viernes, 28 de enero de 2011

Villa Lenguaje II

CAPÍTULO II: COSTA SÍMBOLO

Tengo que reconocer que la insólita experiencia con don Antónimo me llevó a vivir una aventura inolvidable. Ocurrió no mucho tiempo después. Me dirigía a Isla Tiempo cuando me sorprendí tomando un trayecto diferente al habitual, encaminándome hacia Costa Símbolo en lugar de dirigirme hacia Orilla Nueva, que es por donde solía ir para llegar a Isla Tiempo.

Y allí en Costa Símbolo estaba ella, sentada a la orilla del río. Tuve exactamente la misma necesidad de acercarme que la que experimenté con don Antónimo.

-Buenas tardes, señora -dije, un poco dubitativo.
-Muy favorecedores atardeceres, joven -respondió doña Metáfora, pues no era otra.
-Le va a parecer curioso, pero he sentido la necesidad de acercarme a usted. No hace mucho que tuve el placer de conocer a un hombre, y aquí está lo curioso, el mismo deseo imperioso de acercarme a él me acaba de invadir ahora mismo con usted.
-¿Cómo nombraban a ese hombre? -preguntó sonriente doña Metáfora.
-Don Antónimo -respondí-. Según me dijo.
-Conque se trataba de el veterano don Antónimo, ¿eh?
-¿Lo conoce usted? -pregunté, asombradísimo.
-No albergue vacilaciones, joven. Es un gran recurso, sin duda alguna. Su aportación en Villa Lenguaje es inestimable. Pero la clave está ahí, joven -continuó doña Metáfora-, en ese impulso que me describía usted. Esto es debido, seguramente, a que los habitantes de Villa Lenguaje no solemos visitar con mucha frecuencia Realidad Diferente. Es por ello que algunas personas reparan en nuestra presencia atraídas por la curiosidad que les inspiramos. Pero disculpe, joven, que aún no me he presentado, soy doña Metáfora, la famosa figura literaria.
-Mucho gusto, señora. ¿Y a qué se dedica usted en Villa Lenguaje, si me permite la indiscreción?
-No es indiscreción, joven. Sus ojos son perlas que reflejan el lago de la curiosidad, muy gustosamente le informaré. De ese modo tendré compañía mientras espero a mi hermana, doña Alegoría. Pues verá usted, principalmente me ocupo de las locas cabecitas de los adjetivos y de los nombres, les enseño a agruparse como es debido para llegar a ser grandes figuras.
-¿Y cómo lo hace? -espeté, con curiosidad.
-Pues no me resulta fácil, pipiolo. El otro día, sin ir más lejos, me vi obligada a volver a advertirles que no se estaban centrando lo suficiente en sus propios intereses. Verá usted, les digo:"Señoritas, para llegar a ser ilustres adjetivos, o quién sabe, quizá llegar a ser una figura literaria respetable, no pueden dedicar su tiempo a envidiarse unas a otras ni a mantener relaciones que no sean las establecidas en las reglas de Villa Lenguaje". Continuamente les estoy recordando la grave amenaza que les acecha, porque, mire usted, a las palabras también les acecha la muerte, excepto si llegan a ser una célebre figura literaria, como es mi caso. Pero, de cualquier modo, siempre hay riesgo de que algunas palabras mueran. Por esa razón, si es necesario, prevengo a Feo para que no envidie a Bella, y a Bella para que no humille a Feo. ¿Sabe lo que les digo, joven?
(No, querida. Ni aunque me concedieran un millón de años alcanzaría a dilucidarlo).
"Cultiven su mente como si fuera su único alimento, cuiden de su espíritu cual joya antigua, señoritas, pues el cuerpo se les ha de quedar aquí a todas, a menos que lleguen a ser grandes recursos, o cuanto menos, que sean útiles en su tarea de significación.
-Encuentro muy lógico todo lo que les dice -observé.
-Claro que sí, jovial individuo, claro que sí. Estará usted de acuerdo conmigo en que no hay nada más delicioso que saborear una palabra de la que no conocías su existencia, y más tarde comprobar, con el paso del tiempo, que se le ha agarrado a uno al alma, que retrata perfectamente algo que uno necesitaba definir. Es asombroso lo que una sola palabra puede influir en nuestro futuro. Considero que es difícil no percatarse de eso.
-Yo me atrevería a decir que es geométricamente imposible no darse cuenta -exageré un tanto. Estaba casi boquiabierto escuchando lo que me contaba, y mi mayor deseo era seguir escuchándola.
-Así es. De hecho, cuando noto que a alguna palabra le está venciendo el desánimo y percibo que va perdiendo la motivación, le hablo para que recuerde que pase lo que pase, siempre le quedará la posibilidad de conocer a una palabra nueva.
-A las palabras siempre les quedarán las palabras -sentencié en actitud solemne.
-Lo ha resumido usted a la perfección. Tendría que verlas cuando conocen una palabra nueva, se entusiasman enormemente. No podría imaginarse usted el revuelo que se forma cuando llega un neologismo. Recuerdo a Babosería cuando vino por primera vez a Villa Lenguaje.
