viernes, 28 de enero de 2011

Mi Platero y yo y yo XI

CAPÍTULO XI: DICHOSA TORMENTA

Todo se marchita. No queda nunca nada. Todo cuenta un final. Un vendaval de inquietud arrasa con todo, todo es cubierto por un temporal de nieve-zozobra. El diluvio emocional se lleva todo lo que encuentra a su paso. Aguacero de miserias es invocado siempre. Ramillete de penurias adorna a todos los corazones. El infortunio acecha tras cada caída, y nadie se levanta nunca. La indigencia de la necesidad es una pandemia que nos ataca a todos.
Siempre aparece la lluvia para llevárselo todo, el cielo no perdona nada. La ceguera es la única guía. Todo cuenta un final. Nunca queda nada, no. Todo se marchita.

Nada se pierde. No se puede escapar del siempre. Todo habla del origen. Una ventisca de sosiegos trae nuevos aromas, aromas de lo desconocido. La tempestad de la noche oscura respeta los invisibles cultivos. Una tromba de agua-descanso se lleva todas las impurezas. Avalancha de aventuras inextinguible. Coral de infinito cincelado en todos los corazones. Las bendiciones aguardan tras cada disfraz, y nadie se escabulle por siempre. Todo destino es soberanía que nos encuentra a todos, que de nadie se olvida.
Siempre aparece la lluvia para entregarnos todo, el cielo sabe aplacar toda sed. La luminosidad del rayo ilumina el camino. No hace falta guía. Todo habla del origen. No se puede escapar del siempre. Nada se pierde.

Mi Platero y yo y yo optamos por el círculo del nada se pierde. Palabra de Platerillo.

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