jueves, 14 de abril de 2011

Noches de cementerio

Era una noche de cementerio.
Tumbas en el aire, respirar de nichos, laberintos de cipreses y guirnaldas de flores muertas. Todos los fantasmas saltaban a la vista. La espiral estaba regresando para alcanzarnos.
Todas las señales ardían, destellando como estrellas, en medio de la tenebrosa oscuridad que arreciaba con extremada violencia. El cielo parecía definitivamente nuestro.
En nuestro hálito se introdujo una extraña bruma que no se disipará hasta el amanecer, y empezamos a respirar la lúgubre neblina del camposanto.
De pronto oímos la voz del destino retumbando en nuestro interior. Decía: “continuad por el camino sombrío. Que todos los muertos despierten al Uno.”
Pero no lo conseguimos. Como creímos haber entendido mal el destino, acudimos al libro de la Naturaleza, pero los signos en las hojas secas seguían diciéndonos lo mismo: “continuad por el camino sombrío. Despertad a todos los muertos al Uno”.
Así lo hicimos, pero volvimos a fallar, los muertos no despertaron al Uno. Y es que no se puede predecir el destino, porque los muertos aún no han acabado de escribirlo.

Nosotros, forasteros del mundo, agitadores de sepulturas, esperamos y esperamos a todos los muertos. Todavía los estamos esperando. Hasta que hayan despertado todos aguardaremos.
Recorreremos todas las necrópolis, andaremos entre sus sepulcros, arrojaremos luz en sus sarcófagos y catacumbas, esperando el despertar de sus conciencias.
Porque, por ahora, los muertos sólo se atreven a hablarnos a través de sus calaveras, son sus huesos lo único que nos muestran, pero no cesará nuestra tarea. Ellos son mucho más que la ceniza que les rodea.
Nosotros también, en su día, fuimos muertos como ellos, piel y hueso hablaban por nosotros, hasta que otros desadormecedores del sueño eterno, disfrazados de muertos, vinieron a resucitarnos. Ellos nos abrieron los ojos a las señales. Desde entonces que comenzó este viaje.
Laberintos y laberintos de cementerios, noches y noches de lóbrego camino, cruces y cruces de cruces, huellas y huellas de desnudos pasos sobre la húmeda tierra. Lunas y lunas aullándole a la luna y los difuntos nos siguen esquivando. Pero no nos marcharemos. Elegimos vida de cementerio y podemos aparentar estar tan muertos como ellos. Lo hacemos porque son hermanos y los queremos.
A nosotros, que nos llegó la hora de escoger mortíferas vidas para servir a lo inmortal, no nos importa nada el tiempo que tardemos. Siempre tendremos toda la eternidad.
De repente, cientos y cientos de espectros se aproximan a nosotros, nos envuelven moviéndose en círculos a nuestro alrededor, se retuercen implorándonos que les liberemos de su ancestral dolor. La espiral nos ha alcanzado y los muertos lloran la mañana, creen que ya no habrá más noches de cementerio. Pero se equivocan, la mañana aún no ha llegado, la luz que ahora atisban los muertos es el farol que nosotros sostenemos.

Nosotros, los muertos despiertos, vinimos a este cementerio para alumbrar a los cadáveres ciegos. Porque sólo los que han sido muertos pueden despertar a los muertos.

Espíritus verdes

Si esta historia la escuchas desde el futuro pensarás que no es real. Pero tú sabes tan bien como nosotros que la libertad es hija de la esclavitud.

Todos los espíritus verdes están condenados. Les declararon la guerra, les prohibieron la vida. Vienen sufriendo persecución y muerte desde que se estableció el tiempo. Sus vidas están sometidas, no está tolerada su sabiduría, porque despierta la sabiduría de aquel que se para a escucharlos. Tienen miedo de que se contagie la erudición de la vida.

Y aunque todos los espíritus verdes están conectados, y muchas almas quieren liberar sus brotes, los espíritus verdes saben que están en peligro.
Nosotros conocimos y cuidamos a algunos espíritus verdes. El recuerdo de una noche nos retorna sus voces, risas y lamentos... Oigamos a los espíritus verdes...

-Parece como si les perturbara que existiéramos -decía Mística.
-Ya lo dije yo, vivir es un desacato a sus leyes -oí que le contestaba Perla Plateada.
-Alguien dijo que desatamos la imaginación -explicaba Himalaya Dorada-. Al parecer, las almas humanas son enemigas de la imaginación, de ahí nuestra prohibición.
-¿Aún no saben que la imaginación es la madre de la realidad? -se sorprendía Rosa Blanca.
-Yo sigo sin entender cómo se hace para censurar la vida -reconocía Cristal Mágico.
-Yo sueño, sueño que algún día -susurraba Shiva- le transmitiré a un alma humana mi percepción, en una bocanada de conexión con lo más alto. Una conversación con la vida.
-Me haces sonreír, Shiva -le contestaba Mística.
-¡Que se propague el espíritu de las sonrisas! -chillaba Reina Púrpura-. ¡Que se restaure el reino de lo disparatado!
-¡Que se propague el espíritu de las sonrisas! ¡Que se restaure el reino de lo disparatado! -chillaban todas con sus graciosas voces.
-Somos como gente loca encadenada que logrará liberar la carcajada de la alegría -sentenciaba Viuda Blanca.
-Somos como naturaleza condenada a la supresión -se lamentaba Fresa Azul-. ¿Por qué se castiga la vida para defender la norma?
-Porque los preceptos gobiernan a los hombres -respondió Estrella Púrpura.
-¿Y cómo será cuando se coseche libertad? -preguntaba Shiva-. ¿Qué semilla podrá germinarnos la libertad?...

Nosotros conocimos y cuidamos de algunos espíritus verdes. Espíritu verde es voz de vida.
¿Por qué anda ilegal la vida?

Dejen fumar con Dios.
Sanen su perturbación, adoradores de la prohibición.
Moléstense más por la guerra, por el hambre, por la indigencia, por lo condenada que está la vida del niño que nace en la miseria. Preocúpense por estas realidades que, a fin de cuentas, fueron creadas por el hombre, en vez de condenar a seres de la Naturaleza.
Tomen conciencia de que viven en un planeta y asuman responsabilidades, en lugar de perseguir el uso de las libertades individuales.
El que dicta el precepto se cruza con la desigualdad social, pero prefiere enfocar su atención en sancionar al que con marihuana osa relacionarse.
Se debe cumplir el reglamento, dicen. Mientras tanto, no hacen que se cumplan los derechos inalienables del hombre. Parece que ejecutar el reglamento hace imposible el cumplimiento de los principales derechos.

No respaldamos los decretos de los políticos. Les hemos visto los hilos, son todos títeres de un solo poder: el interés comercial. Si les compensa su bolsillo, ilegalizan lo legítimo, irregularizan lo que es justo. Estos avaros convierten en artificial lo natural a golpe de insana locura. Todo por el oro. Es todo afán de oro por doquier. No nos representan los individuos que hablan de triunfos u ocultan derrotas. Nos representan la individualidad y nuestra propia soberanía.

Dejen fumar con Dios.

Imagina

Imagina un camino.
Ese camino te conduce a una puerta.
Imagina la puerta.
Siente como la traspasas.
Imagínate que detrás de esa puerta encuentras lo que estabas buscando tan ansiadamente. Respíralo. Inhala la quietud que da el haber terminado esa búsqueda.

Ya estás en tu mundo soñado. Sabías que existía, pero nunca lo habías podido palpar con tus ojos físicos.
Es tal y como lo habías imaginado, sólo que el sentimiento te inunda de una forma que nunca antes habías sospechado. Es de una intensidad cautivadora. Nótalo. Nota cómo formas parte de ese mundo y cómo te envuelve. Sólo tienes que respirar el perfume de su éter para saberte amado y resguardado.

Imagina una senda.
A través de esa senda te adentras por el bosque que tantas veces has rememorado.
Imagina el bosque.
Siente cómo penetras en él.
Imagínate que, en algún recóndito lugar de ese bosque, hallas lo que es más preciado para tu alma. Inspíralo. Rodéate con la energía de ese momento.

Ya has recuperado lo que creíste perdido. Sabías que no podía esfumarse, presentías que descansaba escondido en alguna parte, esperándote en algún presente.
Es tal y como lo recordabas, ninguna esencia se pierde. Ríes estrepitosamente, ahora lo entiendes, el amor nunca ha estado ausente. En realidad, siempre tuviste lo que deseaste, era sólo que aún no habías desarrollado la visión para ver lo que siempre estuvo presente, para percibir lo imperceptible.

Ahora imagina un cuadro.
Ese cuadro te lleva a ese mundo soñado, te lleva a ese bosque imaginado.
Imagina que ese cuadro te acompañará siempre.

Lo has visto con los ojos de la eternidad, lo has sentido con las entrañas del ayer, lo has palpado con las manos de los incumplidos deseos. Ya no queda más que serlo, ser ese mundo soñado, ser ese bosque imaginado, ser ese cuadro verde-dorado con esa elevada senda hacia una resplandeciente puerta pintada.

Imagina.
Imagina que tu vida es un bosque imaginado, un cuadro con una puerta pintada, un mundo soñado.
Imagínate que mañana, cuando haya pasado todo el tiempo de todo el universo, observando el amanecer de un ancestral sol, recuerdas ese cuadro, rememoras ese bosque, evocas ese mundo, y oleadas de risa estrepitosa se agolpan, de nuevo, a tus entrañas. Y ríes, ríes, ríes como un loco...

Imagínalo, amigo, por un momento, imagina que tu cuadro siempre fue eterno.

Una mañana luminosa

Era una mañana luminosa.
Desde la atalaya contemplaba el mar en calma.
En mi interior resplandecía la promesa de la satisfacción, dentro de mí brillaba el tesoro de la Unidad.

Y entonces pasó, de repente sucedió, mi ojo interno lo vio.
Estaba ahí, mi amigo y hermano Jeshua, oculto entre la niebla.
El efecto de su sonrisa se deslizó por mis mejillas al evocar bellos recuerdos que se agolpaban en mis entrañas.

No dijo nada, pues parecía querer expresar todo.
Y lo supe, por su insondable mirada supe que nada de lo que había sido vivido se había evaporado, acerté a entender en ese momento en el que perdí las ganas por saber.
Jeshua, compañero oculto entre la niebla, nunca me sostuvo y nunca vino a levantarme después de las tormentas. Incontables veces le reproché su abandono, innumerables veces me perdí por el laberinto de su ausencia. Pero aquella mañana luminosa lo vi, con los ojos del Espíritu lo vi. Entonces comprendí, e infinitamente le agradecí.

Las olas del mar no se pueden separar.
Los copos de nieve no se pueden dividir.

No había riesgo ni peligro. No había necesidad de acudir a rescatar.
Porque nunca hubo ni mal ni final. Sólo el voluntario juego del soñar.

Una mañana radiante iluminó la atalaya de mi nostalgia y convirtió mi aflicción en risa histérica, el alma me sollozaba de tanta carcajada. Transmuté la pesadumbre y la convertí en goce. Hallé al sol viviendo en mi interior, se esfumó el dolor en cuanto materializó sus rayos de comprensión y aceptación.
Esa luminosa mañana dejé de desandar el camino, con el susurro de la diversión vibrándome en el alma paré de vagar para comenzar a bailar.
Aún hoy sigue la danza.

Una familiar mañana irradió su luz y entró por la ventana de mi añoranza. La luz traía todos los colores del alba. Sané el abandono, me curé del vacío, exilié al destierro al exilio. Encontré la llave del arcón de los mágicos secretos y lo abrí, salieron bandadas y bandadas de palabras voladoras.
Aún hoy no sé muy bien cómo lo hice.

Nunca olvidaré esa mañana sucedida en el no-tiempo.
La reconoceré en cuanto la viva.
Sé que aparecerá aquella mañana luminosa, el día en que, en mi interior, retorne volando a casa, reviviendo y reencontrándome con lo no vivido.

Confianza

Confianza hasta para entregarme al vacío.
Confianza, incluso, para estrellarme contra las rocas.

Porque ni desangrándome podría aniquilarme.
Y, ni aunque me rompiera en mil pedazos, mi alma se quebraría.
Porque no hay peligro de volatilizarse.

Me caigo, me vengo abajo. Pero nunca pierdo el equilibrio.
Me rompo las narices y la crisma, me hago polvo. Pero mi ser no disminuye.

Se me cae la negra noche en cada cosa irrelevante, me guillotino yo sola y pierdo la cabeza. Pero nunca se cierran mis ojos a la belleza, y he de reconocer que tampoco se extravían mis huellas.
Tengo una facilidad extraordinaria para naufragar continuamente, me hundo con mis propios lastres y no emerjo en eones. Pero tengo que decir que el agua nunca encharca mis pulmones.

Admito que, a menudo, se me hace un mundo el mundo y, sin esfuerzo, me asfixio con mi dialéctica. Confieso que, a veces, quisiera volver por donde he venido y despedirme del planeta haciendo una reverencia. Pero también es verdad que siempre me han atraído las tormentas. Soy amiga del rayo.
Confieso que no silencio el grito, que se me escapa como arcada irreprimible. Y vomito toda esta farsa de normas y técnicas del sistema. Pero, aun así, puedo percibir el rumbo, puedo sentir que viajamos de la esencia hacia la esencia.

Reconozco que el miedo me paraliza, que me aterroriza sentirlo acechando oculto entre la niebla, y acabo perdida en un rincón, abrazándome a escondidas. Sin embargo, mi ojo siempre ve un destello de armonía brotando entre tanta ceguera.
Siento que es extenuante la senda, que me cansa esta venda impuesta. Pero es divertido disfrazarse, jugar en esta mascarada, soñar que somos lo que no somos y disfrutar antes de que veamos la fiesta terminada.

Confianza.
Mi alquimia, mi escudo, mi lanza contra la desesperanza, mi alianza con el Espíritu.
Porque mañana, lo más probable, es que me enrede con mi propia cuerda y ya no sepa cómo desenredarme.


Confianza.
Para escalar hasta llegar a las estrellas.
Para sepultarnos profundamente bajo la tierra.
Para dejar escapar, incluso, las risas a través de las heridas abiertas, aunque nos escueza.

Y que se desparrame el cielo sobre nuestras cabezas.