martes, 8 de febrero de 2011

Vagabundo gemebundo

Recorría paisajes de noches oscuras con el alma fragmentada, pero nadaba todos los mares de la desazón a puñaladas.
Era frecuente habitante de negros tártaros, y el afán se le caía hecho pedazos. Aun así, nunca lo vimos abrasado por el fuego de la aflicción.
Tenía mirada de halcón y corazón de marinero. Nunca nos dijo su nombre. Era individuo de nadas y nadies.
Alguien lo encontró una noche, borracho de ausencias, abrazado a un vomitado recuerdo.
Al cabo de un tiempo nos enteramos de que vagaba como ser doliente, perturbado, ausente.
Había perdido la razón, pero había ganado la serenidad.

Nunca más supimos de él.
Le perdimos el rastro al amor.

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