viernes, 23 de noviembre de 2012

El club de lectores anónimos V



CAPÍTULO V: DESPEDIDA BORRASCOSA

El mensaje era de Paradero. Con voz desgarradora me decía: “Martin, Cumbres está en el hospital. Me han dicho que es muy grave, voy hacia tu casa ya”.
Cuando llegamos al hospital nos enteramos de que se había lanzado por la ventana de su dormitorio, desde un octavo piso. Gracias a la providencia no murió, pero la caída le ocasionó daños cerebrales muy graves, de los que se pudo recuperar muy lentamente. Pero, por desgracia, le quedaron secuelas. Le fue diagnosticado un trastorno del lenguaje denominado alexia, una ceguera verbal que le imposibilitaba leer. Entendía las palabras habladas, pero impresas le parecían a su cerebro un idioma ininteligible.
Lo que pasó aquella fatídica noche del juego, poco a poco, nos llevó a la ruptura del club. La congoja de lo sucedido nos enloqueció a todos y convirtió en islas lo que era continente.

Cumbres se cegó, se le mezclaron la realidad y la ficción. Acabó creyéndose alguien que nunca fue. Ella solía decir a menudo: “aquello en lo que crees, creado lo ves”. Aún no comprendo cómo no pudimos verlo venir, sobre todo teniendo en cuenta que otras personas, como Campanilla, sí percibieron cosas raras. Pudo deberse a que desde fuera se ven las cosas con mayor perspectiva. Quiero creerlo así, porque, de lo contrario, el sentimiento de culpa me pesaría mucho, aunque presiento que, de haberlo visto venir, poco hubiéramos podido hacer para cambiar el curso de los acontecimientos.

Heathcliff y ella se conocían de hacía bastante tiempo gracias al foro, pero esa noche era la primera vez que se veían. Le bastó escrutar su mirada una sola vez para reconocerlo, para saberse atada a él. Y para trastornarse. Un sólo encuentro los separó y los unió para siempre, de una manera extraña. Aquella aciaga noche, cuando se marcharon solos de la reunión, se dirigieron a uno de los parques de la ciudad, querían estar completamente solos. Saltaron una de las verjas protegidos por la oscuridad y caminaron por una senda hasta que se sentaron en un banco.
Ella, al sentir a su lado a aquel al que tanto había soñado, se convirtió totalmente en la mujer que no era, se fundió con la vida de su personaje. Y al hacerlo ya no había marcha atrás.
Sólo hubo un detalle que ella no tuvo en cuenta antes de creerse Catherine Earnshaw de verdad. Fue el detalle de que Heathcliff no era Heathcliff. Y doy gracias de que así fuera, no quiero ni pensar en cómo habría acabado todo si a él le hubiera pasado lo mismo que a ella. Para él era un juego, un juego ingenioso y divertido, pero nada más.
Se debió asustar cuando sospechó que ella no jugaba, tuvo que ser un shock brutal darse cuenta de que ella vivía la mentira, toparse con que el juego se había convertido en su realidad.
-¿De verdad me estás diciendo que te gustaría vivir esa relación obsesiva? -le preguntó- Eso no es amor, Cathy.
-Creo que ya la estamos viviendo.
-¡Pero es un juego, por Dios santo! Yo pensaba que querías que nos conociéramos, no que reprodujéramos al pie de la letra una relación tormentosa que jamás existió. Eso es un simple divertimento de un foro en Internet.
-¿Cómo puedes decir que jamás existió?
-¿Es que acaso estás loca?
-Si no estuviera loca viviría muerta, antes prefiero estar muerta que vivir como un cadáver. Y eso de que no es amor es una puñalada atroz, una traición.
-Lo siento -balbuceó él, mientras se levantaba de un salto para marcharse.
-¡Heathcliff! ¡Heathcliff! ¡¡¡¡Heathcliff!!!! -chilló ella, pero sólo consiguió que él acelerara el paso.

Cumbres se quedó inmóvil durante toda la noche en aquel banco donde habían estado sentados, había puesto tantas expectativas en esa relación, que no se podía creer que acabara de esa manera. Sabía que no lo volvería a ver, sabía que tampoco volvería al foro. Repentinamente, invadida por los fantasmas de la fantasía, acechada y amenazada por un vacío abismal, corrió como nunca en su vida había corrido. Saltó la verja del parque casi como lo haría una atleta y siguió corriendo como si volara. Cuando se cansó y regresó a su casa, el dolor le oprimía hasta los pensamientos. Se vio presa de una identidad que no era la suya, en un arranque de lucidez se dio cuenta de que había alimentado con realidad una historia ficticia, pero toda su vida ya estaba poseída por el fantasma de Catherine Earnshaw, y por mucho que corriera jamás lograría escaparse de él. Llevada por un arranque instintivo, impelida por un impulso primario que no pudo sofocar, decidió acabar con su tormento. Antes de hacerlo escribió velozmente, con escritura errática, una nota para Heathcliff que decía: “Mi fantasma te perseguirá hasta más allá de la muerte”.

Cuando ya estaba bastante recuperada fuimos el resto del club de lectores a visitarla asiduamente, pero ya no era la misma, como es lógico. Nos contó todo lo que había pasado esa noche y nos dijo que siguiéramos el club sin ella. Nosotros le proponíamos hacer clubes de lectura en voz alta y le jurábamos que jamás la dejaríamos sin saber qué es lo que susurran los libros que la llaman a voces. Pero se negó en redondo. Nos suplicó que continuáramos el club, que no lo dejáramos todo por lo que le había pasado a ella. Nos exhortó a que buscáramos “otra Cumbres menos Cumbres”. (Eso nos destrozaba el corazón sólo de pensarlo).
Al poco tiempo nos envió una carta demoledora.
“Hermanos de tinta:
No lo hagamos más doloroso.
Lo más probable es que ya no pueda leer nunca más.
Continuad la labor, compañeros, no os hundáis en un abismo sin palabras escritas. Hacedlo por mí.
Con el tiempo aprenderé a vivir sin la lectura, pero no me separaré de mis libros, aunque sea únicamente para acariciar sus preciosos lomos y oler sus evocadoras hojas. Os lo prometo.
No volváis, hermanos de versos, no volváis. Entended que me es más fácil caminar junto a vosotros en mi recuerdo, nuestro pasado de tinta me recuerda vivencias que necesito sepultar.
Sabed que jamás me atrapará el fantasma que me haga olvidaros.
Todo lo que leímos y escribimos juntos vive en un lugar infranqueable para la amnesia, allí continuaremos leyéndonos el mundo, allí continuaremos escribiéndonos el alma.
Os siento y os leo en mi pensamiento.
Cumbres Borrascosas”.

Al día siguiente de recibir la carta disolvíamos el club de lectores anónimos. Pero antes le escribimos las últimas líneas a Cumbres. Se las grabamos con nuestras voces y se lo enviamos.
“Hermana de tinta:
Hemos disuelto el club.
Porque hemos creado otro muchísimo más literario. El antiguo nos parecía pobre en conceptos.
Éste está más acorde a nuestros sentidos lectores más sibaritas.
En el nuevo club no se lee nada, ni se escribe nada. Aquí ya es otro nivel, querida nuestra.
Tan sólo navegaremos por los mares de la imaginación, donde está ya todo leído y escrito, donde las únicas palabras que existen son las que pronuncia lo inefable.
Te esperamos en la ciudad del silencio, hermana de versos, con una nueva Oración que nunca será apresada en papel. Volará libre, ajena a símbolos y letras.
Tus queridos recitadores anónimos te veneran”.


Nunca más volvimos a vernos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario