viernes, 28 de enero de 2011

Mi Platero y yo y yo IX

CAPÍTULO IX: LIBROGRAFÍA

-¡Ay! ¡Que mi Platero y yo no es sólo un libro!

Como mi Platero y yo y yo vamos juntos a todas partes hay gente que se pregunta si no estaré perdiendo la cordura.
Según el diccionario, estar cuerdo significa: que está en su juicio. Pues bien, efectivamente, yo no debo estar en mi juicio. Yo moro en el juicio de mi Platerillo. No hay locura más cuerda que vivir rodeado por los elementos. La calidez del fuego, la solidez de la tierra, la frescura del agua, la libertad del aire. Mi Platero y yo derrama cosmos.

Cuando mi Platero y yo y yo estamos en el parque del laberinto mágico, nos sentamos siempre en el mismo banco, nos gusta llamarlo banco arrecife. Pero una maldición pesa sobre el banco arrecife, atrae con pasmosa precisión a los lanzadores de palabras. Curiosos sujetos los lanzadores de palabras. Son fácilmente reconocibles. Se acercan sigilosamente y emanan una fingida despreocupación. Más de una vez, en un alarde de atrevimiento intolerable, se han sentado encima de mi Platerillo, que siempre está junto a mí, pero un piélago de blasfemias hago descender sobre ellos. Recaiga sobre estos malditos herejes el estampido del silencio, Platerillo.

Mucha gente me pregunta si te llevo a todas partes porque eres mi talismán. Me ofende, Platerete. Un talismán es un objeto, y tú eres un ser vivo. Tú eres mi amigo, Platerillo.

Otros te ven como un recipiente de un solo uso, una vez leído te conviertes en desechable. Yo te descubro siempre distinto. Te avisto nuevas cumbres cada vez que te miro. Eres un caleidoscopio único.

-Tú sabes, mi Platero y yo, que te necesito. Tú eres mi guardián de vivencias favorito. Cúbrete tus oídos, Platerillo, cuando venga algún lanzador de palabras.

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