jueves, 14 de abril de 2011

Una mañana luminosa

Era una mañana luminosa.
Desde la atalaya contemplaba el mar en calma.
En mi interior resplandecía la promesa de la satisfacción, dentro de mí brillaba el tesoro de la Unidad.

Y entonces pasó, de repente sucedió, mi ojo interno lo vio.
Estaba ahí, mi amigo y hermano Jeshua, oculto entre la niebla.
El efecto de su sonrisa se deslizó por mis mejillas al evocar bellos recuerdos que se agolpaban en mis entrañas.

No dijo nada, pues parecía querer expresar todo.
Y lo supe, por su insondable mirada supe que nada de lo que había sido vivido se había evaporado, acerté a entender en ese momento en el que perdí las ganas por saber.
Jeshua, compañero oculto entre la niebla, nunca me sostuvo y nunca vino a levantarme después de las tormentas. Incontables veces le reproché su abandono, innumerables veces me perdí por el laberinto de su ausencia. Pero aquella mañana luminosa lo vi, con los ojos del Espíritu lo vi. Entonces comprendí, e infinitamente le agradecí.

Las olas del mar no se pueden separar.
Los copos de nieve no se pueden dividir.

No había riesgo ni peligro. No había necesidad de acudir a rescatar.
Porque nunca hubo ni mal ni final. Sólo el voluntario juego del soñar.

Una mañana radiante iluminó la atalaya de mi nostalgia y convirtió mi aflicción en risa histérica, el alma me sollozaba de tanta carcajada. Transmuté la pesadumbre y la convertí en goce. Hallé al sol viviendo en mi interior, se esfumó el dolor en cuanto materializó sus rayos de comprensión y aceptación.
Esa luminosa mañana dejé de desandar el camino, con el susurro de la diversión vibrándome en el alma paré de vagar para comenzar a bailar.
Aún hoy sigue la danza.

Una familiar mañana irradió su luz y entró por la ventana de mi añoranza. La luz traía todos los colores del alba. Sané el abandono, me curé del vacío, exilié al destierro al exilio. Encontré la llave del arcón de los mágicos secretos y lo abrí, salieron bandadas y bandadas de palabras voladoras.
Aún hoy no sé muy bien cómo lo hice.

Nunca olvidaré esa mañana sucedida en el no-tiempo.
La reconoceré en cuanto la viva.
Sé que aparecerá aquella mañana luminosa, el día en que, en mi interior, retorne volando a casa, reviviendo y reencontrándome con lo no vivido.

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