miércoles, 26 de enero de 2011

El purgatorio de la literatura VI

CAPÍTULO VI: ¿DEDAL O BESO?

-¡Compañeros! -gritó Rulfo entrando en el salón de su casa expiación-. Acabo de enterarme de que ayer trascendió ni más ni menos que James Matthew Barrie. Justo sucede el mismo día de la ascensión de nuestro Salinas. Aunque tengo entendido que Barrie llevaba catorce años más que nuestro compañero.
-Así es –confirmó Arlt-. Cuando vine yo, Barrie ya estaba en el purgatorio. Recuerdo que alguien tuvo la ocurrencia de bautizarlo con el siguiente mote: Pedro Mendrugo, en honor a su más famoso personaje, Peter Pan. Y claro está que cuando se enteraron los lectores voraces de Barrie, que parece ser son bastante numerosos, se reunieron para determinar si tal mote constituía una afrenta contra su escritor favorito, y concluyeron por unanimidad que, en efecto, suponía una deshonra y un ultraje tales que no podían ser consentidos, y dictaminaron la funesta sentencia. Y ésta consistió en retirarle el saludo y la palabra al vil vejador. Así se las gastan los lectores de Barrie, compañeros. Tened mucho cuidado si la providencia purgativa os coloca cerca de alguno de ellos -concluyó irónicamente.
-¿Podrías creer que la providencia ya lo ha hecho? -preguntó Rulfo.
-Yo, querido Juan, al igual que la reina roja de Carroll -respondió Arlt-, tengo la innata capacidad de poder creerme hasta seis cosas imposibles antes de la hora del desayuno. ¿De qué cosa difícil de creer se trata?
-Me ha dicho mi guía que van a hacerle un homenaje especial a Barrie en el que uno de sus lectores voraces leerá un escrito en su memoria.
-¡Me resulta indignante! -chilló Pizarnik-. ¿Por qué a él le dejan escribir? Es una regla inquebrantable el no permitirnos escribir, según me aseguró mi guía.
-Al parecer han hecho una excepción por los años que llevaba Barrie en el purgatorio y por la cantidad de lectores voraces suyos que se encuentran aquí en estos momentos -explicó Rulfo.
-Alejandrina, a pesar de tu razonable queja y justificado enfado, sería interesante acudir -opinó Arlt.
-Soy de la misma opinión -secundó Rulfo.
-Está bien -accedió Pizarnik-. Que haya lenguaje donde tiene que haber silencio.

Al poco rato de haber llegado al lugar donde se celebraba el homenaje, al cual llamaron “¿Dedal o beso?”, una mujer se aproximó a un atril y comenzó a hablar.

Saludos, queridos compañeros, soy una lectora voraz de James Matthew Barrie y quisiera compartir con todos vosotros unas palabras que dedico en su memoria.

“Todos los escritores, menos uno, crecen.
Yo me cosí su sombra a los talones, y al hacerlo sentí un gran hormigueo en los hombros, donde según él, solían estar las alas.
Y me escapé por la ventana de mi cuarto de las limitaciones, para regresar volando a los Jardines de los “Senderos que se hicieron solos”.
Me olvidé por completo de que yo era Nadie y salí volando hacia el país de Nunca Jamás. Me convertí en una mitad y mitad.
Mitad nadie, mitad lectora.
La lectora voló. Invocada por Barrie Pan.
Para volar sólo me hizo falta rociarme con polvillo mágico y pensar en cosas maravillosas.
De nada sirvieron la limpieza y el orden que aplicó mi madre en mi mente.
No hubo forma.
La isla del país de Nunca Jamás me estaba buscando.
Y me pudo encontrar por un beso. Un beso que me dio Barrie.
Ese beso me salvó la vida.
Ese beso impidió mi caída por el precipicio de la página en blanco y evitó que me estrellara contra el suelo de la sensatez.
Y os aseguro que de esos pedazos no hubieran podido brotar Campanillas.
Aún no sé muy bien si lo que me salvó fue un beso que me dio Barrie, o fue la imitación de Barrie del sonido de un beso.
Pero…lo que sí sé es que no había beso cuando me acosté, sin embargo, allí estaba cuando me desperté.
Todos los escritores, menos uno, crecen.
Y me enseñó que mis sueños tenían que ver con el enigma de mi existencia.
Me mostró que nada es más real que aquello que veo con mi imaginación.
Me enseñó a no fiarme de los que dicen no creer en nada.
Confirmó que mi anterior vida como pájaro fue real.
Aprendí a decir: Me siento bailarina, en lugar de: Me siento feliz.
En Barrie me construí el nido. Nido del Ave de Nunca Jamás.
Viví como niña perdida para esconderme de los piratas de la madurez.
Compañeros hermanados en Barrie: si al trascender llegamos al lugar que está en la segunda estrella a la derecha y luego todo seguido hasta la mañana, necesariamente la ascensión ha de ser una aventura tremendamente formidable”.

La lectora voraz finalizó su discurso exclamando:
“¡Soltad amarras, anclas levad,
que vamos a piratear,
y si un disparo nos separa
abajo nos hemos de encontrar!”.
A lo que los asistentes, mayoritariamente lectores voraces de Barrie, prorrumpieron en ensordecedores aplausos y sonoros vítores, completamente exaltados.
A continuación los tres escritores volvieron a su casa expiación.

-¡Qué mujer más curiosa esta lectora de Barrie! -expresó Rulfo.
-Sin duda alguna es un verdadero Peter Pan al que sólo le faltaba la cabra, la flauta, y preguntarnos si creemos en las hadas -opinó Arlt.
-Yo me identifico mucho con Barrie -reveló Pizarnik con una inesperada solemnidad-. Yo escribía poemas porque necesitaba un lugar en donde fuera lo que no era. Barrie escribió Peter Pan para poder ser por siempre el niño que nunca fue.
-Interesante teoría -reconoció Arlt.
-Desde el fondo de los fondos de su escritura, Barrie implora su niñez perdida -concluyó Pizarnik.
-Crecer o no crecer, he ahí la cuestión -recitó Rulfo.
-Alejandrina, ¿me darías un dedal? -preguntó, pícaro, Arlt.
-Querido Robertito: por ahora tendrás que conformarte con un beso -le respondió ella entregándole un dedal.
-Eres alguien sin corazón -sentenció Arlt.
-Como Peter Pan manda -contestó Pizarnik.
-En ese caso, querida Alejandra, a partir de ahora para ti seré el Capitán Garfio -bromeó Arlt.
-Pues yo seré el cocodrilo que se tragó tu mano con tu reloj como guarnición. Tic-tac. Tic-tac… -contraatacó Pizarnik-. Me pregunto -dijo melancólica- cuánto tiempo dejó abierta mi madre la ventana por la que salí volando cuando decidí abandonar mi vida en la tierra.

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