martes, 8 de febrero de 2011

Cristal maestro

Hubo una vez un cristal, un cristal que me contó lo que una vez memorizó. Cristal cápsula de memoria.
Reconozco el cristal. Se llama Mina.
No hace muchas lunas, en el cómputo de este amado cuarzo quedó grabada una aventura con forma de cuento.
Me dispuse a la lectura-extracción cuidadosamente. A continuación, comencé a transcribir lo que se me contaba.

Es una mujer, una mujer que camina con un cántaro. Se dirige hacia la fuente crística. Una vez en la fuente crística llena su cántaro hasta reventar. Pero, para Mina no es un cántaro común, no es sólo una copa. A decir verdad, Mina lo percibe como una huella, para el cristal maestro es una impronta energética, algo parecido a una identidad, una identidad imposible de deshacer, un origen verdaderamente inolvidable e imborrable. La mujer camina y camina por senderos, ella no conoce el rumbo, pero entiende la dirección...

De pronto, una tortura aparece desgarrando todo lo que encuentra a su paso. Mina lo registró como herida, aún se puede apreciar la cicatriz en su cuerpo de cristal. Luego de la tortura viene registrada la muerte. Y después de la muerte... vino la promesa... Mina lo percibe como una alianza, como un pacto solemne entre risas y agradecimientos.
La promesa fue la siguiente: Regaremos, lo que aquí fue plantado, con amor y consciencia, pues ha llegado la hora y el fruto pide su semilla. Cuando el fruto madure, nos reuniremos de nuevo para celebrar la esperada cosecha. Y así es.

Así fue dicho, así quedó grabado en el cristal maestro Mina. Ahora Mina ha vuelto, lo que significa que quedan pocas lunas para que disfrutemos de la cosecha, la cosecha de la energía crística.

Esta energía crística que leí en Mina... ¿cómo describirla? Es más que un “hombre”, tampoco es sólo “Dios”. ¿Cómo describirla? Es, sencillamente, una energía amorosamente universal. Una energía que no pregunta, ni anhela convencerte. Una energía que cristaliza con fuego cuando es invitada y que se conserva intacta a través del infinito.

Lo último que quedó registrado en Mina fue la última mirada de esa mujer. Al mirar la mirada quedé reflejada yo en esos ojos. Al poco tiempo, Mina cambió, distintos reflejos emitía. Ahora lo comprendo todo. Mi mirada se llevó la mirada que leí. Ahora las dos volvemos a ser una sola mirada del gran ojo invisible que todo lo acepta.

Sí, así fue.

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