
-¡Oh, por favor! ¡Qué exageración! -interrumpió Mortal y rosa- ¿Y los humanos son los seres más evolucionados de toda la cadena evolutiva? -se preguntó, extrañado.
-Calla, tostón -le ordenó Tristram-. ¿Y cuál era esa razón existencial, querido hermano?
-Dijo que consistía en observar todos los aspectos de su vida con una pizca de ternura en la mirada, un pellizco de buen humor y una gran cucharada de compasión. Otro miembro del club contó que, al principio, le decepcionó la lectura al comprobar que no éramos un libro de esos que describen viajes, como pensaba, pero, explicó que al ir avanzando por nuestra trama sintió varias punzadas en el alma, como si se la estuviésemos retorciendo. Y, de verdad, amigos, que no se dan cuenta de que lo hacemos para engrandecerles el alma. Hablando con mis gemelos comprobé que la mayoría de humanos que nos leen sienten este aguijón en el alma definitivamente cuando se enteran de dos concretas experiencias, las que mis gemelos y yo vivimos con un burro muerto y con un estornino enjaulado. También a nosotros nos siguen emocionando intensamente esas vivencias, pues las revivimos cada vez que nos leen o cuando nos sumergimos en nuestro cuerpo de letra para viajar por nuestras páginas. ¡Qué le vamos a hacer, amigos, si mis gemelos y yo somos unos sentimentales!
-¡Qué maravillosa aventura, adorado Viaje! -dijo Réquiem-. Palabra de honor. ¡Ay, cómo entra el destino en los libros y cómo no vuelve! -exclamó.
-Pues aún no os he contado lo mejor -respondió Viaje sentimental-. Cuando le tocó el turno a mi lectora comenzó confesando haber sentido algo insólito conmigo, algo que jamás había sentido con otro libro. Yo, amigos, como no recordaba nada destacable que me hubiera ocurrido con esa lectora, me quedé atónito ante tal confesión. El caso es, compañeros, que al terminar de leerme, experimentó una irrefrenable necesidad de apoyar su cabeza en mí, y de esa forma, con lágrimas en los ojos, pudo descansar su emoción en mis páginas.
-¡Fuiste su primer libro-regazo! -chilló, emocionado, Tristram-. ¡Qué tierno! Ojalá supiera yo cuáles de mis lectores reposaron su cabeza en mí por primera vez.
-Eso fue, sin duda, lo más emotivo de todo, querido Tristram. Sentí una conexión especial con esa humana al saber que yo había sido su primer libro-regazo. Como si, de repente, se hubiera creado un lazo entre ella y yo que nos uniría de por vida. Aún puedo oler su perfume. ¿Le pasará a ella lo mismo? ¿Recordará mi olor? ¿Echará de menos la vida que viví con ella? Yo siento, querido Tristram, que parte de su esencia se transfirió a mí en el momento que confesó su libro-regazo. Nunca volveré a ser el mismo. Su sustancia se ha fijado en mis páginas.
-Yo sigo sin entender vuestra exaltación -confesó Mortal y rosa.
-Querido Mortalillo -habló Viaje sentimental-, cuando vivas algo parecido lo comprenderás.
-Lo dudo -afirmó Mortal y rosa-. Es más, una vez me dieron un beso en la portada, y esa experiencia le proporcionó a mi inconsciente, material suficiente para recrear insufribles pesadillas. No, no quiero más besos, ni que reposen sus cabezas en mi portada cansada. ¡Por Papiro, si ya sufro lo indecible cuando siento unos ojos que me navegan el cuerpo! Llamadme loco, pero me gusta la distancia cuando me leen.
-¿Dónde guardas tú la rosa, Mortalillo loco? Porque nunca te la veo por ningún sitio -atacó El principito.
-Las rosas no son para los cerdos, querida majestad -contraatacó Mortal y rosa.
-¡Oh fuente eterna de la dicha! -exclamó Viaje sentimental-. ¡Qué viva el amor! ¡Y viva la bagatela!
-Ha sido un encuentro inolvidable el que has tenido con esa lectora, hermano -dijo Tristram.
-¡Que Papiro la bendiga! Era una verdadera viajera sentimental -contestó, nostálgico-. Mi alma la reconoció enseguida.
-Una cosita, sin ánimo de desengañar -dijo Mortal y rosa-. Los libros no tenemos alma -objetó.
-¡Oh Naturaleza! Vivimos en una época de ligereza y veleidad -exclamó Tristram.
-Yo estoy seguro de que tenemos un alma -afirmó Viaje sentimental-, y ningún libro materialista como tú me podrá convencer de lo contrario -le aseguró a Mortal.

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-Y es que no se puede confiar en los humanos -se estaba quejando El gran Meaulnes, de Henri Fournier-. Te colocan en estante erróneo y uno no da ya letra con página. Es un gran trastorno para cualquier ejemplar de vecino. Ignoran nuestras necesidades por completo -lamentó.
-Aún así -le dijo El profeta, de Khalil Gibran-, querido Meaulnes, lleva contigo a todos los hombres. Un linaje de hombres sabios nos dio la sabiduría.
-Al principio creíamos que habías pasado al libro del olvido -le contó El prisionero de Zenda, de Anthony Hope-, pero, gracias a 1984 supimos que habían confundido tu estante, entonces comprendimos que era cuestión de tiempo el que se dieran cuenta y te repatriaran. ¿En qué estante te pusieron? -se interesó.
-En el estante que va de la “P” a la “U” -contestó Meaulnes.
-¿Y cómo te descubrieron? -investigó La historia de las aventuras de Joseph Andrews, de Henry Fielding.
-Gracias a Mortal y rosa -relató-. Él volvía de una aventura de papel leída, y un humano cuidadoso, al alojarlo en su estante se percató de que yo no estaba en el que me correspondía.
-Por fin Papiro ha escuchado nuestras plegarias y nos ha enviado a un humano con un don para ubicarnos correctamente -repuso Un mundo feliz.
-Yo sí que tengo un don -aseguró El gran Meaulnes-. El de soportar estoicamente los fallos ajenos.
-Es la vida quien da a la vida -intervino El profeta-, el que pretende ser aquel de quien proviene el don, no sabe que no es más que un testigo.

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La biblioteca viviente IV

CAPÍTULO IV: LIBRO LIBERTARIO

-Amigo Mendel, nunca te acuerdas de que los hay de otra casta -estaba diciendo El inimitable Jeeves, de Wodehouse-. No puedes esperar que todos los libros amen la poesía -advirtió.
-No que la amen, pero sí que la respeten como se merece -respondió Mendel.
-¿Y qué esperaba usted, Mendel, de un puñado de filósofos? -interpeló Vía revolucionaria, de Richard Yates.
-Sin duda esperaba más -reconoció.
-Sepa usted, querido Mendel -habló Ethan Frome, de Edith Wharton-, que yo considero que todos los filósofos se hacen daño con tanta reflexión. Siempre he pensado que deberían hacer suyo un eslogan tipo: Más ejecutar y menos cavilar.
-No me adhiero a su opinión, amigo Ethan -señaló Mendel-, la función de los verdaderos filósofos es vital en una sociedad. Sus habilidades para zambullirse en el vasto misterio de la concentración absoluta son imprescindibles para encarnar nuevos ideales. Pero, por desgracia, hay filósofos que creen necesario sacrificar otras abstracciones en beneficio de una sola abstracción. Es curioso.
-A mi modo de ver, la abstracción continuada tan sólo engendra putrefacción -opinó Vía revolucionaria.
-¡Cuánta razón, querido Vía! -exclamó Ethan.
-No. Rotundamente no -les contradijo Mendel-. La abstracción continuada engendra al observador de sí mismo. Y el observador de sí mismo sabe que todo caos surgió de la mente. Si conoces tu mente conoces el mundo más allá de la mente...
-¿Qué te han hecho, querido Mendel? -preguntó, compungido, Ethan-. Ojalá no hubieran confundido tu estantería. Esas miserables criaturas te han convertido en uno de ellos. Probablemente, mañana ya empieces a filosofar sin remedio.
-Es inaudita la capacidad que tienen algunos para intuir tragedias -dijo El inimitable Jeeves-. Mendel es el mismo de siempre, amigos.
-Entonces no comprendo por qué dice cosas tan raras de repente, Jeeves -reconoció Ethan.
-Mi querido hermano Mendel -dijo Carta de una desconocida- siempre ha tenido ciertas peculiaridades que lo han hecho un ser especial.
-Digo cosas raras porque estoy emparentado con la locura -afirmó Mendel-. Soy un enajenado que es víctima de una obsesión por descifrar.
-Lo lamento -aseguró Ethan-. No sabía que estuvieras enfermo. ¿Crees que es una afección permanente o pasajera?
-Confío en que sea permanente, querido Ethan -admitió Mendel.

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-¡Santo Papiro! ¡Las cosas que tiene uno que llevarse a los oídos de tinta! -gritaba El hombre que fue Jueves, de Chesterton-. Si hubieran tardado un día más en devolverme a mi estantería hubiera desfallecido.
-¿No has disfrutado de la aventura con tu último lector? -le preguntó Momo de Michael Ende.
-¿Disfrutar, dices? Llegó un momento, querida Momo, en que si hubiera tenido la habilidad para provocar una combustión espontánea, no te quepa duda de que la hubiera utilizado contra mi persona hecha de páginas. Cualquier cosa, antes que seguir escuchando sus reflexiones, las cuales continuamente me hacen preguntarme: ¿En qué página de mi cuerpo sostengo tal cosa?
-Eres un libro difícil, me temo, querido Jueves -habló Bichos y demás parientes, de Gerald Durrell-. Si fueras menos metafísico-religioso y controlaras un poquito tu vena surrealista conectarías con más lectores. Sin duda.
-O sea, ser un mediocre. ¿Te refieres a eso? Nunca, Bichos, jamás me convertiré en un libro ordinario o anodino -exclamó El hombre que fue Jueves.
-No me refiero a eso, querido Jueves -contestó Bichos-, tan sólo te sugería que no cerraras tu lomo a nada.
-No hay que avanzar lentamente a lo largo de la costa, sino que hay que navegar mar adentro, guiándose por las estrellas -recitó Middlemarch, de George Eliot.
-¡Loado sea Papiro! Por fin, alguien piensa como yo, querido Middlemarch -exclamó El hombre que fue Jueves.
-¿Tanta importancia tiene, Jueves? -le preguntó La historia interminable, de Ende-. Al fin y al cabo, todo es sólo una apariencia en la Nada. Todo da exactamente lo mismo.
-¿De dónde has sacado tamaña deformidad? -preguntó Jueves a La historia.
-De mí mismo -respondió éste.
-Ah, bueno. En ese caso, no me alarmo -reconoció El hombre que fue Jueves.
-¿Por qué razón no te alarmas? -quiso saber La historia interminable.
-Porque tu universo es muy singular, querido -fue la respuesta.
-Cosa que muchos agradecemos -dijo Momo.
-Gracias, hermana -le contestó La historia interminable.
-No hay de qué. Recuerda, hermano, que hay gente que no sabe escuchar la música que no deja de sonar en su interior.

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-¡Vivan los libros libertarios! -exclamaba Rebelión en la granja, de Orwell-. ¡Viva la libertad! ¡Vivan los libros que no se dejan narcotizar con el somnífero del conformismo!
-Ya le ha dado el ataque de anarquía -observó Los renglones torcidos de Dios, de Luca de Tena.
-No disimules, Renglones -le contestó Rebelión-. Bien sabes que todos los libros somos anarquistas. ¡Por la paz y la libertad! -gritó, exaltado.
-Empiezo a ver demasiados locos por todas partes. Cosa seria es ésta, pues comienzo a sospechar que el loco debo ser yo -contó Los renglones.
-¡Adelante, compañeros! ¡Por un mundo con libros libres! -continuaba Rebelión.
-Querido Rebelión, como compañero y amigo, pues así te considero, te recomiendo que no derrames tus ideologías tan transparentemente. Nunca se sabe quién puede recoger tus filosofías, amigo, ni las consecuencias que ello podría provocar, sobre todo si son de orientación liberal -sugirió Artículos, de Larra.
-Te lo agradezco, compañero. Pero no soy libro de disfraces. ¡Larga vida a la anarquía! Amigos, a la anarquía no hay que temer, hay que espantarse de las filas y cajas donde nos quieren meter. ¡Que vivan la diversidad y el pensar por uno mismo! -concluyó Rebelión.
-Hermano Rebelión -le dijo 1984-, supongo que vendrás cansado del viaje con tu último lector. ¿No te apetece bucear en ti mismo un ratito?
-Gracias, hermano. Me recogeré en mí mismo un lapso de tiempo -convino.
-Papiro te conserve por mucho tiempo, 1984 -le deseó Mi tío Jules y otros relatos.
-Mi hermano es un gran libro, amigos, quiero deciros que mientras os mantengáis sin educaros a vosotros mismos, ninguno lo comprenderá nunca. Es un libro que sueña un mundo nuevo, y eso es más de lo que se puede decir de vosotros. No intentéis desacreditarlo delante de mi portada. Hacedlo cuando esté viajando por mis páginas, o bien cuando me reclame algún lector. De otra manera, os encontraréis con una absoluta condena por mi parte -les advirtió 1984.
-No era mi intención ofenderle -aclaró Mi tío Jules-, tengo en gran estima los conceptos que proclama. El único inconveniente, según mi humilde apreciación, es el volumen que utiliza para divulgarlos.
-Porque el pobre mío se entusiasma -excusó 1984-, cuando uno encuentra su pasión no debe minimizar la intensidad de su entusiasmo.
-Si aprecia algo la estabilidad mental de sus compañeros, yo creo que sí debería minimizarla un poquito -opinó Mi tío Jules.
-Querido Jules, en ese caso, en nombre de tu estabilidad mental coartarías las habilidades de los individuos, lo que, sin duda, provocaría la desestabilización mental de ellos -adujo 1984.
-Querido 1984, siempre me olvido de que contigo no se puede debatir -lamentó Mi tío Jules.
-¿Por qué no se puede debatir conmigo?
-Porque eres un liberal sin remedio -afirmó éste.
-¡Acabáramos! Ya sabía yo que por algún lado se le sacaría punta al liberalismo -se quejó Artículos.

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-Yo soy libro único. No tengo hermanos, como tenéis la mayoría de vosotros -estaba diciendo Los círculos de piedra, de Joan Dahr Lambert.
-En esencia todos somos hermanos, querido -le respondió Sentido y sensibilidad, de Jane Austen.
-Hay libros que tienen hermanos que mejor hubiera sido no tenerlos -aseguró Las inquietudes de Shanti Andía, de Pío Baroja.
-¿Dices algo, Shanti? -le preguntó El árbol de la ciencia, de Baroja.
-Nada, qué voy a decir, hermano -le contestó-. Cosas sin importancia.
-Un sin importancia, eso eres tú -arremetió El árbol de la ciencia-. Me tienes envidia porque yo soy más famoso que tú.
-¿Y, qué da la fama, hermano, a parte de un ramillete de vanidad? -quiso saber.
-Mi fama es el reconocimiento de mi genialidad -aseguró El árbol.
-Tu fama, hermano, no es tuya. La fama es de nuestro padre creador -le recordó Las inquietudes.
-Shanti querido, no es mi intención discutir con quienes tienen tramas de inferior calidad a la mía.
-Pues, la mayoría de mis lectores no opinaban lo mismo, querido Árbol -le informó Shanti-. A muchos de los que recorrieron mis páginas después de las tuyas les oí decir que disfrutaron mucho más observando mis cielos azules, pescando calamares en mis mares o sintiendo el salpicar del torbellino de mis olas, que sufriendo tus tristezas y dolores.
-¡Por Papiro! ¡Qué de blasfemias! -aulló El Árbol-. Además, tergiversas. Porque, dime, Shanti querido, si disfrutaron de igual manera tu isla de la Desolación, tu puerto del Hambre o tus bahías de la Desesperación y de la Soledad. En esos parajes no se ven más que rocas peladas y bancos de hielo, hace un frío terrible y no se encuentra un rincón donde guarecerse. ¿Acaso es que esos mismos lectores de los que hablas no surcaron todas tus páginas? -le preguntó.
-Adorado Árbol, te pregunto lo siguiente: ¿no te resulta curioso el hecho de que cada vez que tenemos esta conversación, acabes citándome con el único anhelo que el de desprestigiarme, en vez de citarte a ti mismo para así poder evidenciar tu supremacía? -indicó Las Inquietudes.
-No tenéis perdón de Papiro. Yo me pregunto si esta polémica os lleva a algún lugar -interpeló Momo.
-Por supuesto que sí -le aclaró Shanti, rotundamente-. Nos lleva al lugar donde siempre es carnaval y nos llena de una jovialidad oculta.
-Me veo obligado a disentir -dijo El árbol de la ciencia-, aunque, sin que sirva de precedente disiento sin tener argumentos para no estar de acuerdo.

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