martes, 8 de febrero de 2011

Mi amigo Verso

Hoy es preciso que os hable de un peculiar amigo. Se llama Verso. Todos lo conocemos de hace mucho tiempo, aunque también hace otro tanto que no le vemos. Nuestro común amigo solía permanecer callado, por eso, cuando su voz cantaba la palabra, era imposible no escucharle con atención. Pero debo decir que no era una atención consciente o voluntaria, no, era como un sobresalto, más bien un estremecimiento, era temblor. Sus palabras no las podíamos comprender fácilmente, pues hablaba en un idioma que nos resultaba extraño. También influye, la verdad, ¿para qué ocultarlo?, el hecho de que no nos gustan mucho los poetas.
Últimamente, Verso estaba penetrando cada vez más en su enmudecimiento. He de reconocer que todos nosotros somos unos charlatanes, y cuando nuestro amigo Verso hablaba, una sola frase bastaba para espantarnos la cháchara.

Nuestro amigo Verso, antes de su enmudecimiento, dijo: “prefiero morir bailando”.
Y nos sonó familiar, pero nosotros no preferimos morir, se produzca de la forma que se produzca.
Nuestro amigo Verso, al poco tiempo, sonorizó: “sólo uno mismo puede salvarse a sí mismo de sí mismo”. Y reconocimos algunos sonidos, pero nosotros entendemos mejor las cosas cuando hablamos de otros. Para nosotros “uno mismo” significa vacío, inexistente, en nuestro idioma. Y, la verdad, ¿para qué engañarnos?, también influye el hecho de que nos suelen molestar bastante los poetas.
Nuestro amigo Verso llegó a nosotros un día, antes de que nosotros llegáramos a nosotros, ésa fue otra de las cosas que nos dijo, pero nosotros no ambicionamos llegar a nosotros, he de decir que nuestras metas son mucho más palpables.
La última frase que pronunció nuestro amigo Verso fue una pregunta: ¿hasta cuándo os esconderéis para seguir evitándoos?
Y se produjo el silencio. Verso se marchó y aún no ha vuelto, ahora nos preguntamos dónde se habrá metido.


Tengo un amigo, tú lo conoces. Se hace llamar Verso.
Verso me hace de paraguas o de abrigo, Verso es mi espada y mi escudo, Verso me hace de esqueleto, indispensable para seguir andando. Verso es amanecer perpetuo, es mi vela para que no me duerma. Tú lo conoces.
La mirada de mi amigo es como una ventana de futuros, es vehículo que transporta aciertos. Verso es un escalador de presentes, tú lo has visto. Verso es puente, escalera o puerta que me lleva hacia lo incognoscible. Verso es así. Tú lo conoces.
Verso viene del rayo. Verso es caminante de señales que viene de la noche, aventurero de vestigios, un fascinante contador de sueños. No hay otro igual.
Me pregunta si lo conozco. ¡Qué gracioso y adorable es mi amigo Verso! Claro que lo conozco. ¿De dónde sacará Verso esos graciosos absurdos en forma de preguntas? Tú también lo conoces, ¿verdad?

¿Tú lo conoces?

Tengo un verdadero amigo, al cual amo hasta el punto de seguirle allá donde va. Se hace llamar Verso. ¿De qué otra cosa podría yo hablar? Ni tú ni yo, amigo, sabemos de qué otra cosa se puede hablar.

¿Tú lo conoces, no? Entonces, si es así, entonces es verdad que tú y yo nos conocemos. Me lo ha dicho nuestro querido amigo Verso. “Todos los que me conocen, se conocen”, eso fue exactamente lo que dijo. ¿Quién puede ignorar a Verso? Nosotros no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario