viernes, 28 de enero de 2011

Villa Lenguaje I

CAPÍTULO I: RIBERA IDENTIDAD

Hoy hace un año que conocí a don Antónimo, entrañable abuelo al cual no olvidaré mientras viva.
Lo encontré en Ribera Identidad. Recuerdo que me extrañó que el hombre no paraba detenido. Me acerqué a él; bueno, más bien, casi salté hacia él como un resorte.

-Buenos días -le dije.
-Buenas noches -contestó don Antónimo, confundido por mi repentina presencia.
-¿Le ocurre algo?, ¿busca a alguien? -me atreví a preguntar ya que no dejaba de inspeccionar los alrededores con la mirada. Por no mencionar el hecho de que me hubiera dicho buenas noches cuando mi reloj marcaba las diez de la mañana.
-Pues no sabría decirle con exactitud, venerable anciano.
(Aquí reconozco que tuve que contenerme un poco, porque no es que yo sea un adonis, amigos, pero tengo treinta y ocho años, creo que no es de recibo que a esa edad uno tenga que escucharse semejante agravio).
-Me he despertado sintiendo una emoción tormentosa -continuó-. Experimento un dolor atroz, como si me hubieran extirpado la mitad de mi ser. Lo cual es extraño, pues no recuerdo que nada haya cambiado desde ayer, que me encontraba perfectamente.
-Habrá usted soñado algo con una intensidad inusual. Y quizás ha permanecido esa sensación del sueño -le sugerí.
-Cosa insólita sería ésa -contestó don Antónimo-, puesto que no recuerdo haber soñado nada específico.
-¿Por qué se encuentra aquí?, parece como si buscara algo -le espeté.
-Muy simple, honorable anciano.
(Otro mordisco tuve que darle a mi lengua).
-Hace un momento me encontraba contemplando las estrellas (¿¿¿Por la mañana??? Palabra de honor que yo tampoco lo entendía) recostado en este majestuoso asiento -dijo, señalándome un banco casi destartalado-. Y me quedé dormido. Al poco rato me he despertado invadido por ese sentimiento que ya le he referido. Pero, si mal no recuerdo, creo que vine aquí con alguien...
-¡¡Por el amor del Verbo, don Antónimo!!, ¡¡Estaba, se hallaba usted aquí!! Le dije, le manifesté que no me perdiera de vista -chilló el entonces desconocido don Sinónimo dirigiéndose a mi extraño amigo. Éste se giró de inmediato. Recuerdo que al observarlos a los dos juntos me maravillé al advertir lo distintos que eran. Se hubiera podido decir que físicamente no podían ser más contrarios. Más tarde averiguaría que sus diferencias no se limitaban exclusivamente a su apariencia.
-¡Oh, don Sinónimo!, ¡me había olvidado de usted por completo!
-Pues como siempre, don Antónimo, como siempre. Intente no despistarse, no desorientarse, aunque esto vaya en contra de su naturaleza, se lo ruego y se lo suplico.

Don Sinónimo escupió cada palabra que había pronunciado como si disparara balas de letras.

-Don Antónimo -continuó don Sinónimo-, sepa usted que la razón de mi premura, de mi acuciamiento, es, como he podido comprobar hace un momento, un desagradable suceso, un lamentable episodio. Y mientras usted paseaba por aquí parloteando, cotorreando, andaban Belleza y Deformidad corriendo por Villa Lenguaje completamente enajenadas, íntegramente deschavetadas. Creo que huelga describirle, don Antónimo, la impresión, la conmoción que dan dos palabras antónimas jugando enlazadas, entregadas al descontrol.
Ellas solitas han estado a punto de trastocar, de alterar irremediablemente los parámetros establecidos concernientes al significado de todas las palabras.
Figúrese el ejemplo que han dado a todas sus compañeras, imagínese el modelo que han mostrado a la totalidad de sus hermanas, don Antónimo. ¡Gracias al Verbo Santísimo que hemos podido convencer a Deformidad! Supo serenarse al señalarle el escarnio al que se vería sometida cuando sus hermanas sinónimas supieran con qué compañías compartía su tiempo libre, con qué comitiva se asociaba en sus ratos de ocio. Como usted comprenderá ha vuelto pitando al redil.
-No puedo concebir lo que me cuenta, don Sinónimo. Para un momento que me despisto, se me revolucionan las pupilas.
-No se preocupe -dijo don Sinónimo-. Lo destacable, lo relevante es que no haya sucedido una gran catástrofe. Puede estar tranquilo porque Deformidad ya ha vuelto a Refugio Diccionario. Sin embargo, don Antónimo, esto no es cosa baladí. Tiene que custodiar a sus alumnas como el Santísimo Verbo manda. Que mantener juntas a las mías mis trastornos me ocasiona, mis desvelos me provoca.

Don Antónimo me hizo un gesto de despedida. Y con una mueca de burlona complicidad se disponía a marcharse cuando le pregunté: ¿Ya se encuentra mejor, don Antónimo?

-Me desconcierta usted. No sé a lo que se refiere. (Aquí, amigos, me dejó completamente noqueado).
-Se lo digo porque antes se encontraba usted algo desorientado -le dije. (Ya lo sé, amigos, me honra mi bonhomía por no calificar su comportamiento como el de un desequilibrado con graves perturbaciones).
-¡Como si pudiera evitarlo el pobre hombre! -me respondió don Sinónimo- Don Antónimo se pasa la vida significando contrarios, personificando antagónicos. Por eso no le extrañe si se contradice a sí mismo, a los demás, o si ve que él percibe una realidad que se contrapone a la suya.
-¿Y por qué se ha olvidado de usted tan fácilmente? -pregunté a don Sinónimo.
-Pues mire usted, el desafortunado, el infausto, tiene ahora mismo en su clan antónimo la custodia de Olvido. Como cuidadores de palabras que somos, no podemos evitar, no hay forma de esquivar que de vez en cuando nos identifiquemos o simpaticemos con lo que representan todas y cada una de las palabras que amparamos. (Aquí, amigos, me tendréis que comprender pero ya no tenía ganas de preguntar un excremento, demasiada información para mi persona en tan poco tiempo). Yo -continuó don Sinónimo-, como ahora estoy al cuidado de Memoria, y me hago cargo de sus conceptos, le doy el equilibrio. Y él me lo da a mí, que el olvido también es descanso. Siempre y cuando nos mantengamos unidos, ¿verdad, don Antónimo?
Don Antónimo asintió. Y después de dirigirme una sonrisa con una bondad que se le salía por los ojos los vi alejándose cogidos del brazo.
Asombrado por tan extraordinario incidente me alejé de Ribera Identidad rumbo a Puerto Piélago.

No hay comentarios:

Publicar un comentario