jueves, 3 de febrero de 2011

La guardiana entre el presente no

Me está acechando desde el principio de los tiempos.
Jamás, en toda la historia de mi humanidad, albergué tanta rabia, tanta negación. Yo quise que me contara sus secretos, la exhorté a revelarme origen y destino. Pero se rebeló.
Al principio me ignoraba. No contestaba mis llamadas ni mis preguntas y evitaba la confrontación.
Luego, cambió a peor. Era muy agresiva, y le cogí miedo.
Reconozco que intenté huir de ella, me aterraba el poder tan inmenso que tenía y sigue teniendo sobre mí. Confieso que yo se lo di.
Mas no pude escapar de ella. Cuando ya creía que nos habíamos olvidado mutuamente, me la encontraba, de repente, responsable de un motín, de un fuego, o de un altercado cualquiera.
Yo siempre hacía todo lo que podía por ella. Porque, en el fondo, ella es como otra parte de mí y yo soy como otra parte de ella.
Y he aquí que ahora hemos llegado a un callejón sin salida. Es ella o yo. Me debato entre la muerte y la muerte. Si me mata, muero. Si la mato, muero. Muerte o muerte, ésa es la disyuntiva.
Yo no la puedo matar. Es amiga de mi alma, su esencia forma parte de mi esencia, ¿cómo dañarla sin dañarme yo? Ella me hace sufrir, me atormenta. Una sola confidencia suya bastaría para aliviarme este ya intolerable dolor. Pero sé que no lo hará, seguirá ocultándome nuestra patria, nuestras raíces, nuestro hogar.
Me rindo, que haga conmigo lo que quiera. Yo la amo aunque me sangren sus silencios.
Yo la amo aunque se me infecte la razón con tanto de su virus amnésico.
Ella es mucho más fuerte que yo, ella tiene la serenidad y la paciencia de toda la eternidad. Me conoce la debilidad, sé que me derrotará. Pero no me importa, porque en esta lucha muerte a muerte, la que es derrotada es la que menos pierde.

La herida estará, por siempre, abierta. No sé de cicatriz para esta pena. No hay ventana, no existe puerta. Cercada, aislada, acorralada. Estoy contra las corduras. Recluida en el sentimiento de un significado, condenada al exilio del alfabeto, empañada de cienos ajenos.

Todos los soles y todas las lunas que he llevado durante eones y eones en el regazo, ahora se me apagan para dejar paso a la nocturna guerra de las guerras, la batalla final comienza. Lo he perdido todo en esta travesía inmensa para poder tenerlo todo por ganar, todo por recuperar.

Ella y yo nos hemos navegado las miradas desde que caímos al otro lado del espejo, desde que nos vemos rodeadas por este muro de fuego. Nos conocimos mucho antes de encontrarnos. Y ahora nos encontramos de nuevo, sin habernos conocido. Enfrentadas nuestras vidas, nos reconciliará la muerte.

Desde siempre he sabido que lleva acechándome desde el principio de los tiempos:
Me encañona una palabra.
Me apunta con el rifle del olvido.
Y me tiene a tiro.
Volver, volver, volver...

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