miércoles, 26 de enero de 2011

El purgatorio de la literatura V

CAPÍTULO V: EL DEFENSOR

-Definitivamente, compañeros -dijo Rulfo entrando en el salón-, soy un ser repugnante, una subpersona nauseabunda, un ente execrable.
-Creo que exageras algo -opinó Arlt-. Tal y como yo lo veo, como mucho podrías ser un pelafustán o pelagatos, pero nada más allá.
-Me sorprende esa nobleza que muestras de repente -ironizó Rulfo.
-Cuéntanos ya lo que te ha pasado -le exhortó Pizarnik.
-Pues que en la terapia de hoy le he hablado a mi guía de la aparición que sufrí el otro día. No vais a creer lo que me ha dicho.
-¿Quién? ¿El fantasma de Pedro Páramo, o tu guía? -bromeó Arlt.
-Eres un gaznápiro, querido Roberto. Espero que puedas encontrar la ocasión de averiguar lo que significa -concluyó Rulfo.
-Qué alma más perversa eres. Sabes de sobra que aquí atrapado no tengo forma de averiguarlo -contestó.
-Parad ya de guasear -les cortó Pizarnik-. ¿Qué te ha dicho tu guía?
-Me ha sugerido que reflexione sobre la posibilidad de que Pedro Páramo me culpe por haberle obligado a existir. Y por si esto fuera poco me ha dicho que cree que lo que más me puede reprochar Pedro Páramo es que le diera la vida como fantasma. Luego ha desarrollado la teoría de que yo dejé de publicar después de esta novela porque inconscientemente supe que había obligado a existir a personajes que no lo deseaban. Todo esto según mi guía, claro. O sea, lo que estaba diciendo, que soy un ser execrable por haber tenido la osadía de crearlos.
-Pero -planteó Arlt-, si dejaste de escribir porque de una manera inconsciente te diste cuenta de que vivificabas criaturas en contra de su voluntad, ¿por qué estás aquí? Quiero decir, en teoría tuviste esa premonición, por decirlo de alguna manera, que te hizo dejar de escribir. ¿No es esa premonición en sí misma una especie de purgación?
-Digo yo que tendrá que purgar al personaje Pedro Páramo, no al libro -aventuró Pizarnik.
-Eso mismo dice mi guía -contó Rulfo-. Es más, asegura que es habitual en los escritores poco prolíficos tener este tipo de enganches con alguno de sus personajes, incluso me ha dicho que no es raro que se les aparezcan.

Salinas entró repentinamente en la habitación para dejarse caer pesadamente en uno de los sillones. Seguidamente Arlt preguntó a Rulfo:

-Y, ¿has preguntado cuál es la media de los años que han pasado aquí esos escritores a los que se les aparecen sus personajes?
-Pues no -respondió Rulfo-. Mi guía no quiere que me compare con nadie -justificó-. Pero hay otra cosa que no sé si sabréis. Me ha dicho que ahora tengo más posibilidades de ascender, puesto que parece ser que cuando un compañero de casa trasciende, deja como unas virutas energéticas que ayudan a trascender a los que quedan en la casa...
-Eso son majaderías -sentenció Salinas.
-Querido Pedro -le dijo Pizarnik-, te veo muy pensativo. ¿Te encuentras bien?
-Perfectamente. Acabo de vivir una experiencia abrumadoramente sorprendente.
-A ver si lo adivino... -se ofreció Arlt-, se te ha aparecido el fantasma de La voz a ti debida.
-No seas absurdo -le contestó Salinas-. Es uno de mis libros de poesía, no hay ningún personaje -le aclaró-. Pues bien, venía hacia aquí, después de acabar la terapia con mi guía, y he oído una voz que salía de una de las casas expiación para lectores que estaba recitando:"Cuando hablo de imposibles apriétame la mano más que nunca". ¡Es un verso mío! Me he quedado petrificado.
-¡Ay! Pedrito querido, no has entrado dentro, ¿verdad? -preguntó Pizarnik.
-No, no he entrado, querida Alejandra. Pero me he acercado lo suficiente para poder escuchar toda la conversación.
-¿Qué conversación? -quiso saber Rulfo.
-Una entre un lector voraz mío y un lector voraz de Bertolt Brecht.
-¡Santa madre de Dios! -exclamó Arlt-. Acabas de sentenciarte, por quién sabe cuánto tiempo más, esta condena en el purgatorio.
-No me importa en absoluto. Lo que he escuchado me ha dejado una paz indescriptible -dijo Salinas.
-Cuenta, cuenta -le incitó Pizarnik.
-Estos dos lectores parecían enzarzados en una pelea verbal, ya que el lector voraz de Bertolt acusaba a mi poesía de vergonzosamente cursi y nada revolucionaria. A lo que mi lector voraz ha respondido, según creo yo, muy acertadamente, pues ha sostenido con una firmeza admirable que mi poesía no es cursi sino altamente tierna, que mis palabras son, utilizando un verso mío:"amaneceres de poema", y que él consideraba muy revolucionario mi verso que dice:"Para vivir no quiero islas, palacios, torres, ¡Qué alegría más alta vivir en los pronombres!". Pero el lector voraz de Bertolt no ha podido mostrarse más en desacuerdo diciendo que la cursilería es una bajeza, que hay que ser más revolucionarios para poder cambiar el sistema, que la poesía amorosa jamás cambiará las mentes. Y ha citado una frase de su escritor favorito que decía así:"Las revoluciones se producen, generalmente, en los callejones sin salida". A continuación mi lector voraz se ha mostrado intransigente, pues el hecho de que se describiera a mi poesía con el epíteto de amorosa y la definiera como una bajeza le ha parecido completamente intolerable, y le ha recordado a su compañero un verso del propio Brecht:"También el odio contra la bajeza desfigura la cara". A lo que el lector voraz de Brecht ha contestado que estaba de acuerdo, pero le ha pedido a mi lector voraz que le recitara algo mío comparable a la poesía "Muchas maneras de matar" de Brecht, y se ha puesto a recitarla como un energúmeno:"Hay muchas maneras de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre. Quitarte el pan. No curarte de una enfermedad. Meterte en una mala vivienda. Empujarte hasta el suicidio. Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo. Llevarte a la guerra, etc...Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado". Inmediatamente, mi lector voraz le ha argumentado que son dos estilos de poesías incomparables, lo que le ha valido al lector voraz de Brecht para acusarle de cobarde y de no tener respuesta a sus preguntas. Finalmente han ido lanzándose citas a borbotones, sin argumentarlas. Pero lo que me ha dejado estupefacto ha sido ese entusiasmo por defender a sus autores y sus obras. En otro momento me hubiera centrado en proferir mentalmente todo tipo de insultos hacia el lector voraz de Bertolt, me habría dicho a mí mismo: Este hombre no sabe nada de fábulas y signos, no ha reconocido presagios, no conoce del seguro azar. Después me hubiera sumido en un largo lamento. Pero no sé que me ha pasado en ese momento, pues he recordado algo que escribí un día que me ha dejado un sabor inclasificable. Compañeros, ha sido un sentimiento colosal.
-¿Qué es lo que has recordado? -preguntó Arlt, interesado.
-Os lo recitaré con mucho gusto:"Y así el creador del libro se siente seguido en los siglos por un largo séquito de recreados y recreadores, participantes todos, en la faena de mantener la obra en vida. Es probable que así como el agua del Ganges o del Amazonas no ha parado de correr, desde su origen, haya habido ciertos libros que no dejaron de ser leídos ni un sólo día, desde que se escribieron, por ojos humanos tras ojos humanos, en los lugares más distanciados de la tierra". Queridos, nosotros no somos nadie para denominarnos creadores de existencias, no debemos preocuparnos por lo que les deparará la vida a nuestras criaturas, teniendo en cuenta que por sí mismas son capaces de buscarse defensores, defensores que les deberán la voz.

Una vez acabó de decir esto último, se evaporó ante el asombro de todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario