viernes, 2 de diciembre de 2011

Pasadizo de silencio

Me he adentrado por un pasadizo de silencio.
Incluso mi cuerpo camina enmudecido.

Ocurrió cuando traspasé el umbral de este extraño pasaje. ´
Salieron volando todas las palabras, horrorizadas ante este altar sagrado de los silencios, debieron oler al arcano silencio enseguida y huyeron despavoridas. Yo quise seguirlas, pero mis ojos ya no vislumbraban la salida.
Avanzando entre este abismo de esponjosos silencios he creído percibir un nuevo lenguaje. Son como mudos sonidos con profundo significado, te dejan sin sentido y te envuelven con sus mantos de melodías, parecen silbidos de mudez extraterrena.
Pero añoro a las palabras.
Echo de menos paladear sus sabores, los olores que desprendían, sus hilarantes bromas. Añoro sus susurros a medianoche, cuando se agitaban a mi alrededor planeándome mil historias, bailando su danza de exquisitas permutaciones bajo la luna, sólo para mí.
Porque, aunque este silencio me envuelve, tengo mucho frío, un frío demasiado gris, pues ya no puedo dormir acurrucada a una palabra. Ahora mi lecho es el solitario suelo de este pasadizo de silencio.
Y temo no volver a verlas ni a tocarlas, duele que se fueran sin mecerme siquiera con una despedida, araña desmesuradamente su abandono.
Ya no me queda más que llorarle al universo la marcha de las palabras, lamentar su ausencia hasta marchitarme y caer haciéndome una con la tierra de este pasaje de silencio.

Pero no. El silencio no es así. No, al menos, el que yo conozco. El silencio que conozco es un abismo de infinito espacio que habita entre palabra y palabra, es una nave surcadora del multiverso. Es un silencio que espanta al espanto.
Invoco, valiéndome de este aterrador y atrayente mutismo, al silencio conocido. Balbuceo plegarias pero no engaño a nadie, el silencio no me oye, mi voz silenciosa ya no me responde. Este pasadizo de silencio no permite voces.

Me convierto en lago de lágrimas y avanzo líquidamente. Me rindo, me desprendo de todo para que nada pueda desprender de mí. Hacia dentro, a lo profundo, hacia lo más hondo.
Borrar los cuentos, ahogarlos todos en la laguna del olvido, hacer que vuelen todas las páginas. Crear espacio al silencio.

Silencio, silencio, silencio...

Es un silencio, un mágico silencio vestido de honda expresividad. Me encuentra vagando por este pasadizo, me seca las lágrimas rozándome con un hálito familiarmente misterioso. Y ante mis ojos, como si fuera humo, con sus hilos de plata va formando letras, letras que me guían, letras como huellas. Letras formando una palabra que me conducirá a la salida de este pasadizo.

Sólo una palabra:
“Palabra”
Y la sigo...

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