-¿Babosería? Jamás había oído tal vocablo -confesé.
-Es que es un neologismo bastante joven, de la generación del 2001, si mal no recuerdo. La mayoría de los neologismos que se incorporaron a Villa Lenguaje en 2001 proceden de otros países. Pues bien, Babosería proviene de Puerto Rico, y significa: Habladuría sin sustancia. Estoy segura de que le hubiera impresionado ver a todas las palabras revolucionadas alrededor de la pobre Babosería, que estaba completamente confundida por tanta simpatía repentina. Pues bien, al poco tiempo ya estaban de Babosería hasta el mismísimo significado. ¡Ah, querido! Para las palabras la novedad es pócima en sus entrañas. ¡Oh! Y cuando llegó Desguabilado, ¡ja, ja, ja! Le juraron amor eterno, prácticamente. Muchas de las que en su día le alababan hasta la inicial, hoy la critican a sus espaldas llamándola desharrapada.
-¿Por qué razón?
-Joven, usted cada vez que habla retrata más claramente su ignorancia.
(Desde luego es un auténtico misterio de dónde me vino tanta tolerancia y benevolencia).
-La llaman así -continuó- porque Desguabilado tiene la tarea en Honduras de significar desarreglado o mal vestido.
-Ah, ya entiendo. O sea que cuando llega un neologismo se vuelven locas de contentas y al poco tiempo ya están poniendo de vuelta y media las naturalezas físicas o significantes de sus compañeras -resumí orgullosamente.
-No siempre. Hay casos eventuales en los que no son bien recibidas por sus compañeras. Le sucedió, sin ir más lejos, a Uñudo.
-¿Uñudo?
-Uñudo. Significa: diablo, príncipe de los ángeles rebelados. Vino de Nicaragua.
-Teniendo que representar ese concepto, no me extraña que sus compañeras mostraran algún reparo o reticencia -reconocí.
-Pues actualmente es una de las palabras más populares de Villa Lenguaje. Todas disfrutan a rabiar con su humor negro y sus demoníacas ocurrencias.
-Vaya. Nunca me lo hubiera figurado.
-Tampoco fue un momento agradable el que vivimos cuando vino Enturcado. En cuanto se vio rodeada por vocablos con rostros curiosos, haciendo honor a su significado, que no es otro que encolerizado, se puede hacer una idea del barullo que causó.
-Pobrecita -lamenté-. Pero ahora seguro que todas la adoran.
-Para nada. Suele rodearse solamente de su clan sinónimo, pues nadie más la soporta. Y luego está el caso del neologismo que llega y se encuentra con el rechazo y con una profunda hostilidad por parte de alguna hermana sinónima. A la última que le pasó fue a Llorisquear.
-¿Llorisquear? Es casi idéntico a Lloriquear, ¿no? -resalté.
-Ése fue, básicamente, el reproche que aducía Lloriquear. Al principio se sintió muy poco valorada, no comprendió por qué tenía que venir una palabra de Uruguay tan sumamente parecida a ella para significar lo mismo. Se quedó bastante perpleja, pero así es la vida en Villa Lenguaje.
-Bueno, supongo que con tener un trato cordial y educado basta. No tienen por qué crear un lazo especial entre ellas -opiné.
-Supone erróneamente. Ahora son inseparables -zanjó doña Metáfora.
(Empezaba a sospechar que el mayor hobby de doña Metáfora era discrepar a diestro y siniestro. Es decir, lo que se considera hoy en día un Homo Disentus, o en este caso sería más acertado llamarlo Literarium Figuru Disentus. Un espécimen bastante usual en nuestros tiempos).
-Bueno, joven -prosiguió doña Metáfora-, ya que su interés es pozo sin fondo y que la formalidad de mi hermana doña Alegoría es voz que nunca responde, ¿querría usted visitar nuestras instalaciones en Villa Lenguaje? Le advierto, muchacho, que son cual divinos palacios. Puedo presumir de tener ciertas influencias en las altas esferas. Así que, no creo que me pongan impedimentos para mostrarle el recinto, con la condición de que no entable conversación con ninguna palabra. Aún así, tenga usted en cuenta que le ofrezco la posibilidad, en ningún caso nada despreciable, de tratar, nada más y nada menos que a las figuras de más alto renombre, como son el ilustre don Epíteto o la insigne doña Epífora, por no mencionar a mi hermana doña Alegoría, aunque creo que si usted tiene la suerte de verla será una auténtica alegoría del milagro.
-No me diga más, doña Metáfora. Bajo ningún concepto denegaría el ofrecimiento que tan amablemente me hace, arriesgándome con ello a desperdiciar tamaña oportunidad. (Queridos lectores, imploro que no me injuriéis, os reto a que me mostréis al jabato que le dijera lo contrario).

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