miércoles, 12 de febrero de 2014

La vida cuento



Todos los cuentos empiezan y terminan igual.
Todos los cuentos tienen el mismo principio e idéntico final.
El nudo es lo único que se puede anudar.

La vida es como un cuento. Un tubo de palabras palpitante.
Una historia que se lee y se escribe al mismo tiempo.
Un reguero de principios avanzando hacia el fin, con mensaje en cada punto y seguido.
Una fantasía que nace de otra fantasía que nace de otra fantasía.

La vida es igual que un cuento. Carne de verbo, luz que brota del vacío.
Se lee en horizontal o en vertical y se escribe en infinito.
Como la vida, los cuentos nacen, crecen, se reproducen y mueren.
La criatura, semejante al creador, anda rondándole en círculos.

La vida es lo mismo que un cuento. Un cuento escrito en trance con tinta indeleble.
El principio y el final se escriben solos. En el nudo está lo variable.
Todos los cuentos comparten el mismo despertar, todos los cuentos vienen con su fin añadido.
En todos los cuentos habita la singularidad de una voz escuchándose narrar.
En cada cuento se desarrollan todos los cuentos. Pero el más anciano de los cuentos se escribe a sí mismo.

Recapitulemos.
Se está escribiendo un cuento viviente.
El principio ya ha pasado. El final viene contado. Entre medias decide el cuento su hilo narrativo.
Todos los cuentos contienen la semilla de todos los cuentos. Todo cuento, en su germen, es siempre un abanico inmenso de posibles.

Vivía una vez un cuento que apagó sus palabras para soñar que era un hombre.
Ese hombre soñado se dedica a extraer sonidos de su silencio y teje con cuentos su cuento.
Ahora mismo acaba de enhebrar: todos los cuentos empiezan y terminan igual.