viernes, 28 de enero de 2011

Mi Platero y yo y yo XIII

CAPÍTULO XIII: ÚLTIMO SUEÑO

Anoche, Platerillo, tuve una pesadilla. Soñé que estaba atrapada en un laberinto, un laberinto muy real, Platerillo, un laberinto inconmensurable. Era de noche, Platerete, una noche muy oscura, tan oscura que parecía un demonio disfrazado de noche. Yo estaba muerta de miedo, tenía la sensación de llevar eones de tiempo perdida en ese laberinto, lloraba y lloraba. No sé, Platerillo, así son los sueños, espejismo tras espejismo. De pronto, una niebla empezó a inundarlo todo. Para que tú lo entiendas, Platerete, era como un oleaje de cristal en el aire que no te deja ver nada. Soñé que me rendí, Platerillo, una ceguera atroz me recorría el alma. No sé, Platerillo, así son los sueños, espejismo tras espejismo. Al poco rato, empecé a oír unos susurros, unos susurros que no decían palabra alguna, y sin embargo... ¡cuántas cosas revelaban! Súbitamente fui consciente de que estaba soñando, e inmediatamente me desperté. Cuando me desperté, lloré, Platerillo, lloré y lloré. ¡¡¡Era todo un sueño, Platerete!!! Una mentira, una ilusión con apariencia de realidad.

Son curiosos, Platerete. Los sueños, digo. Es curioso que antes de ser conscientes de que estamos soñando, todo nos parezca igual de real y nos produzca el mismo impacto, o más, que cuando estamos despiertos. No sé, Platerillo, así son las cosas, espejismo tras espejismo. Pero cuando has descubierto un sueño, Platerete, una vez le has quitado la máscara de realidad, la pesadilla no te puede volver a atrapar. Se urdirán otras pesadillas, pues así son las cosas, Platerillo, espejismo tras espejismo, pero si el velo de una pesadilla hemos podido levantar... ¿por qué no habría de servirnos igualmente para descubrirles la máscara a otras pesadillas?

De alguna manera, Platerillo, todos somos portadores de una llave, una llave maestra que abre todos nuestros cerrojos, una llave que libera todo lo camuflado.

¿Y tú qué sueñas, Platerillo?

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